Jerónimo de Praga
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Jerónimo de Praga era un aventurero alto, con una barba negra, un impetuoso reformador de la iglesia católica en la década de 1390. Su amigo Jan Hus, también otro reformador, lo había animado para que viajara a Inglaterra y estudiara las enseñanzas de John Wycliffe, el reformador inglés. Jerónimo fue a Oxford y literalmente absorbió las obras de Wycliffe. Al regresar a Praga, le llevó a Hus todos los libros de él y de otros reformadores checos.
Jerónimo tenía un espíritu inquieto y aventurero. Le encantaba viajar al exterior y propagar el mensaje de la Reforma, pero frecuentemente regresaba a casa, a su amada Praga para volver a encontrarse con Hus. Viajó a Jerusalén, París, Polonia, Lituania, Heidelberg, Colonia, Viena, Rusia y Hungría. Su habilidad como orador y su reputación como uno de los más grandes eruditos de su tiempo, le proveyeron la oportunidad para dirigirse a multitudes en las universidades.
En dondequiera que iba creaba una conmoción, con su fiera condenación sobre la corrupción dentro de la iglesia católica. A duras penas escapaba de cada ciudad, dejando siempre detrás a los profesores de las universidades y a las autoridades de la iglesia, enfurecidos.
Cuando Hus fue arrestado y llevado ante el Concilio de Constanza en 1414, Jerónimo le prometió que iría en su ayuda. Hus le escribió advirtiéndole que no fuera. Sin embargo, en conformidad con su espíritu audaz, entró secretamente a la ciudad el 4 de abril de 1415, y atrevidamente colocó avisos incendiarios por todas partes, exigiendo el derecho a hablar ante el concilio en defensa de Hus y en su propia defensa y solicitando un voto de protección. Cuando no le garantizaron ninguna seguridad, intentó huir de la ciudad. Casi logró escapar, pero fue capturado y arrojado en prisión.
Mientras Jerónimo estaba preso con grillos y cadenas, Hus fue quemado en la hoguera como un hereje, permaneciendo fiel hasta el fin. Después de la muerte de Hus, Jerónimo se retractó de todo lo que había proclamado previamente, esperando por medio de eso quedar en libertad. Confesó lealtad a la iglesia católica y declaró que Wycliffe y Hus eran herejes. Para su consternación, a pesar de que se había retractado no fue dejado en libertad, sino que lo mantuvieron en prisión por muchos meses.
El concilio creyendo que ninguna marcha atrás era suficiente para salvar a un hereje de ser ejecutado, presionó para que se le hiciera otro juicio a fin de condenarlo. Mientras tanto, Jerónimo comenzó a experimentar un gran remordimiento por su falta de lealtad a Dios. En el juicio resultante, Jerónimo una vez más se retractó, pero en esta ocasión declaró que había dicho esas cosas por temor a morir, y que estaba decido a defender públicamente hasta la muerte la verdad de Dios. Exigió una audiencia para alegar por su caso, pero el concilio se negó a escuchar su defensa. Él airadamente replicó: “¡Qué iniquidad es esta! Mientras yo he languidecido por trescientos cincuenta días en las cárceles más crueles, en medio del hedor, el hambre, los excrementos y las cadenas, careciendo de todas las cosas, ustedes han escuchado a mis adversarios y calumniadores, ¡sin embargo ahora se rehúsan a oírme por una hora!... Todo porque ya tienen en mente condenarme como alguien que no vale la pena, antes de saber siquiera quién soy. ¡Pero ustedes son hombres, no dioses, no son inmortales, sino mortales!”.
El discurso apasionado de Jerónimo impresionó a unos pocos observadores, pero el concilio rápidamente lo condenó a muerte.
Para su ejecución le obligaron a llevar puesto un sombrero alto de papel pintado con diablos rojos. Jerónimo dijo: “Cuando nuestro Señor Jesucristo sufrió la muerte por mí, el pecador más miserable, llevó puesta una corona de espinas sobre su cabeza; por su amor yo llevaré puesto este adorno de mofa y blasfemia”.
Mientras era conducido al mismo lugar en donde Hus había sido quemado hasta morir, cantó himnos en latín y checo, y continuó cantando hasta que la madera fue apilada a su alrededor. El 30 de mayo de 1416, Jerónimo de Praga, con su corona de papel sobre la cabeza fue quemado en la hoguera.
Reflexión
Jerónimo negó a su Señor, tal como hiciera el apóstol Pedro, sin embargo se retractó y fue perdonado. ¿Alguna vez ha negado al Señor? Si confesamos nuestras negaciones ante Dios, tal como hicieron Pedro y Jerónimo de Praga, Dios nos ayudará para que no lo hagamos nuevamente.
“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10:32 y 33).