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Boletin dominical - 26/12/10

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

¿Son los cristianos lo mismo que los católicos romanos?  Puesto que el espacio no nos permite abundar en diferencias irreconciliables, tomemos el tema de la Evangelización.  Para el cristiano, evangelizar es llevar el Evangelio a cuantos necesitan ser salvos.

       Me siento deudor para con los hermanos, tanto los miembros de nuestra familia de la Iglesia Bíblica Misionera (IBM) como con aquellos que son parte de este ministerio.  Son hermanos que nos escuchan, algunos de ellos colaboran económicamente y muchos nos ayudan en oración.

Es cierto que mucho deseaba estar presente y compartir la Palabra con aquellos que el sábado 18, vinieron para gozar de la muy bien organizada dramatización navideña.  Agradezco a todos los hermanos que ayudaron en los ensayos, entre quienes están las Hnas. Ignacia Auada, Norma Ferreira, Lilian Fretes, Laura Montiel y Carmen Recalde, sobre todo aprovecho para agradecerle al Pr. Sergio Aquino.  Aprendí, entre otras cosas, que la cuestión enfermedad que requiere atención inmediata, no es algo que escogemos; tanto el mal en sí, como el día y la hora.  “Doña enfermedad” a veces es muy exigente y, a semejanza de la misma muerte, no ofrece preaviso alguno.
Sé que muchos hermanos desearían saber cuán grave fue mi caso.  Esta es la razón por qué deseo compartir la experiencia que me tocó.  Todo comenzó a eso de las 5:00 AM el día viernes 17, cuando repentinamente perdí las fuerzas y me sentí completamente inútil para valerme por mí mismo.  «¿Qué me está pasando?», pensé.  El drama duró unos 20 minutos y luego todo volvió a la normalidad.

Así las cosas y, pasado ya el susto, continué con mis actividades hasta eso de las 5:15 PM.  ¡Entonces otro golpe que me obligó a acostarme sobre el piso en la cocina!  Con la ayuda del Hno. Leonardo y casualmente estuvo presente Ramón, el hermano de Juanita (la cocinera), tuvieron que levantarme y colocarme en el automóvil a fin de irme a emergencias en el Centro Médico Bautista.

El diagnóstico resultó ser una... arritmia cardíaca.  Algo corregible y tiene buen tratamiento.  Aprendí algunas cosas de cómo y por qué de este mal.  Permanecí esa noche en una sala donde los facultativos podían monitorear mi cuadro.  No fue la mejor noche de mi vida, pero me fue necesario, ya que de otra manera no sabrían cómo medicarme.  Al día siguiente fue un alivio cuando me llevaron a una sala privada, donde algunos hermanos pudieron visitarme.  ¡Cuánto agradezco las oraciones de los hermanos y a cuantos llamaron, tratando de saber cómo orar al Señor!

Lo peor de estos casos es que no hay preaviso alguno.  Por supuesto que me estoy medicando y tomo algunas otras precauciones.  Una de éstas es mermar un poco mis actividades.  Gracias al Señor, tanto en la radio como en la iglesia mi presencia ya no es tan necesaria.  Le doy gracias porque Él me ha permitido dedicar 20 años al ministerio radial, llevando la sana doctrina bíblica al mundo entero.  Me siento muy bien y sin duda el Señor me seguirá manteniendo lo suficientemente saludable como para continuar en este maravilloso ministerio que Él se dignó levantar en este país.

Me vino a la memoria el caso de Pablo cuando escribió a los hermanos en Filipos.  La mayoría de los cristianos recuerdan las palabras: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia (Fil. 1:21).  En este mismo contexto él dice algo más: Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger.  Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros (Fil. 1:22-24).

Deseo parafrasear esta declaración paulina, como sigue: «Vivir no temo porque Cristo es la razón de mi vida, con franqueza y humildad puedo decir que Él es todo para mí.  De modo que la muerte sería abandonarlo todo aquí por algo muchísimo mejor.  Mi seguridad se basa en las promesas de mi Creador y mi Redentor.  Lo que soy y lo que tengo aquí ya lo conozco, pero lo que me pertenece al abandonarlo todo esto, ¡es muchísimo mejor, a juzgar por lo que es Su promesa!».
Pero está el otro lado de la moneda.  Me siento con mucho deseo de continuar la obra que el mismo Señor levantó aquí, dándome algo de claro discernimiento Escritural y dejándome al frente de tanta responsabilidad.  No quisiera dejar todo esto por ahora porque considero que esta etapa en la que estamos es inconclusa.  Este sería el mayor motivo para... “quedar en la carne(porque) es más necesario por causa de vosotros”.  Luego él afirma diciendo: Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe (Fil. 1:25).

No estoy seguro cómo es que Pablo podía afirmar que aún quedaría con ellos, pero me inclino a pensar de la misma manera que Él hará conmigo.  Esta esperanza en la oportunidad de continuar sirviéndole, puede ayudarnos a saber cómo orar.  Creo que no es correcto preocuparnos del cómo.  Es el Señor, no nosotros, quien determina hasta cuándo un simple mortal, por útil y necesario que nos parezca, debe seguir sirviéndole, porque únicamente Él sabe cuándo el reemplazo está a la mano para continuar.

De ninguna manera intento compararme con el apóstol Pablo, pero sí tengo algo en común con él.  A continuación enumeraré algunos de esos aspectos en común: Él era un ser humano, yo también.  Él era un pecador salvo por la gracia divina, yo también.  Él habló duramente contra aquellos que ya en sus días habían intentado pervertir la doctrina de la salvación por gracia, especialmente en su carta a los Gálatas; en esto, creo que cuantos me han escuchado pueden testificar que jamás he cedido un milímetro fuera de esa gracia.  Él sabía que su lucha contra el pecado lo acompañaría hasta el día de su partida al encuentro con su Creador y Redentor.  Él sabía que era doblemente del Señor.  A pesar de todo tuvo valor para declarar: Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago (Ro. 7:15).  Es notable que él repite esto en el versículo 19.  ¿Por qué lo repite?  Sin duda porque la mayoría de los cristianos ya conocían la herejía acerca del autoengaño, afirmando que “el cristiano ya no peca más”.  La mayoría de los cristianos contemporáneos suyos lo conocían como un gran apóstol de Jesucristo, pero aquí nuestro hermano Pablo permite que fue él mismo quien dijo de sí: “¡Miserable hombre de mí!...” (Ro. 7:24a).

¿Por qué miserable?  ¿Acaso no fue él quien fundó tantas iglesias?  ¿Acaso no escribió él trece epístolas?  ¿No fue él quien tuvo la oportunidad de dar un vistazo hasta el mismo paraíso (2 Co. 12:1-4)?  ¿No tuvo él una dramática conversión camino a Damasco (Hch. 9)?  ¿No fue él quien tuvo la oportunidad de dar testimonio de Cristo como “…instrumento escogido me es éste…” (Hch. 9:15a).  Luego agrega: “…Para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel (Hch. 9:15b)?  Así es, y sin embargo Pablo mismo no pretendía haber vivido una vida sin pecado, incluso después de ser salvo y llamado al ministerio sagrado.
¿Debemos ser como él para poder tener la seguridad de la salvación?  De ninguna manera.  ¡Desde el momento que Pablo pereció, nunca más pecó!
Sigamos trabajando y orando.  Recuerde que «Oración sin Acción» es peor que «Acción sin Oración».

                                                                              J. Holowaty, Pastor

J. A. Holowaty, Pastor

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