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El asalto de Satanás contra la fe cristiana

  • Fecha de publicación: Viernes, 07 Septiembre 2018, 10:17 horas

Algunos líderes evangélicos anuncian gozosamente que está teniendo lugar un gran despertar espiritual entre la iglesia.  Sin embargo, un examen riguroso y perspicaz revela que hay un número incontable de engañadores que se han infiltrado, disfrazados de mensajeros de Cristo y están falsificando la fe cristiana.  “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz” (2 Corintios 11:14).

Todas estas legiones de mentirosos son parte de un insidioso ataque, del asalto de Satanás a la única fe verdadera.  La meta final del diablo es frustrar la cosecha de almas de Dios, al mantenerlos cautivos con sus mentiras fatales.  Sus ataques implacables están dirigidos estratégicamente a seis blancos.

La supremacía de la Palabra de Dios
La suficiencia del Hijo de Dios
La singularidad del Evangelio de Dios
La soberanía de la gracia de Dios
La seguridad de los hijos de Dios, y
La Santidad de la Iglesia de Dios.

La supremacía de la Palabra de Dios

El asalto de Satanás en contra de la Palabra de Dios comenzó en el huerto del Edén.  Disfrazado como una seductora serpiente, persuadió a Eva para que no le prestara atención a las palabras de Dios y creyera su mentira.  Lo primero que hizo fue que dudara al preguntarle: “... ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Génesis 3:1b).  Luego Satanás convenció a Eva, de que Dios no decía la verdad, que no debía confiar en Él.  “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4 y 5).

El padre de la mentira sigue usando la misma estrategia para engañar al mundo a través de todas sus religiones.  Usa a los líderes religiosos para que pregunten: “¿Será verdad que Dios dijo: ‘Porque la paga del pecado es muerte...’ (Romanos 6:23a)?”.  Luego hablando por medio de la iglesia católica romana, dijo en el parágrafo 1863 del Catecismo Católico: “No moriréis - el pecado venial no rompe la Alianza con Dios... los pecados veniales no acarrean muerte”.

El ataque de Satanás contra la Palabra de Dios es comprensible, porque es la autoridad suprema para la fe cristiana y el agua de la vida eterna para esos que creen en ella: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23). Nada más posee su carácter Divino, porque sólo la Escritura es absolutamente confiable, dada por inspiración de Dios. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16).

La Biblia es también el único libro que predice el futuro y lo hace con gran precisión y detalle. Es sagrado y no debe ser alterado, tal como dice Proverbios 30: 6: “No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso”.  De hecho, Dios dio una fuerte reprensión contra aquellos que pervierten su Palabra con palabras de los hombres: “Y nunca más os vendrá a la memoria decir: Profecía de Jehová; porque la palabra de cada uno le será por profecía; pues pervertisteis las palabras del Dios viviente, de Jehová de los ejércitos, Dios nuestro” (Jeremías 23.36).

El clero católico se atrevió a declarar en su Catecismo, que sus tradiciones que han agregado a la Escritura, constituyen un solo depósito a la Palabra de Dios, y esto se ha convertido en la autoridad suprema para la fe católica.  Pero además, no son sólo los católicos los que han hecho esto, sino que sectas como los testigos de Jehová tienen su propia Biblia colmada de sus mentiras; los mormones y otros. 
Es lo mismo que también están haciendo algunos que eran considerados como cristianos evangélicos, que se han atrevido a reinterpretar la Biblia, remplazando su mensaje con la interpretación de cada de uno de ellos. Tal como el caso de la Iglesia con Propósito, los emergentes y decenas de otros grupos.  Cuando la autoridad suprema de Dios es remplazada por la de los hombres, la perversión de las doctrinas bíblicas se torna desenfrenada.

La suficiencia del Hijo de Dios

El ataque del adversario contra el Hijo de Dios es implacable, porque el Señor Jesucristo es el Autor y el Perfeccionador de la fe cristiana.  Solo Él es capaz y suficiente para salvar a los pecadores por completo de sus transgresiones.  “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25).  Su ofrenda única por el pecado hace que los creyentes sean perfectos para siempre.  “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14).

Su sangre es suficiente para purificar a cada cristiano de cualquier pecado “...  y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7b).  Su muerte canceló por completo la deuda del pecado eterno de cada uno que cree en Él.  “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Colosenses 2:14).  Pablo describió la suficiencia de Jesús cuando escribió: “Y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:10).  Cada bendición espiritual que cualquiera podría desear o necesitar se encuentra en Cristo Jesús.

Por estas razones, Satanás ataca la suficiencia de Cristo con odio y venganza. Por ejemplo, el príncipe de este mundo ha convencido a muchos de que necesitan a Cristo más la sicología; o a Cristo más los rituales, sacramentos, purgatorio e indulgencias; o a Cristo más las buenas obras.  Ahora en este punto queremos hacer una aclaración, porque en repetidas ocasiones hemos declarado que nuestro comportamiento y buenas obras, sirven ante los incrédulos como un testimonio del cambio que tiene lugar en nuestras vidas cuando Cristo mora en nosotros, pero de ninguna manera, ni lo uno ni lo otro nos hacen salvos o contribuyen a nuestra salvación, como enseñan algunos, sólo la suficiencia del Señor Jesucristo.

