Boletin dominical - 20/06/10
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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¿Cuánto pagaría usted por alguien que esté todos los días en su casa, pero que sea grosero, mentiroso, engañador, profano, desbocado, disfrazado para no ser reconocida su verdadera identidad?
¿Qué le parece si de estos individuos pudiera tener unos cuantos para que también sus hijos desde muy pequeños puedan verlos, escucharlos, aprender cómo blasfemar contra Dios, desobedecer a los padres, beber bebidas alcohólicas, asaltar y robar, mentir, traicionar, endrogarse, no estudiar, odiar a sus padres, violar, practicar el homosexualismo y ser un peligro para la sociedad y para los mismos padres?
Si usted tiene un televisor en su casa, entonces ya tiene a uno de ellos, pero es muy probable que con el tiempo le parezca una gran idea que los hijos, en lugar de pelear entre sí, queriendo cada uno determinada lección de su “tutor metálico”, tenga cada uno a su propio amo en su dormitorio y haya paz entre los hijos. Cuando esto ocurre, Satanás y los demonios celebran una victoria más.
Si usted todavía cree en la “teoría de la moderación” en el manejo de esta tiranía, entonces, en el mejor de los casos usted es un ingenuo y en el peor, es un traidor de sus propios hijos y de la salud espiritual de toda la familia. ¿Cuál es entonces la solución? ¡No dejarlo entrar en su casa jamás! Y si ya está, desalojarlo sin trámite alguno.
El vocabulario que usted y su cónyuge nunca usan, sus hijos sí lo hacen. Y usted se pregunta por qué. Es que... reciben “lecciones” a todo color casi siempre justo antes de dormir. ¡Qué tragedia la que viven tantos hogares cristianos por el tan estrecho vínculo que tienen con el Tirano Victorioso (TV).
Le dejo con las palabras del apóstol Pablo: «Y ahora, hermanos, antes de terminar esta carta, deseo decirles algo más: centren ustedes el pensamiento en lo que es verdadero, noble y justo. Piensen en lo que es puro, amable y honorable, y en las virtudes de los demás. Piensen en todo aquello por lo cual pueden alabar a Dios y estar contentos» (Fil. 4:8 – paráfrasis).
Si no decide cuanto antes deshacerse de esta maldición (televisor), no espere ser galardonado ante el Tribunal de Cristo. Confórmese desde ya con lo que dice estos textos: “Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego” (1 Co. 3:15). “Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso” (Dt. 4:24). “Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto” (Ap. 2:18). “Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más” (He. 12:18, 19). ¿Le parece que estoy exagerando? A mí también me costó años entender esto y en un tiempo habría considerado tonto a quien me dijera lo que hoy le escribo con verdadero amor y preocupación.
J. Holowaty, Pastor
EL EXTRAÑO QUE VIVE CON NOSOTROS... ¿LO RECONOCES?
Unos cuantos años después que yo naciera, mi padre conoció a un extraño, recién llegado a nuestra pequeña población.
Desde el principio, mi padre quedó fascinado con este encantador personaje, y enseguida lo invitó a que viviera con nuestra familia.
El extraño aceptó y desde entonces ha estado con nosotros. Mientras yo crecía, nunca pregunté su lugar en mi familia; en mi mente joven ya tenía un lugar muy especial. Mis padres eran instructores complementarios: Mi mamá me enseñó lo que era bueno y lo que era malo y mi papá me enseñó a obedecer.
Pero el extraño era nuestro narrador.
Nos mantenía hechizados por horas con aventuras, misterios y comedias.
Él siempre tenía respuestas para cualquier cosa que quisiéramos saber de política, historia o ciencia.
¡Conocía todo lo del pasado, del presente y hasta podía predecir el futuro!
Llevó a mi familia al primer partido de fútbol.
Me hacía reír, y me hacía llorar.
El extraño nunca paraba de hablar, pero a mi padre no le importaba.
A veces, mi mamá se levantaba temprano y callada, mientras que el resto de nosotros estábamos pendientes para escuchar lo que tenía que decir, ella se iba a la cocina para tener paz y tranquilidad.
Ahora me pregunto si ella habría orado alguna vez para que el extraño se fuera.
Mi padre dirigió nuestro hogar con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sentía obligado para honrarlas.
Las blasfemias y las malas palabras, por ejemplo, no se permitían en nuestra casa. Ni de nosotros, ni de nuestros amigos o de cualquier visitante.
Sin embargo, nuestro visitante de largo plazo, lograba pronunciar la palabra esa, “H... P...”, y otras que quemaban mis oídos e hicieron que papá se retorciera y mi madre se ruborizara.
Mi papá nunca nos dio permiso para tomar alcohol. Pero el extraño nos animó a intentarlo y a hacerlo regularmente.
Hizo que los cigarrillos parecieran frescos e inofensivos, y que los cigarros y las pipas se vieran distinguidos. Hablaba libremente (demasiado) sobre sexo.
Sus comentarios eran a veces evidentes, otras sugestivos, y generalmente vergonzosos. Ahora sé que mis conceptos sobre relaciones fueron influenciados fuertemente durante mi adolescencia por el extraño.
Repetidas veces lo reprendieron y raramente hizo caso a los valores de mis padres y NUNCA le pidieron que se fuera.
Han pasado más de cincuenta años desde que el extraño se mudó con nuestra familia. Desde entonces ha cambiado mucho, ya no es tan fascinante como era al principio.
No obstante, si hoy usted pudiera entrar en la guarida de mis padres, todavía lo encontraría sentado en su esquina, esperando a alguien para que escuche sus charlas y para verlo dibujar sus cuadros. ¿Su nombre? Nosotros lo llamamos Televisor. ¡Ahora tiene una “esposa” que se llama Computadora y un “hijo” que se llama Celular!