Viviendo por la fe
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Dios motiva a cada persona en forma diferente, y guió a George Muller para que confiara en Él para todo en su vida y permitiera que le supliera sus necesidades. Nació en Prusia en 1805, y aunque fue entrenado para el ministerio luterano, hubo un tiempo cuando muchacho que participó en pequeños robos, pasando incluso tres semanas en la cárcel. Cuando tenía veinte años, un amigo lo invitó a una reunión privada en una casa, en donde los sábados por la tarde oraban, cantaban himnos, leían la Biblia y un sermón impreso, ya que era ilegal en Prusia que los laicos explicaran las Escrituras.
El sólo oír hablar de algo de esa naturaleza, le intrigaba. La reunión tanto lo desconcertó como lo emocionó. Reconocía que aunque tenía mucha más instrucción que los otros presentes, no podía orar de manera tan elocuente como estos simples comerciantes. Esa noche regresó a su casa sintiendo que había encontrado lo que estaba buscando. Dios había comenzado una obra de gracia en su corazón, y fue a dormir tranquilamente y feliz en Jesús.
El Señor continuó trabajando en su vida, y en 1829 fue a Londres para recibir entrenamiento y convertirse en misionero para los judíos. Después de reunirse con algunos de los hermanos de la Hermandad de Plymouth, un grupo de cristianos que funcionaba sin un clérigo, se convenció de las enseñanzas de ellos. En los pocos años siguientes ministró en varias capillas de la Hermandad en Inglaterra.
Temprano en su vida, mientras era un estudiante en Halle, Alemania, Muller había observado los orfanatos que comenzara en 1696 August Francke, un alemán pietista. A lo largo de los años pensaba en fundar un orfanato, pero fue en noviembre de 1835, después de leer un libro acerca de la vida de Francke, que sintió que Dios definitivamente lo estaba guiando más allá de una simple idea a una firme resolución por comenzar un asilo de huérfanos en Bristol, Inglaterra. De inmediato le pidió a Dios por un edificio, fondos para apoyarlo y personas piadosas para operarlo. Al cabo de cinco meses su obra estaba funcionando y permaneció como el proyecto más importante de su vida.
George Muller confió de continuo en Dios para las operaciones diarias del orfanato. Pensaba que si él, siendo un hombre pobre, y sin pedir nada a nadie sino a Dios, podía conseguir los medios suficientes para abrir y mantener una casa de huérfanos, habría un testimonio concreto de que el Señor contesta las oraciones de su pueblo. Debido a la demanda de cupos, pronto se hizo evidente que sería necesario tener casas propias, construidas expresamente para tal propósito.
Como respuesta a la oración, desde el 10 de diciembre de 1845 empezaron a llegar los donativos. Fue así como pronto se compraron los terrenos a un precio muy rebajado, y se comenzó la construcción. El 18 de junio de 1849, los trescientos niños que albergaban para esa fecha, se trasladaron a su nueva casa ubicada en el distrito de Ashley Down. Ocho años después, en noviembre de 1857, se inauguró la segunda casa para la recepción de cuatrocientos huérfanos más. Pero eso no fue todo. En marzo de 1862 se abrió la tercera, con capacidad para cuatrocientos cincuenta niños. En noviembre de 1868 se inauguró la cuarta, y en enero de 1870, la quinta. En total, los cinco edificios tenían una capacidad para más de dos mil niños y niñas. No se trataba de construcciones livianas, sino de piedra, muy sólidas, que fueron capaces de sortear el paso de los años.
Transcurrieron veinticinco años entre la construcción de la primera y la última casa, lo cual demuestra que no fue obra de un solo impulso generoso, ni de precipitación, sino de espera paciente en Dios, venciendo los obstáculos y allanando las dificultades por medio de la oración. La fe de George Muller y de sus colaboradores tuvo muchas ocasiones de ser probada en el orfanato. ¡Cómo no, si vivían por ella día tras día!
Cuando tenía setenta años de edad, el Señor le concedió con creces el deseo que había albergado en su juventud de ser misionero. El 26 de marzo de 1875 emprendió la primera de varias giras por el mundo. El orfanato lo dejó en buenas manos, las de su yerno James Wright y su hija Lydia. En total realizó doce extensas giras entre sus setenta y ochenta y siete años de edad, comenzando por Inglaterra, siguiendo por Europa, América, Asia Menor - incluyendo Palestina, Rusia, Australia y el lejano Oriente. Se calcula que durante esos diecisiete años dirigió la palabra a más de tres millones de personas, habiendo hablado entre cinco mil y seis mil veces. Recorrió cuarenta y dos países, cubriendo más de trescientos veinte mil kilómetros y ejerciendo una influencia imposible de estimar.
Reflexión
¿Hasta qué grado vive usted por fe? Así como fue salvo por la fe, de la misma forma debemos vivir por ella. La vida de George Muller es un ejemplo de lo que significa confiar en Dios para las necesidades diarias. Así como confiamos en Él para nuestra salvación, también debemos hacerlo para las necesidades específicas de la existencia. Examine su vida para determinar las áreas en las cuales necesita poner la fe en práctica.
“Porque por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7).