Hugh Latimer
- Publicado en Anécdotas
“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mat. 10:28)
“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mat. 10:28)
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Col. 3:23–24)
“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Cor. 15:55)
“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días” (Salmos 23:6).
Charles Haddon Spurgeon nació en 1834 en Menton, Francia. Fue un pastor bautista reformado inglés. Según la Biblioteca Cristiana en Internet, a largo de su vida evangelizó alrededor de diez millones de personas, e incluso se asegura que llegó a predicar hasta diez veces a la semana en distintos lugares. Sus sermones han sido traducidos a varios idiomas y es conocido como el “Príncipe de los Predicadores”.
El siguiente artículo apareció publicado en el Nashville Banner el 19 de junio de 1956. Decía:
“Porter, Oklahoma (Prensa Asociada) - La señora Ella Craig de 81 años de edad, nunca ha dejado de asistir a la escuela dominical durante 1.040 domingos - un récord perfecto durante 20 años’.
Un predicador anciano se puso de pie para predicar y leyó este texto en Mateo 4:24: “... y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó” (Mat. 4:24).
El pastor siguió diciendo: “Hoy en día los médicos pueden hacerles exámenes exhaustivos, les pueden mandar a hacer todo tipo de pruebas de laboratorios y algunas veces curar sus dolencias, pero si sufre de la enfermedad de los buzos, entonces sólo Dios puede curarlo. Y permítanme decirles hermanos, hay una epidemia regular de la enfermedad de los buzos entre nosotros”.
“Algunos bucean en busca de la puerta el domingo apenas se acaba la escuela dominical. Están los que bucean por el televisor después de la iglesia. Quienes bucean en busca de una lista de excusas para no trabajar para el Señor. Otros que bucean por el carro y toman un viajecito el fin de semana. Otros bucean buscando sus monedas de cinco y de a diez, para ponerlos en la ofrenda, en lugar de pagar el diezmo. Otros bucean por la puerta tan pronto como el ministro hace el llamado para orar ante el altar. Sí, se necesita al Señor y a su amor para que la iglesia pueda curarse de la ‘Enfermedad de los Buzos’”.
Un conocido ministro inglés predicaba un domingo en Boston para el doctor Phillips Brooks. Después del servicio comenzó a caminar en dirección a su hotel. Necesitaba que lo guiaran, así que le preguntó a un hombre que estaba detrás de él que le indicara el camino. Y el caballero le dijo: “¡Oh! Usted es el ministro que acabo de escuchar, reconozco su voz. Estoy ciego, pero puedo indicarle el camino, puedo llevarlo hasta la puerta”.
El gran predicador y escritor cristiano Charles Haddon Spurgeon, en sus muchos viajes, pasaba numerosas veces por el principado de Mónaco en la costa Mediterránea. En sus primeros viajes, el notable predicador gustaba pasearse en los predios que rodeaban el Casino de Montecarlo. El paisaje de los jardines era encantador, a opinión de Spurgeon, "era el más hermoso del mundo".
Después que el gran predicador Spurgeon le hablara a un grupo de 23.654 personas en el Palacio de Cristal, regresó a su hogar. Uno de sus biógrafos cuenta: