Lloró con quienes lloraban
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Edward D. Griffin renunció a su pastorado en la Iglesia Presbiteriana Newark, una de las más grandes en la nación, para convertirse en profesor de predicación ante el púlpito, en el nuevo Seminario Teológico en Andover, Massachusetts. Cuando se mudó de Nueva Jersey a Boston, a ocupar su nueva posición, fue acompañado por cinco estudiantes que atenderían el nuevo seminario. Uno de ellos, Lewis LeCount Conger, pronto se enfermó seriamente, y Griffin quien aprendido a querer profundamente al joven, buscaba informar y consolar a la familia del seminarista enfermo. Fue así como comenzó su conmovedora correspondencia con esos que amaban a Lewis Conger:
Enero 2 de 1810
Estimado señor:
Cuán a menudo, usted y su querida familia han dicho: ‘Jehová reina; regocíjese la tierra’. Qué bendición saber que es Él, quien determina todos nuestros cambios y pruebas... Ustedes le han entregado un hijo a Cristo, y si él ha trabajado para el Señor en la tierra, Cristo le preservará y lo convertirá en una bendición para la iglesia; pero si tiene otro designio, a no dudar se lo llevará para que esté con Él... Lewis tiene la fiebre tifoidea. Su mente está débil; pero le encanta oír el nombre de Cristo, y escucha con profundo interés y tierno afecto todo lo que se dice acerca de Ese bendito Salvador... Les suplico, mis queridos amigos... Que se preparen para todas las cosas que Dios tiene para ustedes... Mi oración, es que el Dios Todopoderoso los conforte,
en esta prueba.
Enero 3 de 1810
No hacemos más que orar por él, el entero colegio está clamando con lágrimas: ‘¡Sálvalo, sálvalo!’... Lo único que hago es orar con humildad y sinceridad, para que Dios le conceda la vida para el bien de ustedes, el nuestro y el de Cristo.
Enero 6 de 1810
El Dios Todopoderoso los fortalezca, mis queridos amigos, por las pruebas que han estado experimentando. Deseo con todo mi corazón tener algo agradable que comunicarles. Y sí lo tengo: ¡Jesús de Nazaret reina! El Dios infinito está feliz. Y nuestro amado Lewis está feliz. ¡Ah!... ¿Pero por qué mi corazón está adolorido y tembloroso? Se cumplió la voluntad de Dios. El propio Lewis deseaba que se hiciera su voluntad. Y tengo confianza en que él no deseaba oponerse a ella ahora... Lewis abandonó esta morada de dolor esta mañana a las diez en punto...
Ningún otro joven fue jamás más amado... Él no ha vivido en vano... Fue una bendición para muchas almas; y probablemente ha sido de manera indirecta de mucha bendición para miles en el colegio...
Enero 7 de 1810
Mis queridos amigos, todo fue determinado por el cielo. La sabiduría eterna dispuso que él muriera en este tiempo y lugar...
No piensen ahora que perdieron el tiempo al darle una educación. No, ustedes lo estuvieron preparando para algo más que un púlpito - para un trono más alto en el cielo... ¡Allí está él! No lo recuerden sobre un lecho de enfermo, en una tierra de extraños... Piensen que está en el monte Sion. Allí es donde está Lewis. El resto es simplemente polvo. No lo hemos perdido. Sólo se ha ido un poco antes que nosotros... Allí lo encontraremos pronto y disfrutaremos de su compañía nuevamente, y para siempre - mucho, mucho más de lo que estuvimos en este mundo...
Su afligido y afectuoso amigo,
E. D. Griffin
Reflexión
¿Ha perdido a un amigo, o a un ser querido en la flor de la vida y se ha preguntado por qué Dios se lo llevó? ¿Puede pensar en una razón, por qué se llevó a Lewis Conger? ¿Cree que es necesario saber por qué?
“Perece el justo, y no hay quien piense en ello; y los piadosos mueren, y no hay quien entienda que de delante de la aflicción es quitado el justo. Entrará en la paz; descansarán en sus lechos todos los que andan delante de Dios” (Isaías 57:1 y 2).