Un secreto espiritual
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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El libro que circuló más ampliamente sobre Hudson Taylor, misionero pionero en el interior de China, fue El secreto espiritual de Hudson Taylor.
Nació en Yorkshire, Inglaterra en 1832, era hijo de un farmaceuta y predicador metodista laico. Experimentó una dramática conversión en Jesucristo a la edad de diecisiete años, y pronto se interesó en hacerse misionero en China. Fue por primera vez allí en 1854 con la Sociedad de Evangelización China, un grupo de corta duración. Contrajo matrimonio con María Dyer, otra misionera, a pesar de que varios compañeros en la misión trataron de persuadir a su futura esposa, para que no lo hiciera.
Forzado a regresar a Inglaterra debido a su salud, no podía encontrar una sociedad misionera que lo respaldara cuando China quedó abierta al occidente. Como resultado, en 1865 fundó la Misión Interdenominacional Interior en China, que hoy se conoce como Comunidad Misionera en el Extranjero. Al año siguiente se embarcó para el oriente con su primera brigada de misioneros.
Supervisar las múltiples estaciones misioneras a través de la extensión del territorio asiático se convirtió en una labor desalentadora y a menudo frustrante. En 1869 se sumió en una profunda depresión, incluso hasta llegó al extremo de contemplar el suicidio. Su conflicto interior aumentó conforme pasaban los meses de verano. Oró, hizo resoluciones, ayunó, leyó su Biblia sin ningún beneficio aparente. Oró por fe, por santidad, por paz, pero sólo sentía más conflicto.
En agosto visitó la estación misionera en Hangchow, que estaba a cargo de John McCarthy, un volátil irlandés. Taylor le compartió su frustración espiritual personal, y McCarthy le contó de sus propios sentimientos personales de fracaso y desasosiego. Él también anhelaba desesperadamente la satisfacción de un compañerismo continuo con Dios.
Abandonó Hangchow y visitó otras estaciones misioneras en su camino de regreso a su propio conglomerado misionero, todo mientras luchaba con su propia desesperación espiritual. Llegó a casa en Chinkiang el 4 de septiembre de 1869. Después de ser saludado por su propia esposa e hijos, de inmediato se apresuró a su habitación para ponerse al día con su correspondencia.
Una de las cartas que abrió y leyó fue la de John McCarthy, había sido escrita un día o dos, después de su visita. McCarthy escribió: “Me parece como si el primer vislumbre del alba de un glorioso día ha amanecido sobre mí... Me parece que he cenado sólo eso que puede satisfacer completamente”.
Conforme leía, Hudson Taylor se convenció que McCarthy había descubierto el secreto que había estado buscando. El parágrafo final decía: “Permitir que la voluntad de mi amado Salvador obre en mí... que habite en mí, no esforzándome o luchando, sino mirándolo, confiando en Él por poder presente... Descansando en el amor de un Salvador Todopoderoso, en el gozo de una salvación completa. No tratando de tener fe, o aumentar nuestra fe, sino que todo lo que necesitamos es mirar a Él que es fiel. Descansar enteramente en el amado, por tiempo, por eternidad. Esto no me parece a mí como nada nuevo, sólo algo que mal interprete en el pasado”.
¡La larga lucha espiritual de Hudson Taylor quedó resuelta en un instante! Él más tarde escribió: “Conforme leía, lo vi todo. Miré a Jesús, y cuando lo vi - ¡oh cómo fluyó el gozo!”.
Un colega contó: “Ahora era un hombre gozoso, un cristiano feliz y brillante. Antes había trabajado duro, pero vivía agobiado, con muy poco descanso para el alma. Ahora estaba descansando en Jesús, y permitiendo que Él hiciera el trabajo - lo cual hacía toda la diferencia. Después de eso, cada vez que hablaba en las reuniones, un nuevo poder parecía fluir de él, y en las cosas prácticas de la vida, una nueva paz lo poseía. Los problemas no le preocupaban como antes. Él puso todo sobre el Señor, en una nueva forma y tenía más tiempo para orar”.
Hudson Taylor había encontrado su secreto espiritual. Era una vida cambiada - ¡ya no más yo, sino Cristo viviendo en mí!
Reflexión
Todos podemos identificarnos con la frustración de Hudson Taylor al tratar de vivir la vida cristiana por nuestros propios esfuerzos. ¿Qué le ayuda más en el secreto que descubrió Taylor? ¿Qué puede hacer para aplicar esta verdad a su vida?
“... Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:19b y 20).