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El fenómeno de las artes marciales

  • Fecha de publicación: Sábado, 05 Abril 2008, 18:45 horas

Patadas voladoras combinadas con puñetazos y caídas mortales; un peleador solo con sus manos venciendo a una banda de fuertes atacantes; un anciano sabio que imparte sabiduría a un joven discípulo. 

Estas son las imágenes que describen la forma cómo muchas personas perciben las artes marciales, literalmente el arte de la defensa personal, pero todo por una buena razón.  Estas imágenes tan populares de la técnica de combate asiático, se derivan de portarretratos fabricados en la pantalla del cine.

Muchos de los artistas de la actualidad se han convertido en grandes estrellas debido a su dominio de las artes marciales.  Bruce Lee, el apodado «Dragón» quien murió en 1973 víctima de una aneurisma cerebral, popularizó el género de películas de las artes marciales en Estados Unidos y América Latina, con filmes como El Dragón, que hasta la fecha ha dado una utilidad de 150 millones de dólares.  Campeones de karate como Chuck Norris, quien comenzó su carrera con cintas sobre las artes marciales, ahora cobra más de dos millones de dólares por producción y se codea hasta con los presidentes norteamericanos.  Steven Seagal, quien hizo su debut en la pantalla grande en 1988, ha protagonizado filmes en los que ha ganado decenas de millones de dólares.  El belga Jean Claude Van Damme, uno de los héroes más populares del cine, también apareció en la pantalla grande en 1988 con películas sobre artes marciales y hasta la fecha ha cobrado más de 19 millones de dólares.

Entrando en la corriente principal

Durante las décadas pasadas, las artes marciales emergieron desde la oscuridad relativa, pasando por una práctica selecta para unos pocos, hasta convertirse en una industria floreciente.  Es literalmente imposible encontrar una ciudad hoy en el mundo en donde no haya siquiera una escuela de artes marciales.  De hecho, sólo entre 1987 y 1991, el número de tales escuelas en Estados Unidos, aumentó de un 50 a casi 7000%, recibiendo cada una un estimado de 60.000 a 70.000 dólares anuales.

De los más de tres millones que practican las artes marciales, sólo en Estados Unidos, cerca de 40% son niños en las edades de 7 a 14 años.  Con lecciones que cuestan entre 55 a más de 100 dólares mensuales, a lo cual se suma el costo de los uniformes, equipo protector y equipo en general, es fácil ver cómo se está administrando esta industria para generar, en conjunto, un ingreso anual que sobrepasa a los 1.000 millones de dólares.

Claro que, la práctica de las artes marciales no está estrictamente limitada a los lugares de entrenamiento.  Las agencias militares y las escuelas de policía incorporan activamente la técnica y armamento de las artes marciales en su régimen.  Algunos departamentos de policía han incluso cambiado sus porras tradicionales por nunchakus, un arma clásica originaria de Okinawa que consiste de dos bastones de unos 61 centímetros de largo, unidos por una cadena corta o especie de batuta en forma de L, modeladas de otra de las armas marciales de Okinawa.

También es común en las universidades y colegios ofrecer una variedad de cursos de artes marciales, que van desde la práctica de métodos para la defensa personal hasta estilos más orientados al espíritu, tal como el t’ai-chi-chuan y el aikido.Incluso los populares clubes YMCA en Estados Unidos típicamente tienen uno o más instructores para enseñar karate, yudo, kun fú.Lo mismo es con muchos otros clubes.

En vista de esta penetración tan honda en la cultura, no sorprende que tantos cristianos hayan sido influenciados en gran manera por las artes marciales.  Sin embargo, lo que sorprende es la cifra tan alta de expertos en estas artes que aseguran ser cristianos.  Scot Conway, fundador de Artes Marciales Cristianas, estima que en Estados Unidos, entre el 50 al 70% de los artistas que practican las artes marciales y más del 20% de los instructores, aseguran ser cristianos.  Note que estos porcentajes reflejan sólo a esos que se consideran cristianos, sin tener en cuenta si son o no evangélicos.

Las artes marciales son un tópico muy confuso en la actualidad, especialmente entre la comunidad evangélica.  Están esos que aseguran que las artes marciales asiáticas son completamente incompatibles con el cristianismo y esos otros que dicen que se mezclan en forma natural.

