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Enfrentando una audiencia hostil

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

Era el año de 1882 y el predicador norteamericano Dwight L. Moody planeaba celebrar una semana de reuniones, para evangelizar a los estudiantes de historia de la Universidad de Cambridge.

El primer día de la reunión del mes de noviembre, muchos cristianos del pueblo y unos pocos creyentes fieles de la universidad atendieron a un servicio masivo de oración, justo antes de la primera reunión.  Moody habló y mientras algunos se regocijaban con su mensaje, otros estaban profundamente molestos por su acento norteamericano y por su forma de expresarse sin sofisticación.

A las ocho de la noche, el salón rentado comenzó a colmarse con estudiantes universitarios pendencieros, los que finalmente sumaron cerca de mil setecientos.  El  valiente coro comenzó a cantar, siendo objeto de burla de los estudiantes quienes entonaban sus propias canciones.  Mientras otros construían una pirámide de sillas, unos terceros lanzaban fuegos artificiales contra una ventana. Reinaba el ruido y la confusión.

Luego, una puerta se abrió, y aparecieron Dwight L. Moody, su líder de coro Ira Sankey, varios cristianos miembros de la facultad y otros clérigos.  Un profesor de botánica ofreció una plegaria de apertura, mientras algunos estudiantes gritaban: “¡Escuchen! ¡Escuchen!”.  A continuación Ira Sankey cantó el himno “Las noventa y nueve”.  La audiencia al principio oía en silencio, pero luego comenzaron a golpear el suelo con sus bastones y paraguas, mientras gritaban: “¡Escuchen! ¡Escuchen!”.   Al final de cada himno, muchos gritaban: “¡Otro! ¡Otro!”.  Cuando las bulliciosas interrupciones arruinaron la interpretación de Sankey que cantaba “Varón de dolores”, él estaba a punto de llorar.  Se le pido a varios de los estudiantes más ofensivos, que por favor abandonaran el salón, y Moody le recordó a la audiencia que no se trataba de una reunión política.

Luego, comenzó a predicar sobre Daniel en el foso de los leones.  Su forma de pronunciar el nombre Daniel, era demasiado para los demagogos, quienes cada vez que decía “Daniel”, coreaban la palabra haciendo mofa.  O cuando empleaba una expresión familiar en el inglés de Estados Unidos, o con pronunciación no británica, estallaban en carcajadas.  El grupo de los burladores estaba encabezado por un estudiante joven muy atractivo sentado en la primera fila.  Moody se mantenía mirándolo a los ojos, pero fue en vano.  Probablemente la mayoría de los prsentes estaba escuchando, pero la minoría que estaba escandalizando dificultaban la predicación

Conforme los estudiantes regresaban a la universidad después de la reunión, Gerald Lander, el burlador número uno de la primera fila, a voz en cuello anunció: “Si personas sin educación llegan a enseñar a una universidad en Gran Bretaña, merecen que los rechacemos”.

A la mañana siguiente, un botones tocó la puerta de la habitación del hotel en que estaba hospedado Moody, y le entregó una tarjeta personal que exhibía el nombre Gerald Lander.

Moody lo invitó a su habitación y lo reconoció de inmediato.  El estudiante dijo humildemente: “Deseo pedirle excusas, señor.  Y he traído una carta en la que todos nos excusamos ante usted”.

Algunos de los estudiantes más caballerosos que estaban aterrados ante el comportamiento de sus compañeros, escribieron la carta y obligaron a Gerald Lander para que la entregara.  De mala gana fue donde Moody comportándose como un caballero inglés que reconoce que se extralimitó.  El predicador sostuvo una larga conversación con él y lo convenció para que asistiera esa noche a la reunión a fin de demostrarle su falta de sinceridad en la disculpa.

Bien poco sabía el Pastor Moody que un día Gerald Lander, el líder revoltoso de los estudiantes, pasaría su vida evangelizando el sur de China como misionero.

Reflexión

Cuando escuchamos historias como la de Gerald Lander, nos advertimos de cuán ilimitado es Dios cuando atrae a alguien para sí mismo.  Nunca debemos excluir ningún nombre de nuestra lista de oración, pensando que es muy improbable que Dios lo salve. ¿Hay personas por las quienes usted ha dejado de orar, por que pensó que sería así? ¡No se rinda!  Nuestro Dios se especializa en hacer posible, lo que parece imposible.

Es que acaso, “¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” (Génesis 18:14a).

Modificado por última vez enViernes, 28 Octubre 2011 03:32
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