Dos mensajeros, dos resultados
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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En 1845 los metodistas en Vermont enviaron al evangelista James Caughey a Europa a ministrar por dos años. Él primero fue a Birmingham, Inglaterra, en donde llevó a cabo un ministerio exitoso por cinco meses. Desde allí viajó por tren a Nottingham, Inglaterra, en donde había sido invitado a predicar en la Capilla Wesley, una gran iglesia que podía albergar de dos a tres mil visitantes.
Cuando John Wesley, el gran evangelista metodista, predicó por primera vez en Nottingham ciento cinco años antes, registró en su diario cuán desilusionado estaba por la respuesta de la gente al Evangelio, dijo: “Ninguna persona de las que llegaba oraba, sino que todos se sentaban de inmediato y comenzaban a hablar a su vecino, o mirando a ver quien se encontraba allí”. Wesley contó que predicaba “con un corazón acongojado”. Pero ahora las cosas habían comenzado a cambiar. En el primer domingo de Caughey en Nottingham, Dios comenzó a derramar su Espíritu sobre la capilla y ciento treinta y seis personas depositaron su fe en el Señor Jesús. Conforme las semanas iban transcurriendo muchos continuaban entregándose a Cristo cada día.
El lunes por la tarde tuvo lugar una reunión de oración y cuarenta y siete más fueron salvos. El martes en la noche fueron veinticuatro, el miércoles veintidós y sucesivamente a lo largo de toda la semana.
Uno de los secretos, fue el sistema organizado de los metodistas para el seguimiento de los nuevos convertidos. Los nombres y direcciones de cada uno eran registrados de inmediato, luego se les asignaba un tiempo para que se reunieran con un líder de la iglesia y se anotaba el día y hora de la reunión. También eran repartidos en las diferentes clases que tenían lugar en la capilla. Además, el secretario de la iglesia mantenía un registro para comprobar si se congregaban tal como habían prometido. Con tal sistema en lugar, nadie resbalaba o era pasado por alto.
En junio de 1846, el día en que Caughey partió de Nottingham, a menos de cinco semanas después de su llegada, había visto a mil cuatrocientos doce personas confiar en Cristo como su Señor y Salvador. Más de mil convertidos llegaron a su último servicio para despedirlo con lágrimas.
Ciento cinco años después de la desilusión que John Wesley anotara en su diario acerca de Nottingham, Caughey escribió en el suyo: “Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo por tal trabajo - el cual sólo el Dios Omnipotente podía llevar a cabo... Nunca he sido testigo de una obra del Señor como esta, en tan corto tiempo. Verdaderamente ha sido una de las más grandes oleadas de primavera del Espíritu, lo cual tal vez nunca más volvamos a ver, a menos que lo observemos desde nuestra posición en el cielo, en los triunfos futuros de Emanuel... ¿Pero por qué no pudo llevarse a cabo en un tiempo breve, si el pueblo estaba dispuesto a ser salvo? ¡Está escrito, somos justificados por fe, y el propio Dios dijo: ‘He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación’”.
Tanto John Wesley como James Caughey predicaron fielmente en su primera visita a Nottingham, pero los resultados fueron de acuerdo al tiempo de Dios.
Reflexión
¿Fueron los dos frutos diferentes a la predicación de Wesley y de Caughey en Nottingham, una reflexión de su fidelidad? ¿Será que la experiencia de estos dos hombres nos enseña que debemos enfocarnos en los resultados? Ambos servían a Dios fielmente, y eso es todo lo que el Señor requiere de nosotros, el resultado depende de Él.
“Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento” (1 Corintios 3:7).