¿Será acaso que el “dragón”, Satanás, encontró una nueva entrada en nuestra sociedad e incluso en la iglesia a través de la popularidad de las artes marciales?  Antes de llegar a una conclusión sobre el asunto, vamos a proceder a considerar la vasta diferencia que separa las diversas artes marciales.  Es necesario saber primero cuáles son sus raíces históricas, tradiciones, filosofías y metas.  Lo llamativo que descubrimos es que todas tienen su origen en China, Japón, Corea y el sureste de Asia.

China: la fuente de origen

Con su rica herencia, China es considerada por muchos como la fuente predominante de ideas y prácticas que le dieron cuerpo a las artes marciales.  Desafortunadamente, la historia china de las artes marciales está inundada con leyendas y tradiciones.

Algunos le adscriben la confusión y la actitud negativa hacia las artes marciales a esos que han controlado y controlan a China.  Según un artículo en el Diario de Asia de las Artes Marciales: «La élite educada china tradicionalmente adoptó un punto de vista displicente sobre el combate físico mostrándose inclinados a ignorar las artes marciales.  Los que practicaban las artes marciales eran casi por definición, miembros ignorantes de las clases inferiores, incapaces de escribir un registro de su propia historia.  A los ojos de la élite, es decir, los que conservaban los registros, los practicantes de las artes marciales no sólo eran inferiores socialmente debido a su asociación frecuente con el bajo mundo y actividades sediciosas, sino que a menudo los consideraban como criminales».

Sin embargo, no parece que éste siempre fuera el caso.  Los primeros rastros de las artes marciales chinas se remontan a la Dinastía Chou, al linaje real que gobernara a China desde los años 1122 de nuestra era hasta el año 225 A.C., con descripciones de hombres de noble linaje que practicaban el boxeo, la lucha, la esgrima, el tiro de arco y flecha y la equitación.  El adiestramiento con arco y flechas, para algunos se convirtió en parte integral de las convenciones sociales que ayudaban a asegurar la armonía en la cultura existente.

Sin embargo, durante los períodos de guerra, que abarcaron entre los años 403 al 221 A.C., los juegos de guerra aceptados socialmente, enfrentamientos que funcionaban como rituales entre la nobleza, se tornaron hostiles, brutales y sangrientos.  Con la decadencia del gobierno, los señores feudales de estados separados contendían por supremacía, contratando a labriegos, mercaderes, artesanos y campesinos como soldados; muchos de ellos con experiencia en diversas formas de combate.

Durante este mismo período general, varias escuelas filosóficas y religiosas ganaron prominencia comenzando a ejercer una influencia significativa sobre las artes guerreras en desarrollo.  En vista de que un balance apropiado de las artes marciales depende del conocimiento que tengamos de estas escuelas filosóficas y religiosas, es necesario que antes volvamos nuestra atención a ellas para poder continuar con esta discusión sobre las artes marciales.

La influencia filosófica y religiosa en las artes marciales

•   Taoísmo: La palabra «taoísmo» se refiere a una filosofía china.  Las creencias filosóficas y místicas esenciales taoístas se encuentran en el Tao-te Ching clásico del camino y su poder, un texto que data del siglo III A.C. atribuido a las figuras históricas de Leo Tzu y Chuang Tzu.  Es un libro de parábolas y alegorías.  Mientras el confucianismo exhorta a los individuos a someterse a las normas de un sistema social ideal, el taoísmo mantiene que el individuo debe ignorar los dictados de la sociedad y sólo ha de someterse a la pauta subyacente del universo, el Tao: el camino que no puede ni describirse con palabras ni concebirse con el pensamiento.  El tema central del taoísmo tiene que ver con «el flujo natural del universo».  Se cree que la clave de la felicidad y el cumplimiento es permitir que la naturaleza siga su curso.  Por consiguiente, los taoístas dicen que debemos abordar la vida con la meta de «no tomar una acción que sea contraria a la naturaleza».

Para estar de acuerdo con el Tao, uno no hace algo forzado, artificial o no natural.  A través de la obediencia espontánea a los impulsos de la esencia natural propia de cada uno y al despojarse a sí mismo de doctrinas y conocimientos, se alcanza la unidad con el Tao y de ello deriva un poder místico.  Este poder permite trascender todas las distinciones mundanas, incluso la distinción entre la vida y la muerte.  En el orden sociopolítico, los taoístas pedían un retorno a la vida agraria primitiva.

