El resultado de una decisión
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Se ha puesto a pensar ¿por qué la Biblia Católica tiene más libros que la Evangélica? La respuesta proviene de un hombre que murió el 30 de septiembre del año 420. Su nombre fue Sofronio Eusebio Girolamo, pero la historia lo conoce como Jerónimo. Nació de padres cristianos en la parte nororiental de Italia y fue a Roma a la edad de doce años para estudiar. Fue bautizado allí a los diecinueve años y resolvió dedicarse exclusivamente al servicio de su Señor.
Jerónimo se sintió atraído por la vida monástica, pasando tiempo tanto en Gaul, la moderna Francia como en Siria. Vivía la vida de auto-negación en el desierto cerca del antiguo poblado de Calcis, Siria. Durante este tiempo comenzó a dominar el hebreo y a perfeccionar el griego. Fue ordenado en Antioquía y reconocido como un obispo sin responsabilidades pastorales. Después de eso estudió en Constantinopla bajo Gregorio Nacianceno, uno de los sacerdotes capadocios que habían tenido profunda influencia en la teología cristiana en general y en la doctrina de la Trinidad en particular.
En el año 386, se trasladó a Belén y pasó el resto de su vida allí. Era el supervisor de un monasterio y el consejero espiritual de un convento local.
Jerónimo pasó la mayor parte de su tiempo escribiendo. Su habilidad lingüística y erudición no fueron sobrepasadas en la iglesia primitiva. Mantenía una correspondencia voluminosa, compiló una biografía de autores cristianos, y escribió un comentario sobre virtualmente cada libro de la Biblia.
Pero lo que se consideró como su más grande contribución al mundo “cristiano” fue su traducción de las Sagradas Escrituras. En el año 382 el papa Dámaso comisionó a Jerónimo, quien para entonces no tenía más de treinta y cinco años, para que produjera un texto uniforme de la Biblia en latín. Tenía que estandarizar los textos que estaban entonces en circulación. Esto era una labor intimidante, porque de acuerdo con él habían casi tantos textos en latín como manuscritos.
Primero tradujo los evangelios y luego el resto del Nuevo Testamento, aunque otros tal vez tenían a disposición la traducción de Hechos a Apocalipsis. Después se volvió a los Salmos, produciendo tres traducciones sucesivas. La segunda se basaba en la versión griega del Antiguo Testamento hebreo llamado La Septuaginta. Este texto de los Salmos se convirtió en la versión modelo normal latina de su día presente.
Entre los años 390 al 404, tradujo el resto del Antiguo Testamento en latín. Además de los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento en hebreo, también había catorce libros religiosos judíos que los traductores de La Septuaginta habían incluido. Estos libros nunca fueron parte de la Biblia Judía y se llamaban Apócrifos, lo cual llegó a significar “espurio” o “no genuino”. Aunque Jerónimo incorporó los Apócrifos con el Antiguo Testamento tal como estaba en La Septuaginta, al hablar de los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento, aclaró: “Cualquier cosa fuera de esto, debe ser colocado con los Apócrifos - los libros no canónigos”. En otras palabras, Jerónimo vio una distinción definitiva entre los treinta y nueve libros inspirados y los Apócrifos.
Su traducción llego a ser conocida como La Vulgata. Al tiempo de la Reforma, el papa convocó al Concilio de Trento para intentar contener la ola del protestantismo. Allí, en un intento por diferenciar a la iglesia católico romana de los Reformadores, el concilio declaró la Vulgata Latina, incluyendo los Apócrifos como la versión autorizada de la Biblia en asuntos de doctrina, mientras que los Reformadores reconocieron sólo el Nuevo Testamento y los treinta y nueve libros originales del Antiguo Testamento.
Aunque Jerónimo había incluido los Apócrifos en la Vulgata como libros no inspirados, el Concilio de Trento los declaró inspirados. Así nació la diferencia entre la Biblia Católica y la Evangélica.
Reflexión
¿Qué diferencia hacen los libros que están en la Biblia? ¿Qué importancia tiene que nuestro Antiguo Testamento tiene el mismo número de libros que el de los judíos? Cuando Jesús y los escritores del Nuevo Testamento hablaron del Antiguo Testamento como autorizado, ¿por qué es tan importante saber a cuáles libros se refirieron?
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16).