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Los hermanos Wesley

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

         John y Charles Wesley nacieron en 1703 y 1707 respectivamente, siendo los hijos número quince y dieciocho de Samuel y Susan Wesley.

         En Oxford ellos se encontraban frecuentemente con George Whitefield y otros,  en los estudios bíblicos y reflexiones.  John era el líder de su grupo, el cual era llamado burlonamente el “Club Santo”.

         En 1735 los Wesley se embarcaron para Estados Unidos como misioneros en la colonia de Georgia.  Durante la larga jornada la embarcación fue azotada por una violenta tormenta y John quedó encogido por el miedo a la muerte.  Sin embargo, se quedó asombrado de la paz que exhibían los cristianos moravos a bordo de la embarcación y estremecido al reconocer que ellos tenían algo que él no poseía.

         El 24 de enero de 1738, él escribió en su diario: “Fui a América a convertir a los indígenas, pero ¡oh! ¿Quién me convertirá a mí? ¿Quién será el que me librará de este corazón perverso de incredulidad?  Puedo hablar bien, y creer mientras no haya peligro cerca; pero si la muerte mira a mi rostro, mi espíritu se siente atribulado.  Tampoco puedo decir: ‘Para mí el morir es ganancia’”.

         Después de un breve tiempo sin ningún éxito en Estados Unidos, los hermanos Wesley regresaron a Inglaterra en donde quedaron bajo la influencia de Peter Boehler, otro  moravo.  Las enseñanzas de Boehler sobre la justificación por fe, sin obras, eran bien convincentes.  Los Wesley comenzaron a leer ansiosamente los escritos de Martín Lutero sobre Gálatas y Romanos, llegando a reconocer que la teología que profesaban descansaba en las obras, no en la fe.  Esta doctrina estaba ahora clara en las mentes de ellos, pero todavía no la tenían en sus corazones.

         El 20 de mayo de 1738, los hermanos y algunos amigos, permanecieron toda la noche orando por Charles, quien estaba muy enfermo.  Ellos también clamaban para que Dios abriera sus corazones a fin de que pudieran verdaderamente creer en la seguridad de la salvación.  Al día siguiente Charles creyó y le entregó su vida a Cristo por primera vez.  Y dijo: “Ahora me encuentro en paz con Dios, y me regocijo en la esperanza de un Cristo amante”.

         Por tres días John luchó con lo que le había ocurrido a su hermano.  Deseaba creer, pero no podía y se deprimió mucho.  Luego, el 24 de mayo de 1738, escribió en su diario: “En la tarde fui de muy mala gana a una sociedad en la calle Aldersgate, en donde una persona estaba leyendo el prefacio de Lutero a la epístola a los Romanos.  Cerca de quince minutos antes de la nueve, mientras él estaba describiendo el cambio que Dios obra en el corazón mediante la fe en Cristo, experimenté un fuego extraño en mi pecho.  Sentí que había confiado en Cristo, sólo en Él para salvación, y tuve la seguridad que había quitado mis pecados, y me había salvado de la ley, el pecado y la muerte”.

         Cuando John fue a donde Charles a decirle las buenas nuevas, encontró que estaba despierto a altas horas de la noche escribiendo un himno para celebrar su propia conversión.  Cantaron el himno juntos.  Esa noche, John fue a la cama, esperando que todavía seguiría creyendo al otro día. Y dijo la siguiente mañana: “En el momento en que me desperté, mi Amo Jesús, estaba en mi corazón y en mi boca, y descubrí que toda mi fortaleza estaba en mantener mis ojos fijos sobre Él”.
John y Charles Wesley dirigieron el gran despertar espiritual metodista que cambió la sociedad inglesa.  Cuando Charles murió en 1786, había escrito casi ocho mil himnos.  Mientras John predicó sin parar hasta su muerte en 1791.

Reflexión

         John y Charles Wesley fueron muy religiosos por un buen número de años antes de convertirse en cristianos.  La justificación por fe por medio de la gracia fue la verdad asombrosa que finalmente le trajo a los Wesley paz y seguridad. ¿Con cuál de las experiencias de ellos puede identificarse? ¿En dónde se encuentra usted en su peregrinaje espiritual?  Las vidas de los Wesley ilustran el hecho que la actividad religiosa no puede llevarnos al cielo.  Que eso sólo se alcanza por medio de fe personal en el Señor Jesucristo.

         “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22 y 23).

Modificado por última vez enMiércoles, 26 Enero 2011 00:42
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