Para los taoístas la naturaleza es sinónimo con el Tao, que constituye el entero universo, el cual es efusivo, oculto y misterioso.  El Tao a cambio, está dividido en dos fuerzas llamadas «yin» y «yang».  El yin y yang representan los aspectos positivos y negativos del universo, cada uno fluyendo en el otro en un ciclo continuo de cambio.  El yin está caracterizado como la fuerza negativa del universo: las tinieblas, la frialdad y el vacío.  El yang permanece como la energía positiva que produce luz, calor y plenitud.  Estas fuerzas alternas son indestructibles y no se agotan.  Se contradicen al mismo tiempo que se complementan la una a la otra.

La filosofía taoísta ve al universo como un balance entre estas dos fuerzas opuestas inseparables.  Todas las manifestaciones del Tao y todos los cambios en la naturaleza, se cree que son generados por la dinámica interplanetaria de estas dos fuerzas polares.

Ahora, entremezclarse con el curso de la naturaleza o convertirse en uno con el Tao es la meta común para un número de expertos en artes marciales.  Se dice que para alcanzar esto se requiere algo muy diferente a la simple comprensión intelectual.  El perito se convierte en uno con el Tao al reconocer en su interior su unidad, sencillez y carencia de contenido.  Tanto Leo Tzu como Chuang Tzu, los primeros promotores del taoísmo, expusieron la noción de que la meditación junto con los ejercicios de respiración, ayudan en gran manera a esos que desean convertirse en uno con el Tao.

Con su énfasis en lo natural, el taoísmo le da un gran énfasis a la intuición y la espontaneidad, asegurando que la mayor experiencia y habilidad opera a un nivel casi inconsciente.  Tal intuición y espontaneidad tienen un valor obvio para el experto en artes marciales.

•   Taoísmo religioso: Varios chamanes y magos chinos incorporaron a su propio sistema de creencias las ideas del taoísmo, produciendo lo que llegó a conocerse como «taoísmo religioso».  El objetivo principal de los religiosos taoístas era alcanzar la inmortalidad física.  La meditación junto con varias prácticas mágicas, ejercicio físico, ejercicios de respiración y prácticas sexuales, eran considerados como medios para retener el vigor y alcanzar la vida eterna.

La práctica de controlar la respiración llamada «chi kung», figura en forma prominente no sólo en la búsqueda de la inmortalidad, sino para el control del universo.  Se creía que el chi, el que algunas veces se escribe qi o ki, era una energía mística, una sustancia que rodea y abarca todas las cosas, que trae incluso puntos distantes en contacto físico directo.  Creen, que ya que una simple sustancia une a todos los extremos del cosmos en una sola unidad orgánica, el alcanzar la maestría en el chi era equivalente a gobernar el universo.

Los taoístas creían que a través de su propia respiración supremamente controlada, podían inhalar el chi del universo en su propio cuerpo y fusionarse con su propio chi autoenergizado.  Esta combinación sólo podía resultar en una saludable extensión de la vida.  Esta práctica demanda paciencia extraordinaria y meditación profunda y consistente.

Como el chi es supuestamente la fuerza o poder que puede ser manipulada por el practicante de las artes marciales y dado que el control de la respiración es el medio para utilizar esta energía, es obvio entonces por qué el experto en artes marciales inhala primero profundamente antes de romper una tabla o un bloque de cemento, o llevar a cabo una acción que requiera de toda su energía.

El arte chino del kun fú

El sistema colectivo de combate chino se conoce comúnmente como «kun fú», que significa «habilidad».El kun fú está típicamente dividido en dos categorías principales: las artes marciales duras externas y las suaves internas.

Las artes marciales externas hacen hincapié en los golpes potentes con las manos y los pies, junto con un régimen de condicionamiento intenso de las manos y el cuerpo.  Mientras que en los sistemas externos que abogan por el uso del control de la respiración, el énfasis yace más en generar movimientos rápidos utilizando la fuerza en mociones rectas, lineares y en responder a la fuerza con fuerza.

