¿Qué significa ser cristiano hoy?
- Fecha de publicación: Viernes, 07 Septiembre 2018, 08:56 horas
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“Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero” (2 Pedro 2:20).
¿Alguna vez se ha preguntado, cómo fue que una nación como Estados Unidos, en donde millones de cristianos atendían a los servicios semanalmente, ha ido perdiendo paulatinamente su herencia y cultura cristiana, y que además eso mismo está sucediendo en América Latina, en donde la iglesia evangélica que en un tiempo fuera tan diferente, cada día se torna más liberal? ¡Nosotros creemos que esto no es ningún misterio!
¿Se ha advertido que la mayoría de los que se llaman hoy cristianos, son por definición “iliteratos bíblicos”, o como decía el fundador de nuestro ministerio el Pastor José Holowaty “Sufren de abibliosis crónica”?
¿Cuán a menudo lee usted la Biblia? ¿Cuántos libros de la Escritura puede mencionar por nombre, explicar el tema y su contenido? ¿Se siente equipado para exponerle el Evangelio a un incrédulo? ¿Es capaz de defender su fe? ¿Si alguien observa su vida, lo identifica claramente como un seguidor de Jesús? ¿Practica la santidad? ¿Tiene compañerismo regularmente con otros creyentes? ¿Tiene fe y la manifiesta tal como el Señor Jesucristo la describió? ¿Cuán a menudo ora? ¿Comparte su fe con otros, especialmente con personas no regeneradas? ¿Estudia la Palabra de Dios en la forma cómo lo hacían los bereanos, de quienes dice la Escritura: “Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:10–11). ¿Disfruta escuchando a buenos maestros y predicadores? ¿Exhibe buenas obras asociadas con su fe, y que sirven como evidencia y fruto de que camina con el Señor? ¿Está haciendo la clase de sacrificio que le ordenó el Señor Jesucristo a sus seguidores cuando “... decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23).
Los miembros de nuestra iglesia nos vemos a menudo confrontados con esta situación cuando nos toca salir a repartir folletos y testificar fuera, en las poblaciones vecinas, en cárceles, escuelas, etc. También en ocasiones somos cuestionados por los mensajes que publicamos en nuestra sitio de Internet o en Facebook, los que algunos pueden considerar como legalistas, al recordarles constantemente el pecado e instar a quienes los leen a la santidad y obediencia a Dios.
A la gran mayoría no les gusta que les recordemos los mandamientos, ni que de continuo estemos exponiendo el pecado. Incluso hay hasta quienes citan a este respecto Gálatas 3:10-12 que dice: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas”.
Y Gálatas 4:23-24: “Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar”.
Permítannos aclarar: Para tener una comprensión completa de las Escrituras, debemos leerlas como un todo, especialmente las epístolas de Pablo, las que usan ahora los liberales para decir que después de que somos salvos es imposible que pequemos. Leamos la entera Biblia, escrita bajo inspiración del Espíritu Santo con la comprensión y seguridad de que es infalible y consistente con todo su mensaje de principio a fin, que no se contradice.
Para comprender las epístolas de Pablo es importante conocer el contexto cultural de sus palabras; a qué se estaba refiriendo y por qué respondió en esa forma determinada. No olvidemos que el propio Pedro dijo, refiriéndose a las escritos de Pablo: “Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2 Pedro 3:15–16).
El texto que más usan los liberales tomado de la epístola a los Gálatas se refiere a una controversia que había surgido en esta comunidad de creyentes. Tristemente, hoy muchos pastores no se toman el trabajo de investigar en qué contexto escribió Pablo esto, o a qué se estaba refiriendo cuando respondió así. Recuerde: esta fue una carta que Pablo redactó para los Gálatas sobre controversias que habían surgido entre la comunidad de creyentes de su tiempo. Pero un número incontables de pastores hoy en día, no escudriñan cuándo, cómo y por qué Pablo escribió eso, tal vez porque no tienen en ellos la luz espiritual para hacerlo.
Sin embargo, cualquier confusión que pudiera existir sobre lo que Pablo estaba diciendo en Gálatas acerca de los mandamientos, se resolvió con certeza en un artículo escrito en 1994 por el erudito bíblico Martin Abegg, en la edición de noviembre-diciembre de la revista Biblical Archaeological Review, titulado “Pablo y las Obras de la Ley”. El señor Abegg quien estudió minuciosamente el lenguaje original registrado en los Rollos del Mar Muerto explicó más allá de toda duda razonable, lo que Pablo quiso decir cuando usó el término “obras de la ley”.
Esta frase que repitió en su epístola no se refiere a la ley de Moisés, sino a los edictos rabínicos en el Talmud - el conjunto de leyes que involucran cosas tales como ofrecer maíz cultivado por gentiles en el templo, la presentación de ofrendas gentiles y la cocción de la carne de sacrificio en vasos no aptos, impuros. Él explica de manera clara, que Pablo nunca repudió el Torá. Por el contrario, constantemente lo confirmó y practicó. De hecho, escribió en Romanos 3:31: “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley”.
Entonces, lo que Pablo estaba diciendo en Gálatas no era una nueva doctrina o una revelación innovadora que había recibido del Espíritu Santo, de que Dios había cambiado de opinión con respecto a los mandamientos. Sino que fue una afirmación de lo que el Señor Jesucristo enseñó en los cuatro evangelios, y una reiteración de su condena a lo que estaban haciendo los fariseos: imponiendo leyes hechas por el hombre las que a menudo ponían por encima de los mandamientos de Dios.
Tenga bien presente, que Jesús no vino a abolir la Ley - los mandamientos, sino a cumplirlos, a vivir perfectamente, como un ejemplo para nosotros, pero los cristianos no tenemos que guardar esa parte de la ley que fue dada exclusivamente para los judíos en ese tiempo relacionada con rituales y servicios en el templo.
