Mensajeros en una misión
- Fecha de publicación: Miércoles, 29 Febrero 2012, 23:43 horas
No importa cuán buenas puedan ser nuestras intenciones, proclamar nuestra fe en Jesucristo a otros puede ser una experiencia intimidante. Algunas veces podemos decir: «No soy lo suficientemente elocuente» o «Mi mente queda en blanco cada vez que me hacen una pregunta». Pero...
¿Es acaso necesario ser pastor o un graduado del Instituto Bíblico para poder calificar como testigo de Jesucristo? ¿O será que Dios usa a personas de todos los estratos sociales de la vida?
A lo largo de la historia, el Señor Dios siempre se ha servido de mensajeros humanos para comunicar su plan de salvación a los perdidos. Una de las cosas que es aparente de la Biblia, es el hecho que Dios escoge a personas comunes y corrientes con una amplia variedad de antecedentes, sin ninguna credencial especial para transmitir su mensaje. Al igual que nosotros, el pueblo escogido de Dios, a menudo pensaba que era incapaz de hacer el trabajo que se le había encomendado.
Tome por ejemplo a Moisés. Según el recuento en el libro de Éxodo, el pueblo de Israel había estado bajo esclavitud en Egipto por 400 años. El Faraón y el sistema que representaba los había tenido cautivos por siglos. Dios se le apareció a Moisés en medio de una zarza ardiente en el desierto y le dijo: "Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel" (Ex. 3:10).
Moisés estaba completamente seguro que era incompetente para llevar a cabo una tarea tan importante: "Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?" (Ex. 3:11). La respuesta renuente de Moisés y sus sentimientos de insuficiencia no fueron bastantes para convencer a Dios de que había escogido a la persona equivocada. Animando a Moisés, el Señor le dijo: "Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte" (Ex. 3:12).
Pese a todo, Moisés continuó dudando de la habilidad del Señor para escoger a la persona correcta para el trabajo. A fin de expresar su punto de vista más enfáticamente, Moisés dijo: "¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua" (Ex. 4:10).
Dios dejó claro que no había escogido a un vocero renuente, debido a la habilidad natural de Moisés: "Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora, pues, vé, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar" (Ex. 4:11, 12).
Esta conversación debe ser un gran incentivo para nosotros hoy. Cuando tenemos que ser voceros de Dios, nuestra habilidad no se requiere como prerrequisito. De hecho, confiar en nuestra fuerza y capacidad es la misma cosa que a menudo impide que nos convirtamos en siervos verdaderos de Dios. ¿Va a confiar usted en Dios y testificar para Él?