En contraste, las artes marciales internas o suaves se centran en el desarrollo espiritual interno: balance, forma y conocimiento.  Además de enfatizar los principios de las filosofías taoísta y budista, también se enfatiza el uso de la fuerza chi.  Mediante técnicas para el control de la respiración, los practicantes buscan colectar, cultivar y acumular la fuerza chi en la región localizada debajo del ombligo.  De las artes marciales que pertenecen a la categoría interna, las tres más prominentes son t’ai-chi ch’uan, hsing-i, y pa-kua.

La tradición militar de Japón

El siglo IX marcó un punto de viraje en la historia de Japón con el surgimiento de guerreros profesionales llamados «bushi» y el auge subsecuente de la clase militar en el poder.  Este período fue testigo de la decadencia de la familia o clan reinante Fujiwara, el que en un tiempo fue poderoso y tuvo después que ganar el apoyo de otras familias o clanes para poner en vigor leyes establecidas o regulaciones.  Las familias Tiara y Minamoto en particular, llegaron a tener tanto éxito que terminaron por gobernar el territorio como poderosas casas militares.  En el siglo siguiente, la profesión militar se estableció como un privilegio hereditario.

Un hombre llamado Minamoto Yoritomo, quien viviera entre los años 1147 al 1199 de la era cristiana, se convirtió en el primer shogún, el primer jefe militar feudal permanente, cuando el clan Tiara dominante fue derrotado.  El gobierno militar que estableció se conoció como el Kamura, llamado así por la región sede de su poder.  Durante el período kamurano los guerreros profesionales de Japón refinaron sus artes de guerra, la mayoría de las cuales se derivaron de China y del resto del continente asiático.

El arte clásico japonés de la guerra incluye esgrima, arco y varias formas de combate que utilizan la alabarda, un arma formada por un asta con cuchilla transversal aguda en un extremo y en el otro una cuchilla de media luna, el bastón, la vara y ningún tipo de armas.  Hay muchas armas marciales que podemos examinar en esta categoría, sin embargo limitaremos nuestra atención a las dos más populares hoy: el yuyutsu y el ninyutsu.

•   Yuyutsu: O «arte de la flexibilidad», fue un término puesto de moda para referirse a varios sistemas de combate que usan un mínimo de armas o ninguna arma.  Se puede definir como combate con armas o sin armamento, que puede aplicarse contra enemigos armados o desarmados.  Es un tipo de enfrentamiento sin barreras.  Incluye patadas, trompadas, rodillazos, tiradas, estrangulamiento, dislocamiento de las coyunturas, uso de ciertas armas al igual que sujetar y atar al enemigo.

•   Ninyutsu: O «arte del sigilo», se originó entre los años 593 y 628 de la era cristiana y alcanzó notoriedad durante la era Kamakura.  Los ninyas que practicaban este arte eran típicamente guerreros místicos en las regiones montañosas de la parte central sur de Japón.  El entrenamiento físico del ninyutsu abarca el desarrollo de habilidades especiales, tanto en el combate armado como sin armas.  El entrenamiento armado incluye espada, lanza o lanceta, arrojar cuchillos, al igual que fuego y explosivos.  Los métodos de defensa sin armas consisten de una técnica para atacar los huesos, para agarrar, sistemas variados complementarios incluyendo caídas, saltos, al igual que formas especiales de correr y caminar.  Estas técnicas incidentalmente han fascinado a millones de norteamericanos tal como se retrata en una variedad de películas y espectáculos de televisión sobre ninyas.

•   Influencias filosóficas y religiosas: Junto con las artes marciales, los guerreros profesionales son maestros en temas culturales tales como arreglos florales, la ceremonia del té, caligrafía, poesía y pintura indicando la influencia de los ideales del confucianismo, la filosofía introducida por Confucio que enfatiza la ética y el orden social.  El código ético al que se adherían estos guerreros aristócratas se conoce como «el camino del guerrero» llamado «bushido».  El bushido no era un código escrito, sino que se comunicaba directamente en forma oral de líder a seguidor.  Su desarrollo inicial incluía sintoísmo e ideas confucianas tales como respeto a los antepasados y poesía filial.  El budismo zen con sus conceptos de confianza implícita en el destino, sumisión a lo inevitable y serenidad estoica cuando se enfrenta la adversidad, era otra de sus raíces culturales.