Los agentes de Satanás niegan que la obra de redención de Él ha terminado.  Los católicos aseguran que tienen el poder de hacerlo descender desde el cielo para ofrecerlo una y otra vez sobre sus altares; mientras que otros proclaman que pueden demandar todo lo que quieran a Dios, y Él lo hará, simplemente porque son hijos del rey.

Estos asaltos difamatorios sobre la suficiencia de Cristo, no sólo le roban la verdad de su gloria, sino que le señalan a los perdidos a otro Jesús que no puede salvarlos sin la ayuda de otras cosas.  Satanás ofrece otros mediadores, pero Dios nos ha dado solo a uno: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).

Satanás ofrece otros salvadores, pero Dios ha dado un solo Nombre “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).  Los ministros del diablo que niegan la suficiencia del Hijo de Dios predican otro evangelio para instruir a las personas sobre lo que deben hacer para ser salvos. Otro Jesús siempre produce otro evangelio.

La singularidad del Evangelio de Dios

Muchos podrían suponer que la condena indiscutible de Pablo a los judaizantes por pervertir el Evangelio, lo mantendría puro dentro de la iglesia profesante.  Sin embargo, el “Evangelio de Roma” es una distorsión mayor.  Requiere que los católicos reciban los sacramentos, guarden las ordenanzas católicas, asistan a misa todos los domingos, que comulguen por lo menos una vez al año y realicen obras de misericordia para su salvación, esto se encuentra explícitamente declarado en el Catecismo Católico, parágrafos 815, 1032, 1129, y 2068. 

Los implacables ataques de Satanás contra el Evangelio continúan proviniendo de dos enemigos principales distintos: el legalismo, que es más prominente en el catolicismo romano, y el antinomianismo, que es notorio en todo el protestantismo liberal.

Los que enseñan antinomianismo, quienes constituyen una gran mayoría entre los evangélicos hoy, distorsionan el Evangelio al declarar que cualquier persona que haya sido justificada por la fe en Cristo ya no está obligada a obedecer la ley moral. El apóstol Pablo corrigió esta doctrina impía, en los capítulos 5 y 6 de su primera epístola a los Corintios.

El antinomianismo es la práctica no bíblica de vivir sin tener en cuenta la justicia de Dios, usando su gracia como licencia para pecar y la confianza en la gracia para limpiar el pecado. En otras palabras, debido a que la gracia es infinita y somos salvos por gracia, entonces podemos pecar todo lo que queramos y seguir siendo salvos, ¡pero esto no es gracia es libertinaje! 

Pablo nos dice en Romanos 6:14, que esto es incorrecto, ya que como cristianos sin estar bajo la Ley, “... el pecado no se enseñoreará de nosotros; pues no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia”, por lo tanto debemos cumplir los mandamientos en la ley del amor.   “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley” (Romanos 13:8).   “El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:10).  “Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5:14). “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).

El Señor Jesucristo dijo:  “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27), por lo tanto debemos evitar la ofensa de estar pecando constantemente, porque esto le costó la vida al Hijo de Dios.  Pablo habló contra el concepto del antinomianismo en Romanos 6:1-2, cuando dice: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?  En ninguna manera.  Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”.

No debemos usar la gracia de Dios como un medio para pecar.  Más bien, debemos ser controlados por el amor de Dios y de esa forma, dar los frutos del Espíritu Santo.  “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.  Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.  Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:22–25).

El antinomianismo es la creencia de que los cristianos somos liberados de la observación de las leyes morales, cuando la gracia de Dios está activa.  Esta creencia se le atribuyó primero al apóstol Pablo, tal como él mismo dice y aclara: “¿Y por qué no decir (como se nos calumnia... que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?” (Romanos 3:8).

Cada vez que el padre de la mentira, se para ante un púlpito, no niega el Evangelio, sino que lo pervierte, añadiendo o quitando algo.  Cualquier adulteración del Evangelio, es en última instancia, el intento del Diablo por mantener sometidos a sus cautivos.  Con tantas perversiones en la iglesia de hoy, hay una necesidad desesperada de predicar el Evangelio de Dios puro.  Sólo él tiene el poder de salvar a los pecadores del castigo, del poder y de la presencia del pecado, tal como declaró Pablo: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16).

La soberanía de Dios
 
Éste es el derecho de Dios de hacer lo que desea con su creación, tal como está establecido en su Palabra.  Esto implica que no existe ninguna influencia externa sobre Él y que sólo Él tiene la capacidad y habilidad para ejercer su poder y control de acuerdo a Su voluntad:  “El Dios de dioses, Jehová, ha hablado, y convocado la tierra, desde el nacimiento del sol hasta donde se pone” (Salmo 50:1).   “He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo” (Isaías 40:15).

Mientras que la soberanía de Dios es infinita, el uso de su poder se define por sus otros atributos.  Características tales como veracidad, bondad, fidelidad, rectitud y amor, definen todas las acciones del Creador. Si un atributo fuera desproporcionado o sobre enfatizado, resultaría el caos en un nivel universal.

