Boletin dominical - 24/04/11
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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«Nació muerto, vivió muerto, murió muerto y resucitó muerto». ¿Escuchó alguna vez algo así? Aunque parezca contradictorio, esta es la verdad de todos aquellos que nacen, viven
y luego mueren sin haber resuelto su problema espiritual y eterno.
Desde el punto de vista de la santa Biblia, todos nacemos muertos en el sentido espiritual, aunque hayamos nacido muy sanos, robustos y sin ningún problema físico congénito. Dios nos considera muertos, y él no es “…Dios de muertos, sino de vivos” (Mt. 22:32).
¿NECESITA UNA EXPLICACIÓN?
1. Debido a que somos descendientes de Adán, hemos heredado su pecado también, tal como nos dice el apóstol Pablo: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12). Si hay algo terrible que heredamos de nuestros antepasados, es nada menos que el pecado, razón más que suficiente para darnos cuenta de que «nacemos muertos», es decir, separados de Dios.
2. En cuanto a... «vivió muerto», no se trata de un juego de palabras, sino que, al dejar a un lado la vida espiritual, nuestro cuerpo tiene vida, pero al mismo tiempo que estamos con vida, nuestra alma está muerta a causa del pecado. De modo que somos las dos cosas durante todo el tiempo que nuestra alma está en nuestro cuerpo. De ahí que, decir que fulano «nació muerto y vivió muerto» no es ningún invento, es la triste realidad de todos los descendientes de la primera pareja, Adán y Eva.
3. ¿Qué en cuanto a... «murió muerto»? Si el nacido muerto, vive hasta ser adulto o incluso anciano, nunca prestó atención a su condición de “cadáver espiritual”, murió físicamente para ser completamente muerto. Si, en cambio, al enterarse de su situación y de cómo puede resucitar espiritualmente para no ser doblemente muerto, recibe a Cristo Jesús por Salvador de su alma, entonces su alma resucita y ya no tendrá que “morir muerto”, porque su muerte será partir del cuerpo (lo que es inevitable) para el encuentro de su Salvador.
La Biblia habla de la resurrección, tanto del alma como del cuerpo. Cuando un pecador, espiritualmente muerto, arrepentido deposita su fe en Cristo, en ese momento dice la Biblia: “…Fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios…” (Col. 2:12). No debemos confundir la resurrección espiritual, es decir, la regeneración con la resurrección física, tanto de los salvos como de los no salvos, pues todos los muertos resucitarán. Lo mas grave que le puede ocurrir a una persona es morir siendo aún muerto, es decir, morir sin Cristo, sin Su perdón, sin haber resucitado espiritualmente. En este caso, la muerte física lo único que consigue, es permitir que el que tiene vida eterna, se despoje para siempre de su cuerpo donde tuvo la oportunidad de obtener esa nueva vida. Usted también morirá algún día. Esto no es nada nuevo, porque es algo que está establecido para todos nosotros: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (He. 9:27).
No necesitamos creer que la muerte es inevitable. Pero... ¿Estamos preparados para la muerte? ¿Ya hemos resucitado espiritualmente para nuestro Señor? ¿Tenemos la seguridad de que Él nos redimió, nos perdonó, nos dio vida eterna y que nos tiene preparado también un nuevo cuerpo? Si no quiere “morir muerto”, entonces reciba a Cristo Jesús como su Salvador personal y su caso en ese momento será revertido. Su cuerpo morirá, sí, es inevitable; pero su alma partirá a la presencia del Señor, nada menos que el cielo por la eternidad.
4. ¿Y qué en cuanto a... «resucitó muerto»? La Palabra de Dios habla de dos resurrecciones. Una es la resurrección de los salvos, quienes irán directamente a la presencia de Cristo Jesús al cielo. La otra resurrección corresponde únicamente a todos aquellos que hayan muerto sin haberse reconciliado con Dios, por medio de Cristo Jesús. Esta enseñanza aparece muy clara en la Biblia. Jesús dijo a los suyos que él se iría a la casa de Dios el Padre para preparar el lugar para todos aquellos que tendrían parte en la primera resurrección: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14:1-3).
Él dijo también que son dichosos aquellos que participen en la primera resurrección, porque ésta corresponde únicamente a los salvos, es decir, aquellos que murieron vivos, no muertos: “Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió… Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Ap. 13:14; 20:6).
¡Cuán triste es la muerte de todos aquellos que mueren sin Cristo, sin esperanza, sin el perdón de sus pecados!, pasando de la muerte física a la muerte eterna; de la tierra al infierno; de un cuerpo temporal a otro que será atormentado por la eternidad. Es usted quien decide si estando muerto en sus pecados, volverá a morir de nuevo. ¡Qué elección tan equivocada!
Para cuantos ya hemos resuelto este problema y estamos preparados para la partida a la eternidad, Pablo el apóstol nos dice: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2:1).
El apóstol se refiere a la vida eterna. La vida presente es temporal, pues la muerte física le pone fin.
RECUERDE:
1. Usted resucitará, quiera o no.
2. De usted depende si resucitará en la primera o en la segunda.
3. Los dichosos, según el Señor, son los que resucitarán primero, ya que ellos se levantarán para ser parte de los miles de millones de redimidos.
4. Nadie podrá cambiar su destino eterno más allá de su muerte física.
5. Sí tiene mucho sentido lo de... «Nació muerto, vivió muerto, murió muerto y resucitó muerto».
¿Qué le parece: «Nació muerto, volvió a nacer (pero esta vez vivo) y finalmente murió vivo para resucitar vivo»?
Pastor, J. A. Holowaty