•   Aikido: «El camino de armonía con el ki, con la fuerza del chi», fue promovido en 1942 por el innovador en las artes marciales Morihei Ueshiba.  Su meta con este arte marcial fue profundamente religiosa.  El aikido de Morihei emplea una serie de movimientos circulares flotantes, en conjunción con llaves, agarradas y técnicas para derribar, para hacer que la fuerza del oponente se vuelva contra él mismo.  Las diversas técnicas del aikido se presentan en películas de acción protagonizadas por el actor Steven Seagal.

•   Yudo: Conocido como «el camino de la flexibilidad»,fue introducido en 1882 por el educador Jigoro Kano, como un deporte basado en numerosas técnicas de agarre y de derribamiento.  El yudo fue la primera de las artes marciales en convertirse en un deporte olímpico en 1964.  Esta es una de las razones para su gran popularidad.

•   Karate: Conocido como «el camino de la mano vacía»,es una forma de pelea que fue perfeccionada en secreto en la isla de Okinawa, en el siglo XVII de nuestra era en respuesta a una prohibición de armas impuestas por el gobierno de Okinawa y los gobiernos japoneses subsecuentes.  Reconocido por su devastador lujo de golpes con las manos y los pies, el karate se caracteriza por su exigente régimen de riguroso condicionamiento físico, ejercicios para concentración de la respiración y repetidos ensayos de bloqueo de golpes y técnicas para romper bloques de madera y de piedra.  Gichin Funakoshi, quien introdujo el karate al público japonés en 1922 declaró el karate como una forma de preparación cuya meta final es entrenar el yo hasta la perfección.

La práctica de todas las artes marciales mencionadas: yuyutsu, ninyutsu, aikido, yudo y karate se han extendido en el suelo americano.  Uno puede encontrar escuelas de estas artes en las principales ciudades de América.

Cosas que deben discernir los cristianos

     Hay dos áreas que deben considerar los cristianos que participan en las artes marciales.  Ambas están relacionadas con los orígenes orientales de las artes y son:

•   La meditación y

•   El uso de la llamada «fuerza chi».

Como estos dos elementos saturan las artes marciales hoy, es crítico tener una perspectiva adecuada sobre ellas.

•   La meditación: Dentro del contexto de las artes marciales, la meditación generalmente se refiere a esas prácticas que involucran diversas disciplinas mentales y corporales que le permiten a la persona alcanzar estados de conciencia más elevados.  La meta que persigue la meditación es la transformación de la conciencia.  Se le considera una herramienta para el automejoramiento o desarrollo espiritual. Según la Enciclopedia de la filosofía y religión oriental, «la práctica diligente de la meditación conduce a un estado no dualista de la mente, en la cual desaparece la distinción entre el sujeto y el objeto y el practicante se convierte en uno con ‘dios’ o lo absoluto.  Las cosas convencionales, tales como el tiempo y el espacio, son trascendentes hasta que finalmente se alcanza una etapa en la cual la religión es igual a la salvación, liberación o iluminación completa».

El cristiano, claro está, no debe participar en tal forma de meditación al menos por tres razones:

•   La meta de la meditación es proveerle al practicante una vía hacia la verdad y la libertad final mediante el esfuerzo humano, abogando así por una forma de autosalvación, siendo que la Biblia explícitamente enseña: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8, 9).  Al hacer esto, el hombre está ignorando su naturaleza caída: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.  Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Ro. 3:10-12).  También niega el reclamo exclusivo del Señor Jesucristo como el único camino de salvación: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6).

•   La meta de la meditación oriental que es transformar el estado de la mente en uno monista, en el que “todo es uno”, o en uno panteísta, en el que “todo es Dios”, está en contradicción completa con el teísmo bíblico.  Este último reconoce una distinción eterna entre un Dios creador personal y su creación: “Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios. ¿Y quién proclamará lo venidero, lo declarará, y lo pondrá en orden delante de mí, como hago yo desde que establecí el pueblo antiguo?  Anúncienles lo que viene, y lo que está por venir.  No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije?  Luego vosotros sois mis testigos.  No hay Dios sino yo.  No hay Fuerte; no conozco ninguno” (Is. 44:6-8).

