Boletin dominical - 03/05/09
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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De acuerdo con las estadísticas recopiladas hasta el 11 de abril de 2009, por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés), para el año 2007 habían 923 millones de personas hambrientas en todo el mundo, un aumento de 80 millones desde 1990, a pesar del hecho de que a nivel mundial se están produciendo suficientes alimentos para sustentar a toda la humanidad, incluso hasta para alimentar a 12.000 millones de personas. No cabe la menor duda de que ya estamos... bordeando el comienzo de la Gran Tribulación. El hambre generalizado y como consecuencia las pestes, ofrecen un panorama sombrío para un futuro relativamente cercano.
De acuerdo con las estadísticas recopiladas hasta el 11 de abril de 2009, por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés), para el año 2007 habían 923 millones de personas hambrientas en todo el mundo, un aumento de 80 millones desde 1990, a pesar del hecho de que a nivel mundial se están produciendo suficientes alimentos para sustentar a toda la humanidad, incluso hasta para alimentar a 12.000 millones de personas. No cabe la menor duda de que ya estamos... bordeando el comienzo de la Gran Tribulación. El hambre generalizado y como consecuencia las pestes, ofrecen un panorama sombrío para un futuro relativamente cercano.
Cada día escuchamos más que se eleva el clamor: «Debemos usar esta crisis como una oportunidad para reparar el fracaso de los sistemas económicos del mundo. Es injusto que unos sean ricos y otros tan miserablemente pobres. Ahora, después de siglos de señorío de los ricos sobre los pobres, tenemos la oportunidad para crear un sistema que traiga imparcialidad e igualdad social».
Desde los días de Platón y su obra La república, los hombres han soñado con crear una utopía. Desprovistos del conocimiento de Dios, ellos de continuo conciben escenarios para llevarle este sistema equitativo a las masas.
En su famoso diálogo, Platón propone varias formas para traer justicia, es decir, imparcialidad en la sociedad. Según él las ciudades fundadas deben traer orden social, político y educativo. Visualiza una sociedad dirigida por hombres y mujeres filosóficamente superiores que residen en residencias comunistas, a las cuales llama «cuartel de la guardia». Ellas imponen el orden social, para el bien de la humanidad. Se aseguran que cada persona reciba una porción igual de la propiedad de la comunidad.
En base a los dos mil quinientos años de experiencia, hoy sabemos que tal sistema no funciona, porque el hombre es básicamente pecador e incapaz de regular su propio comportamiento, mucho menos de establecer un orden basado en el amor a una comunidad. Invariablemente surgen hombres poderosos quienes controlan la sociedad, se apropian de la tajada del león en poder y dinero, y gobiernan por decreto ejecutivo.
Pese a todo, el socialismo surge una y otra vez asegurando su superioridad. Es tan dominante y tan sutil que se presenta a sí mismo como lo más moral y ético. Vemos su presencia en el mundo entero, enmascarado como benevolencia y filantropía, pero siempre esperando por saltar y tomar control del poder cuando ve la oportunidad. Como la serpiente antigua, nunca duerme. Está constantemente al acecho, esperando por puntos débiles y lanzando torrentes de propaganda.
El socialismo es una ideología que defiende principalmente un sistema económico y político basado en la socialización de los medios de producción, o control administrativo colectivista, que puede ser no-estatal, es decir, de propiedad comunitaria, estatal mediante la nacionalización de los medios, como también ser democrático o dictatorial. Por ello al socialismo se lo asocia con las ideas de búsqueda del bien común e igualdad social.
Por increíble que parezca, el socialismo incluso hasta encontró su camino en medio de las personas más allegadas al Señor Jesucristo, porque entre sus discípulos había uno que era socialista. Esto se halla mejor ilustrado cuando examinamos el incidente registrado en tres de los cuatro evangelios, en el acto de amor hacia el Señor que llevara a cabo María de Betania. Note la reacción de los discípulos y la reacción de Jesús: “Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella” (Mt. 26:6-13).
¿Por qué a los amigos y discípulos de Jesús les molestó tanto un acto tan obvio de sacrificio y amor? La acción de esta mujer demostró su buena disposición y amor por Cristo, de dar tal vez todo lo que tenía y que nunca iba a recuperar. A pesar de todo, los discípulos vieron esto como un desperdicio de los recursos que podrían haber usado mejor en otras cosas, probablemente para cubrir los gastos del ministerio de ellos.
Jesús los reprendió, diciéndoles que en efecto esta mujer había sido dirigida por el Espíritu de Dios. Ella dio todo lo que tenía para bendecirlo, a la luz del sacrificio que Él iba a realizar, al ofrecerse a sí mismo como una ofrenda por los pecados de la humanidad.
El Señor además pronunció estas famosas palabras: “Porque siempre tendréis pobres con vosotros”. Con una claridad profunda, Jesús expresó la verdad de un gran principio, es decir, que el problema de la pobreza humana nunca se solucionará usando únicamente dinero, tal como insiste la ideología socialista.