Considere a un dios que favorezca a una persona más que a otra.  Pero el Creador Todopoderoso no protege más a alguien, debido a su posición en la vida, su nacionalidad o sus posesiones materiales.  Escuche lo que dice la Escritura: “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hechos 10: 34-35).

Por la soberanía de Dios, podemos tomar decisiones que dan forma a nuestras vidas. Si bien no poseemos su poder infinito, podemos rendir nuestros corazones, almas y mentes, de manera que estén en armonía con su santa voluntad.  De esta forma, honramos al Creador y Sustentador de todas las cosas, reconociendo que es verdaderamente Soberano: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.  Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1: 16-17).
La seguridad de los hijos de Dios

El Príncipe de las Tinieblas sabe que nunca podrá apropiarse de un cristiano que viva bajo la luz gloriosa del Hijo de Dios, pero sí puede hacer que su caminar sea ineficaz.  Su herramienta más efectiva es el engaño, valiéndose de maestros falsos que mienten con respecto al poder y las promesas de Dios, que se revelan explícitamente en el Evangelio de su gracia.  Esta promesa, es la vida eterna respaldada por el poder del Dios Todopoderoso para guardar a aquellos que ha salvado.

El don divino de la vida eterna nunca puede perderse, revocarse o rechazarse una vez recibido.  Como declara su Palabra:  “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28).  “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Romanos 11:29).   Los cristianos que no están seguros de que su salvación es eterna, a menudo se paralizan en su caminar con Cristo. Tropiezan con la duda y se sienten indefensos frente a los ataques de Satanás.

Entienda por favor, que la seguridad en la eternidad, no es una licencia para pecar.  El cristiano es regenerado, cambiado desde su interior, y es hecho una nueva criatura: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

Esos en quienes mora el Espíritu Santo deben enfrentar sus pecados, de ninguna manera practicarlos.  Aquellos que están convencidos de la seguridad eterna, y practican el pecado a propósito y en forma desordenada, primeramente no son salvos debido a que esto contradice lo que enseñan las Escrituras:  “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:4). 

En la Biblia encontramos varios versículos que son usados por esos cristianos que enseñan que es posible perder la salvación. Pero si analizamos uno por uno en su marco apropiado, descubriremos que la explicación no encaja en el entero contexto de la salvación.  Son muchísimos más los pasajes que afirman sin lugar a dudas que un cristiano salvo no puede perder su salvación, que esos otros que son mal interpretados y sacados fuera de su contexto.

Dijo el Señor Jesucristo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.  Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.  Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.  Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:37–40).

          “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27–28).

Asimismo Juan escribió por inspiración Divina: “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros” (1 Juan 2:19).

De acuerdo con las Escrituras, los hijos verdaderos de Dios están seguros por la eternidad: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23).

          “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (Romanos 5:19–21).   Sus ovejas tienen vida eterna:  “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28).

La Santidad de la Iglesia de Dios

Como el maestro falsificador, Satanás desprecia la santidad de la iglesia sembrando cizaña entre el trigo, tal como lo expuso el propio Señor Jesús en esta parábola: “Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.  Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.  Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?  Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto.  Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?  Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.  Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero” (Mateo 13:24–30).
Es posible que esta cizaña nunca se advierta de que son peones del diablo, pero infectan la iglesia y causan afrenta y vergüenza al nombre del Señor Jesucristo.  Ninguna asamblea es inmune a estos infiltrados demoníacos que causan confusión, división con su error doctrinal y pecado habitual.  Por eso Pablo escribió: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.  Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hechos 20:29–30).

Sabemos que la comisión principal de la iglesia es equipar y alentar a los creyentes para que vayan al mundo y hagan discípulos para el Señor Jesucristo. Para contrarrestar este objetivo, Satanás lleva al mundo dentro de la iglesia para distraerla de su propósito.  Y así en lugar de alimentar a las ovejas, la iglesia comienza a entretener a las cabras.

Cómo deben responder los creyentes

Conforme la oscuridad espiritual opaca la luz decreciente del Evangelio, los creyentes deben tener un espíritu sobrio y estar alertas, tal como dijo Pedro: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (1 Pedro 5:8–9).

Aquellos que pertenecen al Señor Jesús deben vestirse con la armadura completa de Dios todos los días y estar preparados para la guerra espiritual.  “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.  Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.  Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.  Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.  Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.  Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:10–18).

Satanás continuará tomando ventaja de aquellos que ignoran sus planes. “Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Corintios 2:11).  Sus continuos ataques a la fe cristiana serán cada vez más feroces a medida que nos acercamos al día en que el Señor Jesucristo regresará triunfante a la tierra.  Hasta esa gloriosa aparición de nuestro Salvador, los espíritus engañadores continuarán incrementando la gran apostasía en la iglesia.  “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4:1).

Pablo asimismo nos exhorta con estas palabras:  “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10).  “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58). Igualmente Judas escribió:  “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3).

Modificado por última vez enSábado, 08 Septiembre 2018 19:58
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