•   Tales estados alterados de la conciencia exponen a la persona a la aflicción espiritual y al engaño por los poderes de las tinieblas.  Esto sólo debe disuadir a cualquier cristiano a participar en la meditación oriental, aunque hay que reconocer que nos todas las escuelas de artes marciales utilizan este tipo de meditación.  Un erudito hizo notar que «entre las varias escuelas de combate, particularmente en Estados Unidos, un pequeño número de practicantes valoriza el papel de la meditación oriental como un método más reciente para obtener la naturaleza esencial de uno o alcanzar óptimo desarrollo psicológico, iluminación».

Adicionalmente debemos hacer notar que no todos los instructores de artes marciales interpretan la meditación en la misma forma.  Para algunos la meditación es sólo evitar los pensamientos y las distracciones que de otra forma desvían la mente de las sesiones de práctica.  La meditación de esta clase, no involucra el misticismo y está centrada en la concentración del atleta que se prepara para el enfrentamiento.  Esta última forma no es necesariamente dañina ni antibíblica y debe distinguirse de la meditación bíblica, tal como dice la Escritura: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Jos. 1:8).  “Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche” (Sal. 1:2).

•   La fuerza chi o ki: Varios expertos en artes marciales aseguran que aprender a desarrollar y usar la fuerza chi, una supuesta fuerza mística que impregna el universo, es el último medio para alcanzar el máximo de eficiencia en el arte de la pelea.  Algunos creen que en el sistema asiático de las artes marciales el chi es dirigido por el poder de la voluntad hacia sitios específicos, resultando en proezas aparentemente paranormales de fuerza y control.

Prácticamente todos reconocen que el concepto tradicional del chi tiene sus raíces profundas en la religión y filosofía oriental.  Estas fueron las palabras que escribió Koichi Tohei, un maestro en aikido: «En el oriente aplicamos la palabra ‘ki’ o ‘chi’, al estado que también es la naturaleza real del universo.  El ki no tiene principio ni fin, su valor absoluto no aumenta ni disminuye.  Somos uno con el universo y nuestras vidas son parte de la vida del universo».  Es claro que la forma como Tohei entiende el chi está de acuerdo con el punto de vista tradicional de los otros expertos en artes marciales y sugiere un punto de vista monista o panteísta.  Esto, como puede verse, es completamente incompatible con el cristianismo.

Las artes marciales y la autodefensa

 Ya hemos visto que las artes marciales están profundamente involucradas con la religión y la filosofía oriental, algo que está en completa oposición con el cristianismo, pero además de eso hay otro factor que considerar: ¿Deben los cristianos usar la fuerza física para defenderse?  Son varias las opiniones a este respecto.

Los cristianos pacifistas creen que siempre es incorrecto lastimar a otros seres humanos, no importa cuáles sean las circunstancias.  Este mismo principio lo apoyan los que creen que un cristiano nunca debe resistirse, es decir, que cualquier forma de autodefensa es equívoca.  Este punto de vista se basa en las enseñanzas y vida ejemplar de Jesús.

Según John Yoder, un cristiano pacifista, Jesús enseñó una forma radical de ausencia de violencia.  Yoder dice que central a las enseñanzas de Cristo, está su mandato bíblico, que cuando enfrentáramos violencia, debíamos poner la otra mejilla: “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.  Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos.  Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.  Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.  Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?  ¿No hacen también lo mismo los publicanos?  Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?  Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:38-48).

De acuerdo con el punto de vista de Yoder, el camino de una vida victoriosa es refrenarse, pero no mediante el chi ni por la “meditación”, sino por la fortaleza que tenemos en Cristo.  Jesús expuso la futilidad de la violencia incorporada en este mundo presente, y nos instó a que resistiéramos sus inclinaciones aunque tuviéramos que morir: “Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja.  Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mt. 26:51, 52).

No creemos que el pacifismo o la no resistencia sea el punto esencial de la enseñanza de Jesús en Mateo 5:38-48.  Tampoco creemos que Cristo estaba enseñando que en todas las circunstancias siempre debemos volver la otra mejilla, porque ni siquiera él mismo puso literalmente la otra mejilla cuando lo golpeó un miembro del sanedrín: “Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote? Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?” (Jn. 18:22, 23).

