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Porque la paga del pecado es muerte, pero Cristo es vida - Romanos 6:23

  • Fecha de publicación: Sábado, 30 Marzo 2024, 17:14 horas

Cuando el hombre escogió desobedecer a Dios, el resultado fue la muerte.  El pecado no solamente causa daño a las personas, sino también entristece a Dios.  Separa el hombre de Dios.  Dios es Santo y Justo, y odia el pecado.  Cualquier persona que sigue pecando se enfrentará a consecuencias terribles: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:23).

Dios no nos creó como robots para que automáticamente le amáramos y obedeciéramos.  Dios nos dio libre albedrío y la libertad de elegir.  Y esa libertad es lo que justamente garantiza el amor de Dios.

El libre albedrío no es una responsabilidad humana, sino la fuente de su responsabilidad.  ¿Por qué?  Porque tenemos libre albedrío.  La responsabilidad del ser humano es una consecuencia natural del albedrío que Dios le ha otorgado y como tiene libertad para obedecer o desobedecer entonces eso trae responsabilidad.  El libre albedrío no es solamente la capacidad de escoger a Dios, es mucho más que eso, porque es una obra de Dios y él la ha dado a todos los hombres sin excepción alguna, porque Dios no hace acepción de personas como lo hacemos nosotros.

El libre albedrío incluye la revelación de Dios en la conciencia humana, la Biblia enseña que Dios se ha revelado a todos los hombres en su conciencia: “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Ro. 2:14, 15).

Esto es una verdad sea que hayan tenido ley o no, sea que hayan escuchado el evangelio o no.  Todos tenemos conciencia de Dios, en nuestro razonamiento.  Dios nos ha dado conciencia de su existencia a todos sin excepción y esto prueba que Dios les ha dado el libre albedrío a todos, sin excepción. Luego tenemos la revelación en la naturaleza: “Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Ro. 1:19, 20).

El hombre no tiene excusa porque aún la creación anuncia su eterno poder y su deidad, la creación está de par en par para todos. Es más, Dios se revela al hombre aún en su curiosidad: “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros” (Hch. 17:26, 27).

Dios ha hecho todo esto, ¿para qué? Para que el hombre busque a Dios: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Is. 55:6, 7).  “Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis” (Am. 5:4).

Entonces el propósito de todo es que el hombre busque a Dios y como no lo hace, Dios está en contra de él y así vemos que el libre albedrío genera la responsabilidad del hombre.

El primer hombre y la primera mujer decidieron desobedecer a Dios y hacer su propia voluntad.  Y hasta el día de hoy todavía nosotros tomamos la misma decisión.  Esto resulta en la separación de Dios.

Veamos tres tipos de muerte como consecuencia del pecado

1 - La Muerte Espiritual, separación de la Vida de Dios (Ef. 2:1).

La Biblia nos enseña que el pecado conlleva la muerte espiritual.  Esta muerte no es física, sino una separación de la vida de Dios.  En Efesios 2:1, se nos describe como “muertos en delitos y pecados”, lo que significa estar alejados de la vida abundante y eterna que Dios ofrece. “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2:1).  Este versículo siempre es citado por quienes niegan que el hombre tiene albedrío, dicen que estando muerto no puede escoger, pero la idea de muerte en la Biblia es separación, es los que llamamos muerte espiritual, está separado de Dios, pero no quiere decir que está inerte y no puede decidir, está muerto espiritualmente porque no tiene a Cristo: “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Jn. 5:12).

El pecado corrompe nuestra relación con Dios y nos aleja de Su presencia.

2 - La Muerte Física, separación del Cuerpo (He. 9:27)

La muerte física es una realidad inevitable para todos. Hebreos 9:27 nos dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”.  Aunque la muerte física es natural, sigue siendo una consecuencia del pecado original.  Nuestro cuerpo, que es temporal, se separa de esta vida terrenal.

3 - La Muerte Eterna, separación Eterna de Dios (Ap. 20:15)

La muerte eterna es el destino más triste y final para aquellos que rechazan el regalo de Dios.  Apocalipsis 20:15 nos advierte que aquellos cuyos nombres no estén escritos en el libro de la vida serán arrojados al lago de fuego: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”.  Esta es una separación eterna de la presencia amorosa de Dios.  La muerte eterna es una realidad seria que debemos considerar.

  • El Regalo de Dios, Vida Eterna en Cristo

Afortunadamente, la historia no termina en la muerte.  Romanos 6:23 también nos habla del regalo de Dios, vida eterna a través de Cristo Jesús: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.  A pesar de nuestras transgresiones, Dios nos ofrece un camino de reconciliación y restauración a través de Su Hijo.  La vida eterna no es algo que podamos ganar por nuestros propios méritos, sino un regalo divino que recibimos al aceptar a Jesús como nuestro Salvador.  Si pedimos a Jesús que sea nuestro salvador, entonces Dios nos da el regalo de la vida eterna.

Dios, en Cristo, perdona los pecados de sus hijos obedientes.  Tienen sus pecados lavados por la sangre del Cordero.  Sus pecados no son acreditados a su cuenta.

  • La Palabra de Reconciliación

2 Corintios 5:19: “Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”.

Dios le ha perdonado, y va a seguir perdonándole hasta el día de su muerte.  La Biblia dice que Dios es “el que perdona”: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9).  Y lo hace.  Así que, si necesita perdón, recuerde que Dios siempre está ahí para ayudarle.  Siempre estará ahí para perdonarle.  Es importante saber que Dios siempre está ahí para nosotros, incluso cuando no lo estamos buscando.

El pecado es una palabra de la Biblia que significa «desobedecer a Dios» y produce una separación de Dios.  La buena noticia es que Dios nos ama y quiere tener una relación con nosotros.

Conclusión
La paga del pecado es la muerte en todas sus formas: espiritual, física y eterna.  Pero gracias a Dios, en medio de esta realidad sombría, brilla el regalo inmerecido de la vida eterna a través de Jesucristo.  El diablo es pagador.  Si usted trabaja para él, él se ocupará de que usted reciba el pago que le corresponde, que es la muerte.  Dios, en cambio, no es pagador. Dios es dador. Su regalo, es contrastado con “la paga del pecado”, y es la “vida eterna”.

El pecador perdido que ha venido a Cristo para recibir la salvación, ha recibido el don gratuito de la vida eterna, con todo lo que ella implica.  Nuestra justificación está en Cristo, y nuestra santificación, también está en Cristo.

Este regalo nos llama a reconocer nuestra necesidad de un Salvador y a aceptar la gracia de Dios.  No permitamos que la muerte eterna nos alcance.  En lugar de eso, confiemos en Cristo, quien nos ofrece la esperanza de la vida eterna en Su presencia.

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