Reyna por nueve días
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Nacida en 1537, Lady Juana Grey era sobrina del rey Enrique Octavo. Su padre estuvo comprometido con la Reforma y se aseguró que su hija recibiera la mejor educación reformada disponible. El futuro obispo de Londres le enseñó latín y griego siendo una niña, e incluso Juana mantuvo correspondencia en latín con Heinrich Bullinger, el reformador suizo. Disfrutaba tanto de los estudios académicos, que a la edad de trece años dijo: “Cualquier cosa que haga, además de aprender, está colmado de dolor, problema, temor y me desagrada por completo”.
Su padre tenía esperanzas de que se casara con su primo, el rey Eduardo Sexto. Lady Juana y Eduardo eran exactamente de la misma edad y amigos íntimos. Ambos eran cristianos celosos y deseaban usar sus influencias y posiciones para la gloria de Dios. Pero Eduardo estaba enfermo de muerte con tuberculosis, de tal manera que su padre la hizo casarse con Lord Guildford Dudley, el hijo del hombre más poderoso en el reino, John Dudley, duque de Northumberland.
Un poco antes de que muriera el rey Eduardo el 6 de julio de 1553, a la edad de quince años, el duque de Northumberland, quien era su consejero, lo convenció para que nombrara a su nuera y prima Lady Juana Grey como su sucesora, en lugar de sus propias hermanas María y Elizabeth. Aparte del gran deseo del duque de ver a su hijo convertirse en rey como el esposo de Lady Juana, también prevalecía el miedo a morir en la hoguera, ya que los protestantes temían que María restituyera el catolicismo.
El 10 de julio Lady Juana Grey fue proclamada públicamente reina, en contra de sus deseos, porque convertirse en reina, era una de esas cosas que “le desagradaban por completo”. Juana sentía que María era la heredera legítima al trono. La nobleza y gran parte del populacho se opuso al proyecto de Northumberland y apoyaba a María, no a Juana. Después de ser reina por sólo nueve días, Juana fue depuesta y María la hija mayor del rey Enrique Octavo, fue proclamada reina en su lugar.
En menos de dos semanas después que María fuera coronada reina, el parlamento se inició con una misa. Jane y su esposo fueron arrestados y puestos en prisión en la torre de Londres. María era ambiciosa y despiadada, y estaba determinada a restablecer el catolicismo como la religión estatal de Inglaterra. Revocó muchas libertades religiosas previamente acordadas por Enrique Octavo y Eduardo Sexto. “María la Sanguinaria” reinó por cinco años, y durante ese tiempo cientos de protestantes fueron quemados en la hoguera y muchos clérigos fueron al exilio.
Lady Juana y su esposo fueron acusados de traición y sentenciados a muerte. Dos días antes de que Lady Juana fuera decapitada, la reina envió al abad de Westminster para que la persuadiera a que se convirtiera al catolicismo, pero Juana estaba decidida. El abad le comunicó cuánto lo lamentaba por ella, diciéndole: “Estoy seguro que nosotros dos, nunca nos volveremos a encontrar”.
Lady Juana respondió: “Es cierto que nunca más nos volveremos a ver, excepto si Dios cambiara su corazón, porque usted es un caso perdido. Oro a Dios para que le envíe su Espíritu Santo, porque Él le ha dado a usted su gran don de expresión, y si le place también puede abrirle los ojos de su corazón”.
El 2 de febrero de 1554, el esposo de Juana fue decapitado primero. Mientras ella miraba a través de la ventana de la prisión, vio su cuerpo que era arrastrado del lugar de la ejecución en una carretilla, y clamó: “¡Oh Guildford, Guildford! ... eso no es nada comparado con el gozo que compartiremos este día en el Paraíso”.
Cuando llegó su turno, se dirigió a las personas que rodeaban el patíbulo, y les dijo: “Buenas personas, oro para que todos den testimonio de que muero como una verdadera cristiana, y que espero ser salva por ningún otro medio, excepto por la misericordia de Dios en la sangre de su Hijo único Jesucristo”.
Ella se arrodilló, pronunció un salmo, y murió a la edad dieciséis años.
Reflexión
Lady Juana Grey fue verdaderamente una adolescente extraordinaria. En el espacio de un año se casó, se convirtió en reina, fue puesta en prisión, y murió por su fe. Ojalá Dios nos dé a todos nosotros la madurez espiritual que ella tenía en sus años de adolescente.
“Arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Colosenses 2:7).