El fundamento de esta enseñanza es que los judíos consideraban un gran insulto que los golpearan en la cara, en la misma forma como a cualquiera le disgusta sobre manera que le escupan el rostro.  El principio que enseñó el Señor en su discurso del monte de los Olivos es que los cristianos no deben vengarse cuando los insultan o calumnian: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.  Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.  No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.  Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.  No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Ro. 12:17-21).  Tales insultos no atentan contra la seguridad personal de un cristiano.  El no devolver insulto con insulto dista mucho de defenderse en contra de un asaltante o que una mujer use la fuerza física en contra de un violador.

Para seguir un ejemplo, uno debe recordar primero que Jesucristo no resistió la cruz porque fue exactamente para eso que vino a este mundo.  No evadió su arresto porque era la voluntad de Dios Padre que él cumpliera con su papel profético de Cordero Redentor: “En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme?  Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis.  Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas.  Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron” (Mt. 26:55, 56).  Sin embargo, durante su ministerio se negó a ser arrestado, sencillamente porque todavía no había llegado el tiempo determinado por Dios: “Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue” (Jn. 8:59).  De tal manera que el que Cristo no se resistiera durante su pasión, de ninguna manera es un mandato en contra de la autoprotección.

El caso bíblico para la autodefensa

Aunque la Biblia no menciona las artes marciales, sí registra muchos recuentos sobre combates y guerras.  La providencia de Dios en la guerra se halla ejemplificada en su nombre YHWH Sabaoth: “...Jehová Dios de los ejércitos...” (2 S. 5:10).  “...Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel...” (1 S. 17:45).  Dios es retratado como el guerrero líder omnipotente de los israelitas.  El Dios de las huestes de Israel levantó guerreros, tales como Sansón, Débora, Gedeón y otros ungidos por el Espíritu de Dios para guiar a su pueblo escogido a la guerra.

Incluso el Nuevo Testamento alaba a estos guerreros del Antiguo Testamento, por sus hechos militares de fe: “Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días...  ¿Y qué más digo?  Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batalla, pusieron en fuga ejércitos extranjeros” (He. 11:30, 32-34).

Es también muy significativo que Jesús, ni ninguno de sus discípulos le dijeran alguna vez a un militar convertido, que tenía que renunciar a su área de trabajo: “Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado.  Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.  Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará.  Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.  Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe... Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho.  Y su criado fue sanado en aquella misma hora” (Mt. 8:5-10, 13).  En otra ocasión, estando Juan el Bautista predicando: “También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos?  Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario” (Lc. 3:14).  Si el defenderse hubiera sido pecado, ¿no cree usted que Juan le habría dicho a estos soldados: «Renunciad a vuestro trabajo como soldados?»

Antes de su crucifixión, Jesús les reveló a sus discípulos la hostilidad que debían enfrentar en el mundo y los animó a que vendieran sus vestiduras para que compraran una espada: “Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo?  Ellos dijeron: Nada.  Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una” (Lc. 22:35, 36).

La Biblia nos ofrece un ejemplo del acto más sublime de amor, cuando dice: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn. 15:13).  Cuando se protege a un familiar o a un amigo se está arriesgando la vida sin egoísmo alguno por el bien de otro.  Los señores J. P. Moreland y Norman Geisler, cristianos y estudiosos de la Palabra de Dios, dicen: «El permitir el asesinato cuando uno puede impedirlo es un mal.  Observar que se comete un acto de crueldad con un niño, sin tratar de intervenir, es moralmente inexcusable. En resumen, no resistir el mal es un mal de omisión, y un mal de omisión puede ser tan diabólico como cuando uno mismo hace el mal. Cualquier hombre que rehúsa proteger a su esposa e hijos contra un intruso violento, fracasa moralmente».

Estamos afirmando entonces que hay ocasiones en que la Escritura permite el uso de la fuerza, lo que está en oposición con sus enseñanzas es el involucramiento en doctrinas que son contrarias a la Palabra de Dios.  Lamentablemente también hemos visto que en el aprendizaje de las artes marciales están involucradas doctrinas ocultistas, aunque no siempre.  Cada cristiano, antes de participar en las artes marciales debe primero considerar sus motivos y orar por sabiduría.  La Escritura nos dice: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Stg. 1:5).  “Examinadlo  todo; retened lo bueno.  Absteneos de toda especie de mal” (1 Ts. 5:21, 22).

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