Por qué predicamos el evangelio
- Fecha de publicación: Sábado, 03 Mayo 2025, 22:08 horas
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Tomemos muy en serio todas estas declaraciones bíblicas. Es Dios quien habla y él es digno de toda nuestra confianza.
¿No le parece extraño que alguien dedique toda su vida para “molestar a la gente” predicándoles el Evangelio?
La persona que no es cristiana, que no es salva, no puede entender esto. Suele decir: «Bueno, que cada uno decida cuál religión quiere». Pero ocurre que un predicador del Evangelio NO ofrece religión alguna. Ofrece el perdón que Dios quiere dar a cada pecador.
Estas son algunas razones del por qué debemos dedicarnos a la predicación y a la enseñanza del Santo Evangelio:
1. PORQUE CREEMOS EN TODO CUANTO LA BIBLIA DICE
1) Dice que Dios es el Creador de todas las cosas.
2) Dice que el hombre se rebeló contra Dios.
3) Dice que, debido al pecado, vino la muerte.
4) Dice que Dios juzgará al mundo, a todos los hombres.
5) Dice que todos los muertos resucitarán y que existe la eternidad para todos, vida eterna o muerte eterna, respectivamente. ¡Y pensar que sabemos todas estas cosas! Que Dios cumplirá su Palabra y que la gran mayoría de quienes habitamos este planeta, son personas que esperan ser juzgadas y condenadas por la eternidad.
6) Creemos todo lo que la Biblia dice sobre Israel, tanto lo pasado como lo que aun está en el futuro.
7) Creemos que las cosas en el mundo irán de mal en peor. El mundo no está mejorando, a pesar de la ciencia y la tecnología, y a consecuencia de todo esto el mundo será destruido.
8) Creemos que, tal como la Biblia dice, el pecador puede ser salvo mientras vive, porque después viene el juicio.
Veamos algunos textos de la Biblia y tomemos muy en serio todas estas declaraciones bíblicas. Es Dios quien habla y él es digno de toda confianza:
• “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gn. 2:7).
• “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Ec. 3:11).
• “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Ro. 1:16, 17).
• “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12).
• “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Ro. 5:1, 2).
2. PREDICAMOS EL EVANGELIO PORQUE EL SEÑOR NOS LLAMÓ PARA ESTO
Pero... ¿cómo saber? No tendrá ningún vértigo, no tendrá sueños, no oirá voces, no verá visión alguna, pero no tenga dudas de que él lo invitó a tomar parte en Su causa, llevando el Evangelio a otros.
He aquí cómo podemos probar su llamado:
1) Ser varón, y el ministerio pastoral es exclusividad de los hombres.
2) Tener el deseo de dedicarse al pastorado: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea” (1 Ti. 3:1).
3) Y que en líneas generales llene los requisitos pastorales: “Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo” (1 Ti. 3:2-7). “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tit. 1:5-9).
4) Porque, aunque tenga serios obstáculos, el Señor lo sostendrá y llegará a la conclusión que bajo ninguna dificultad dejaría de hacer lo que hace: “Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude” (Jer. 20:7-9). “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio! Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada. ¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio” (1 Co. 9:16-18).
5) Por los resultados. Todo cuanto emprendemos, si vemos que obtenemos buenos resultados y que quienes se benefician de nuestro servicio, están satisfechos, entonces es otro elemento más que se suma a estas pruebas del llamamiento divino.
En el campo del ministerio sagrado el discernimiento es fundamental. La consagración y constancia es también una clara muestra del llamamiento. La colaboración de la familia en general, es otro elemento que apunta en la misma dirección. La lealtad a la Palabra y a la sana doctrina, aun cuando uno tenga que permanecer aislado, es muy buena señal, porque, el Señor dijo: “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas” (Lc. 6:26).
No está mal que hablen bien de uno, el problema es cuando TODOS lo hacen.
Dentro de estos... RESULTADOS del ministerio de un hombre llamado por el Señor, están los resultados físicos, visibles. La iglesia crece, la gente responde al Evangelio. Las vidas son transformadas por el poder de Dios, y esto ocurre:
• Sin música mundana, sin danzas “cristianas”, sin “sanidades a pedido”.
• Sin “hablar lenguas” para asegurarse de que uno cuenta con la plenitud del Espíritu.
• Sin revelaciones y profecías “frescas”.
• Sin siquiera grandes y maravillosos coros, con orquestas profesionales para deleitar el oído y la vista de los espectadores.
• Sin películas, sin comiditas, sin deportes... “para atraer a la juventud”. Si la Iglesia sigue creciendo, si la Palabra es el único atractivo de los concurrentes, entonces quien está al frente puede estar seguro que está donde le corresponde. Dios le ha llamado al ministerio, al pastorado.
Si la PALABRA es el único atractivo, entonces aquí hay algo que no se puede negar, ¡ese hombre ha sido designado como ministro del Señor por el Señor mismo!
Continuará...