El año 1492

         En 1479 Fernando e Isabel introdujeron la Inquisición en España, un tribunal católico para identificar y remover la “herejía”, y los israelitas allí fueron un blanco particular.  A principios de la edad media, España había sido el área latina más segura para los hebreos, razón por la cual se convirtió en un centro de aprendizaje y finanza judío.  Pero para los siglos trece y catorce, el anti-semitismo estaba en aumento.  En 1391, cuatro mil judíos fueron masacrados en Sevilla.  Otros, mientras estaban adheridos secretamente al judaísmo, en apariencia profesaban el catolicismo y se hacían bautizar para salvar sus vidas.  Los españoles burlonamente se referían a ellos como “marranos”, comparándolos con cerdos.  Los “marranos” tenían los derechos legales de los ciudadanos católicos, sin embargo era bien conocido que privadamente muchos eran todavía judíos practicantes.
La Inquisición Española determinó como blanco a todas las clases de enemigos sospechosos de la iglesia, pero la mayoría eran judíos.  La tortura era uno de los medios principales para los interrogatorios.  En doce años de inquisición condenaron a trece mil “marranos” por practicar el judaísmo.  En total, la Inquisición Española castigó a trescientas cuarenta y un mil personas, y más de treinta y dos mil fueron quemados en la hoguera.  Fernando e Isabel se apoderaban de las posesiones de todos esos condenados.

         La indignidad final impuesta sobre los judíos, fue el edicto de expulsión firmado por Fernando e Isabel.  Decretaba que quien no se bautizaba de inmediato tenía que salir de España en tres meses a partir de la fecha límite que fue el 2 de agosto de 1492.

         Para ese tiempo, todavía había doscientos mil de ellos viviendo en España.  Muchos decidieron dejarse bautizar, incluyendo al rabino mayor y una gran mayoría de las familias líderes.  Aproximadamente cien mil huyeron a Portugal, sólo para ser expulsados de allí cuatro años después.  Unos cincuenta mil cruzaron los estrechos hacia el Norte de África o emigraron por barco a Turquía, abandonando el territorio que había sido su hogar por cerca de mil quinientos años.  Otros fueron a Holanda, el único país cristiano que los recibía.
La razón por qué Colón decidió partir desde el pequeño puerto de Palos fue porque Cádiz, el puerto más grande, había sido designado como el lugar de embarque para los judíos y estaba colmado con miles que estaban huyendo del país por barco.  Unas ocho mil familias zarparon desde allí durante el verano de 1492.
Colón se hizo a la vela desde España una hora y media antes de la puesta del sol, antes de que se cumpliera la fecha límite del 3 de agosto de 1492, junto con su secretario judío Luis Torres, quien había sido bautizado recientemente.  Como siempre firmó con el apellido “Colón”, el cual era común entre los “marranos” de Génova su lugar de residencia, esto demuestra que debía ser un judío que fue obligado a hacerse católico.
El 2 de agosto en 1492, correspondió en el calendario hebreo, al 9 del mes de Ab.  Ésta fue la misma fecha en que tuvo lugar la destrucción del templo judío en el año 586 antes de Cristo, que comenzó el exilio entre los babilonios, y que fue destruido el templo de Herodes por los romanos en el año 70 de nuestra era.  Fue también el mismo día en el calendario judío, en que los hebreos fueron expulsados de Inglaterra en 1290.

         La persecución y exilio de los judíos desde España fue el evento de mayor importancia para el judaísmo entre los siglos segundo y tercero de la era cristiana, además del holocausto.  Los judíos españoles llegaron a ser conocidos como los Sefardíes - una corrupción de una palabra antigua para designar a España.  Ellos permanecieron dispersos hasta la creación del estado de Israel ocurrida en 1948.

Reflexión

         ¿Por qué cree que los judíos sufrieron tal persecución en España? ¿Existe alguna defensa posible para sus perseguidores, quienes se llamaban a sí mismo católicos cristianos? ¿Cree usted que Dios estaba involucrado en esta situación?

El Señor le dijo a Israel: “Si no cuidares de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS...  Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo; y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú ni tus padres, al leño y a la piedra” (Deuteronomio 28:58,64).