La puerta del principio y el fin
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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En el año 1517 un fraile llamado Johann Tetzel había estado vendiendo indulgencias cerca de Wittenberg recaudando dinero para construir la catedral de San Pedro en Roma. Según Tetzel, esos que compraban una indulgencia reducirían la duración de su castigo en el purgatorio. Las indulgencias también podían comprarse en favor de familiares y amigos muertos. La línea final en el sermón de Tetzel era: “Tan pronto como suena la moneda que cae en el cofre, el alma salta de inmediato fuera del purgatorio”.
La venta de estas indulgencias enfureció a Martín Lutero, el profesor de estudios bíblicos de la Universidad de Wittenberg, quien decidió plantear un debate con otros miembros de la facultad sobre este asunto. Como profesor interesado en entablar esta disputa, Lutero clavó sus Noventa y Cinco Tesis sobre las puertas de madera de la catedral de Wittenberg, en Alemania, el 31 de octubre de 1517.
Algunos de los puntos de Lutero para discusión eran:
1. Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: "Haced penitencia...", quiso que toda la vida de los creyentes fuera penitencia.
32. Serán eternamente condenados junto con sus maestros, aquellos que crean estar seguros de su salvación mediante una carta de indulgencias.
37. Cualquier cristiano verdadero, sea que esté vivo o muerto, tiene participación en todos lo bienes de Cristo y de la Iglesia; esta participación le ha sido concedida por Dios, aun sin cartas de indulgencias.
62. El verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto Evangelio de la gloria y de la gracia de Dios.
Lutero sabía por su propio arrepentimiento y conversión que por pagar una indulgencia no se podía lograr el perdón de los pecados. Poco después de pegar sus Noventa y Cinco Tesis, comenzó a estudiar el Nuevo Testamento en griego, y sus estudios lo persuadieron que metanoia, la palabra griega para arrepentimiento, significaba un cambio del corazón, no simplemente ejecutar obras externas, tal como la definían los teólogos de su día.
Escribió las Noventa y Cinco Tesis en latín, intentando con esto que la discutieran los eruditos, no para que circularan entre el populacho. Pero como él mismo reconoció, “En cosa de unos quince días habían volado por toda Alemania”. Fueron traducidas al alemán y vendidas hasta en Roma. Sus Noventa y Cinco Tesis se convirtieron en algo mucho más que una tarea universitaria.
Por las siguientes dos décadas, Lutero disfrutó viendo crecer la Reforma. Muchas regiones en Alemania aceptaron las doctrinas evangélicas que él y otros reformadores descubrieron en la Escritura. Incluso vivió para ver a una segunda generación de evangélicos cantando los himnos que había escrito, leyendo su traducción en alemán de la Biblia, y aprendiendo su catecismo desde la más tierna infancia.
A lo largo de su vida predicó y enseñó la promesa de redención de Dios al pecador arrepentido. Y en su lecho de muerte oró: “Oh Señor Jesucristo, encomiendo mi pobre alma a Ti. Oh Padre Celestial, sé que aunque sea tomado de esta vida, viviré para siempre contigo. ‘Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna’. Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Lutero murió el 18 de febrero de 1546, a la edad de 62 años en Eisleben, la ciudad donde nació. Cuando la noticia de su muerte llegó hasta Wittenberg, las campanas comenzaron a sonar, y las personas se reunieron en las calles, esperando rendirle un último tributo a su líder.
El lunes 22 de febrero de 1546, acompañado por una caravana que incluía a su esposa Katie, sus cuatro hijos y una multitud de seguidores, el ataúd con los restos mortales de Lutero fue transportado a través de las puertas de la iglesia castillo en Wittenberg, en la cual, 28 años antes el joven monje había clavado sus tesis.
Reflexión
Muy poco sabía Martín Lutero de las fuerzas que se pondrían en movimiento cuando clavó sus Noventa y Cinco Tesis, simplemente consideró que era necesario hablar en contra del error de su día. Estuvo dispuesto a sostener la verdad y Dios lo usó para cambiar el mundo. ¿Alguna vez ha sentido que debe hablar en contra del error? No hay forma de predecir cómo Dios honrará su fidelidad.
“Que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad” (2 Timoteo 2:25).