Pentecostés
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Fue en Pentecostés, el 24 de mayo del año 33 de nuestra era, quince días después del sábado de la semana del Cordero Pascual. Pentecostés marcaba el principio de la fiesta de las semanas cuando a cada varón judío se le requería aparecer en el templo. Era una festividad de gozo con la presentación de los primeros frutos recogidos para el Señor.
Justo diez días antes Jesús había ascendido al cielo, y en conformidad con sus instrucciones, los discípulos habían permanecido en Jerusalén. “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos” (Hechos 2:1-3).
Y como si esto no hubiera sido suficiente milagroso, ¡comenzaron a expresarse en lenguas que nunca habían hablado antes! Judíos de muchas otras naciones estaban en Jerusalén en ese tiempo, y cuando llegaron corriendo “... Estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?... Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto. Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel... Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán... Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella... Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2: 7-8, 13-16, 18, 21-24, 37-38).
Fue un día memorable para la iglesia naciente, y las instrucciones de Pedro son exactamente las mismas para la iglesia de hoy.
Reflexión
¿Ha creído y ha sido bautizado como los convertidos en el día de Pentecostés? ¿Se reúne con otros creyentes para aprender en compañerismo, participando de la cena del Señor y la oración? ¿En cuál de esas áreas necesita más fidelidad?
“Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:44-47).