Una interrupción sorprendente
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Asahel Nettleton era un granjero joven, nació en Killingworth, Connecticut, en 1783. Su satisfacción con la vida se vio estremecida cuando escuchó un sermón sobre la regeneración que le hizo darse cuenta de su necesidad de arrepentimiento. Se consideraba a sí mismo como una buena persona y tenía dificultad para sentirse culpable por sus pecados. Y decía: “Trataba de arrepentirme, pero no podía sentir el más mínimo dolor por mis innumerables pecados. En mis esfuerzos por afligirme vi que mi corazón todavía permanecía impenitente, que se obstinaba en seguir pecando”.
Por un período de diez meses luchó contra Dios diariamente, orando, llorando y sintiendo que no había esperanza para él, y comenzó a pensar si acaso no era uno de los elegidos, porque su corazón estaba endurecido con respecto a las cosas del Señor.
Un día desesperado mientras se encontraba en el campo, de súbito sintió una calma que nunca había experimentado antes. Conforme se examinaba a sí mismo se advirtió que su resistencia a ciertas doctrinas cristianas habían desaparecido y que por primera vez se había arrepentido verdaderamente - no porque tuviera miedo de las consecuencias de sus pecados, sino porque eran un insulto a su Dios Santo. Por primera vez en diez meses experimentó gozo sintiéndose seguro de su salvación.
Después de su conversión Nettleton dejó el trabajo de la granja para atender la Universidad de Yale. Durante sus estudios de posgrado desarrolló un fuerte interés por el evangelismo. Fue ordenado en 1811 en la Iglesia Congregacional y sirvió por más de una década como un evangelista ambulante a través de Nueva Inglaterra.
El comienzo de los años 1800 fueron muy importantes en la historia de la iglesia de Norte América. Un gran despertar espiritual había comenzado en la frontera en 1801 y se había propagado a todo lo ancho de la nación. Nettleton fue una figura importante en traer este despertar espiritual a Nueva Inglaterra - a la región nororiental de Estados Unidos. Parte de su éxito para traer convicción a los pecadores se debía al hecho que había luchado profundamente con su propio pecado y arrepentimiento, lo cual le dio un conocimiento excepcional sobre el corazón humano.
Durante el verano y otoño de 1820, predicó en New Haven y en la Universidad Yale a petición de los pastores locales. Un despertar espiritual estaba teniendo lugar a todo lo ancho de la ciudad, y él estaba involucrado en la predicación, visitando a nuevos convertidos y a esos que todavía estaban buscando. De los cientos de reuniones que atendió, recordaba una visita en particular que tuvo lugar el 25 de agosto de 1820, a las dos de la tarde, “como una que nunca olvidaría”.
Era una reunión de veinte mujeres, todas las cuales estaban afligidas debido a la falta de propósito en sus vidas. Sintiendo la necesidad espiritual de ellas, Nettleton les habló, apelando a sus conciencias y urgiéndolas para que se arrepintieran. De súbito, una joven llamada Emily, espontáneamente le interrumpió y dijo, como si estuviera hablando consigo misma: “¡Oh! Puedo someterme, puedo amar a Cristo. ¡Cuán fácil es! ¿Por qué no lo había hecho antes?”. Las otras damas fueron profundamente impactadas por sus palabras. Emily saltó sobre sus pies y comenzó a suplicarle a sus amigas que se arrepintieran de inmediato y se sometieran a Cristo, asegurándoles que se verían libres de sus cargas así como Él había removido las suyas. Nettleton permaneció silencioso, orando por ellas, sabiendo que en ese momento Emily era la predicadora más poderosa.
Una por una fueron arrepintiéndose y encontraron salvación, mientras que otras abandonaron la habitación. Al final de tres horas, nueve habían entreado sus vidas a Cristo - su antigua falta de propósito fue remplazada por un gozo indescriptible.
Nettleton más tarde recordaba así la experiencia: “Suficiente es con decir, que nunca vi o escuché de una visita vespertina como ésta antes... A la conclusión, comenzamos a mirarnos a nosotros mismos para ver e inquirir. ¿Qué había hecho Dios?... Y me dije: ¿Será posible? ¡Esto es demasiado! Sino lo hubiera visto, no lo habría creído. Porque nueve de esas mujeres que entraron a la habitación en profunda aflicción, ahora se regocijaban con esperanza”.
Reflexión
Al comenzar la reunión, ellas estaban experimentando ansiedad sobre su estado espiritual. Su miseria las conllevó al arrepentimiento y luego a la paz y al gozo. ¿Alguna vez ha tenido una experiencia similar? ¿Está usted desesperado por su pecaminosidad? Arrepentimiento significa volverse a Dios y apartarse de sus pecados. Si nunca se ha arrepentido de ellos, vuélvase a Dios y permita que le traiga paz y gozo.
“Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado” (Hechos 3:19 y 20).