El traductor fugitivo
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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William Tyndale nació en 1494, y se educó primero en Oxford en donde fue ordenado sacerdote, y luego en Cambridge en donde se unió a la Reforma. Cuando completó su educación, sintió que necesitaba apartarse por un tiempo de la atmósfera académica de la universidad para poder pensar, orar y estudiar el Nuevo Testamento en griego por sí mismo. Su solución fue tomar un trabajo como tutor para una familia adinerada. Durante ese tiempo se convenció que Inglaterra nunca sería evangelizada con Biblias en latín, porque era imposible enseñarle a los laicos alguna verdad sino se los ponía ante sus ojos la Escritura en su lengua materna.
Sin embargo, sus esfuerzos por obtener permiso del obispo de Londres para traducir la Biblia al inglés no tuvieron éxito, así que salió de Inglaterra para no regresar jamás.
Se estableció en Antwerp, Bélgica, en donde mercaderes ingleses que simpatizaban con él, lo escondieron y protegieron mientras traducía al inglés, el Nuevo Testamento en griego y partes del Antiguo Testamento en hebreo. Su primer Nuevo Testamento en inglés fue impreso en Alemania en 1525.
Conforme las Biblias en inglés de Tyndale eran contrabandeadas a Inglaterra, el arzobispo de Canterbury y el obispo de Londres comenzaron a atacarle fieramente. Finalmente el 18 de junio de 1528, Thomas Wolsey, el cardenal inglés, ordenó al embajador de los Países Bajos que le exigiera al regente que le arrestara y lo extraditara a Inglaterra. Sus perseguidores necesitaron siete años para rastrearlo, y finalmente Tyndale fue arrestado cerca de Bruselas en 1535. Lo encerraron en el calabozo de un frío castillo por cerca de dieciocho meses antes de juzgarlo.
Se acumuló una larga lista de cargos en su contra, entre ellos: “Que había mantenido que sólo la fe justifica y que creer en el perdón de los pecados y aceptar la misericordia ofrecida en los evangelios, era suficiente para la salvación”.
Tyndale, quien apenas acababa de cumplir los cuarenta años, fue encontrado culpable en su juicio y condenado a morir como hereje. Al referirse a la oposición del rey a su Biblia en inglés, dijo: “Señor, abre los ojos del rey de Inglaterra”. Luego William Tyndale fue estrangulado y su cuerpo quemado.
El año en que murió, había dos Biblias en inglés que circulaban en Inglaterra, que contenían su traducción del Nuevo Testamento, esperando por la aprobación del rey Enrique Octavo. Cuando le presentaron la primera al rey, sin advertir que era Tyndale quien había traducido el Nuevo Testamento, proclamó: “¡En el nombre de Dios, dejemos que esté a disposición del pueblo!”.
Dos años después, el rey dio la orden que cada iglesia en Inglaterra dispusiera “De la entera Biblia en inglés”. La oración que hiciera Tyndale antes de morir fue respondida.
Las traducciones de la Biblia de Tyndale fueron su legado póstumo. Estaban tan bien hechas, que constituyen el noventa por ciento de las palabras de la Versión King James publicada cerca de cien años después, y el setenta y cinco por ciento de la Versión Estándar Revisada de 1952.
Reflexión
Algunas de nuestras peticiones de oración tal vez no sean respondidas durante el curso de nuestra vida, pero eso no significa que nunca lo serán. ¿Cuál de sus plegarias tiene usted temor que está en esta categoría? Hacia el fin de su vida el profeta Daniel oró: “Ahora pues, Dios nuestro, oye la oración de tu siervo, y sus ruegos; y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado, por amor del Señor... Oye, Señor... presta oído, Señor, y hazlo...” (Daniel 9:17 y 19). Daniel no vivió para ver la reconstrucción del templo y de la ciudad de Jerusalén, pero Dios respondió a su oración de acuerdo a su propio tiempo. ¡No se desanime! ¡Continúe orando!
“Dios mío, clamo de día, y no respondes; y de noche, y no hay para mí reposo. Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel. En ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron avergonzados” (Salmos 22:2-5).