No hay distinción alguna entre lo que Pablo escribió y las enseñanzas del Señor Jesucristo, ¡eso no puede ser, es imposible! De ser así, sus palabras no podrían ser parte de la Escritura, porque toda ella es inspiración del Espíritu Santo y no puede haber contradicción.
Ahora examinemos lo que dijo en 2 Corintios 3:7, 9: “Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer... Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación”.
Pero... ¿Qué quiso decir Pablo aquí? ¿Estaba diciendo algo nuevo? ¿Estaba sugiriendo que la Ley de Moisés, los diez mandamientos habían sido abolidos? ¡No! Para ser más exactos Pablo se estaba refiriendo directamente a las palabras de Dios en Deuteronomio 18:15–18, que dicen: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis; conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera. Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho. Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”.
Esta era una referencia al más grande de todos los profetas, al propio Señor Jesús, quien hizo todo eso y también dijo: “Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:18). Permítannos preguntarles: ¿Han pasado ya el cielo y la tierra? ¿Han dejado de existir? ¡No! Por lo tanto ni una jota ni una tilde de los mandamientos han pasado, los mandamientos no son obsoletos. Por consiguiente permanecen. Eso lo afirmó el propio Señor Jesucristo.
Leemos también en Romanos 7:7-10: “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte” (Romanos 7:7–10).
Por lo tanto, lo que Pablo estaba diciendo en Gálatas no era una nueva doctrina o una revelación innovadora que había recibido del Espíritu Santo de que Dios había cambiado de opinión acerca de la Ley y los mandamientos. Por el contrario, fue una afirmación de lo que Jesús enseñó en los cuatro evangelios y una reiteración de su condena sobre lo que estaban haciendo los fariseos: imponer leyes hechas por el hombre, las que a menudo tenían precedencia sobre los mandamientos de Dios.
La realidad es que cada uno de nosotros es responsable por lo que cree y lo que hacemos con nuestras vidas. Pero habrá un juicio muy especial para los llamados líderes de la iglesia que están modificando y promoviendo tal irrespeto y herejía en contra Dios y su Palabra: la enseñanza de que servimos a un Creador que cambió su mente con respecto a sus ordenanzas, y que en primer lugar se equivocó desde el principio.
Hay muchos líderes “cristianos” en Estados Unidos y grandes líderes en América Latina que están asegurando esto mismo. Una de las teologías más peligrosas que haya emergido en años recientes es la que expone Michael Brown en su impactante libro publicado en inglés Hyper Grace - o Gracia Super abundante. Esta doctrina de la hiper gracia se basa en muchos textos sacados fuera de su contexto, en versículos mal interpretados que están en aguda contradicción con las propias enseñanzas del Señor Jesucristo y el resto de la entera Biblia. En doctrinas de hombres, no de Dios, las que declaran que esos que siguen a Jesús son incapaces de pecar, y que no se les puede atribuir pecado alguno. Por lo tanto no deben siquiera pensar en los diez mandamientos, porque después que alguien deposita su fe en Jesús y se arrepiente, no se le vuelve a imputar pecado alguno. Esto, claro está es herejía, es teología vudú.
¿Son estas presuposiciones de algunos pastores conservadores hoy, o cosas de nosotros? ¡No, no es así! Lo que pasa es que las personas no quieren ser responsables por su pecado, incluso entre los millones que se llaman a sí mismos cristianos. Una forma de negar sus propios pecados es afirmando que “Simplemente, no hay tal cosa como pecado. Que lo que sucede es que cometemos errores causados por problemas genéticos”. En otras palabras “Que el culpable es el propio Dios, porque nos hizo así - imperfectos”. Este fenómeno se ha convertido en la última moda en la iglesia hoy, el cual es producto de las enseñanzas de pastores y autores contemporáneos que no les importa llevar a la gente al infierno, sino edificar una mega iglesia popular y próspera.
Hasta el propio Papa Francisco le ha repetido hasta el cansancio a los homosexuales: “Dios te hizo así y te ama de la forma como eres”.
La Biblia deja bien claro que aunque seamos salvos no estamos exentos de pecar, de no ser así Juan no afirmaría. “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en Él. Si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:5–10).
Sin embargo, estas palabras de Juan inspiradas por el Espíritu Santo, dejan asimismo bien claro, que a pesar de que pedimos perdón a Dios constantemente, esto no nos da permiso para andar en una vida licenciosa y cometer toda clase de pecados porque “ya fuimos salvos”. Este es el gran error de los grandes pastores y predicadores de nuestro día, afirmar que una vez que fuimos salvos podemos vivir como mejor nos plazca, siempre y cuando no ofendamos a terceros. Hacer esto es más bien una confirmación de que nunca hemos sido salvos.
De la misma manera las palabras registradas por el apóstol Pedro corroboran esto mismo: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado” (2 Pedro 2:20–21).
En otros mensajes hemos explorado el conflicto declarado entre el Señor Jesucristo y los fariseos, quienes estaban agregando a la Palabra de Dios doctrinas y mandamientos de hombres. Determinamos tras examinar todo cuidadosamente que estos fariseos eran falsos maestros. Sin embargo, en la actualidad los fariseos modernos en la iglesia de hoy, están enseñando igualmente doctrinas perniciosas inventadas igualmente por ellos: la extraña noción de que el carácter de Dios en el Antiguo Testamento de alguna manera cambió en el Nuevo. Y nos preguntamos: ¿Es esto posible?
¡No! Porque las Escrituras declaran sin rescoldo de duda, “... Dios, que creó todas las cosas... Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Efesios 3:9b, Hebreos 13:8).