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Boletin dominical - 19/06/11

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

Me parece haber llegado el momento para hablar un poco sobre el AMOR.  La sola palabra ya despierta algo de curiosidad, pues bien sabemos que, aunque diríamos que todo el mundo sabe de qué se habla, creo que ese no es el caso.

La gran mayoría no podría definir esta palabra, porque en realidad es mucho más fácil aplicarla a ciertas actitudes y personajes, que encontrarle palabras adecuadas para definirla.

La Real Academia Española define así esta palabra: «Afecto por el cual busca el ánimo el bien verdadero o imaginado, y apetece gozarlo.  Uniendo a esta palabra la preposición ‘de’, indicamos el objeto a que se refiere, como AMOR de Dios, de los hijos, de la gloria; o la persona que lo siente, como amor de Padre».

Luego la definición pasa al campo romántico, y dice: «Pasión que atrae un sexo hacia el otro.  Por extensión se dice también de los animales.  Blandura, suavidad.  Los padres castigan a los hijos con amor.  Persona amada, y así se suelen llamar entre sí los amantes: ‘Amor mío’». Y la definición sigue, sin realmente explicar su significado.
En las iglesias, o mejor dicho entre los hermanos de algunas iglesias se suelen oír quejas, diciendo: «En esa iglesia no hay amor», o: «Esa iglesia es muy fría» (¿habría que calentarla?).  ¿Qué se quiere decir con esto?  Los padres que proveen todo cuanto sus hijos aún pequeños necesitan, tales como el cuidado de la salud de estos, su alimentación e higiene, instrucción de la disciplina, responsabilidad, el temor de Dios; ellos (me refiero a padres cristianos) procuran el desarrollo de estos, tanto físico, como emocional, intelectual y espiritual, porque de verdad los aman.

Para lograr tales padres, estos jamás podrían los padres lograr.  Pero Dios, en su condición de Padre, sabe cómo equipar a cuantos desean o ya son padres, con un juego de herramientas donde se incluyen, la abnegación, el afecto, la paciencia, la firmeza, la constante presencia (especialmente para con los pequeños), la salud, la enseñanza del amor de Dios, y muy especialmente el ejemplo personal del papá para con sus hijos.  El ejemplo incluye: la laboriosidad y sin quejas, la vida de oración en presencia y con los hijos.  La Palabra de Dios (la Biblia) leída por el padre y compartida con ellos en una explicación sencilla y participativa.

Cuando los hijos sean tratados así por sus padres entenderán lo que es el amor mucho mejor.  El papá es para los pequeños la figura de Dios el Padre.  Ellos entenderán que así como ellos tienen a un papá, el propio padre de ellos también lo tiene.  De modo que todos, padres e hijos se sujetan al Dios de amor.

En Su amor, ellos deben saber que ese Padre de amor, es quien nos preparó a todos nada menos que un planeta donde vivir.  El sol, la luna, las estrellas, el poder hablar, cantar, reír, estudiar y aprender, trabajar y jugar.  Escuchar la mejor música, para lo cual Dios el Padre diseñó la música permitiendo que todo cuanto hay de música, depende tan solo de siete notas, que son: Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Sí.  Cuando pensamos en esto, nos es difícil creer que las grandes obras maestras en la música, los oratorios, los corales, los himnos que cantamos en nuestras reuniones dominicales, las canciones sencillas que cantan los pequeños, los instrumentos, tales como la flauta, el piano, la trompeta, el órgano, el violín, el trombón y muchos otros instrumentos para que nosotros, como hijos de nuestro Padre celestial, podamos usar esas siete notas y aprendamos a ejecutar alguno de los instrumentos que tenemos disponible.

¿Por qué nuestro Dios, en su condición de Padre nos ha dotado de tantas cosas?  Aquí está una parte de la respuesta o explicación de lo que es el AMOR.  ¡Él nos ama y no nos pide nada a cambio!  Con Él no hay “derecho de autor” para que podamos usar esas notas, el oído musical que también nos dio a fin de que, junto con otros podamos hacer lo que se llama «Armonía», ¡y cuánto nos gusta escuchar la música más allá de la melodía, a dos, tres o cuatro voces!

Cuando Pablo escribió a los corintios, les habló acerca del amor cristiano allá en 1 Corintios 13, y entre otras cosas nos dice que el amor “no hace nada indebido”, que no se goza cuando otro sufre.  Más bien el que ama “es sufrido, es benigno”.  En su benignidad y su bondad, nuestro Padre nos amó tanto que nos envió a su único Hijo para que con su propia vida pagara nuestra alta cuenta y nos dejó ofreciéndonos sin cobrar nada, la vida eterna y Su compañía.

La Real Academia Española, puede que sea Real, que sea Academia y Española, pero que pueda definir la palabra «AMOR», simplemente no está capacitada.  Si tratamos de juzgar a una persona o incluso a una iglesia, como carente de amor, sin tener la experiencia del verdadero significado del mismo, descubriremos que el amor no siempre “calza” dentro de nuestras espectativas.  Debemos incluir como ingrediente principal la abnegación, la paciencia para con otros, el sufrimiento, el cumplimiento del deber; así trátese de responsabilidades como padres para con la familia, o bien, como miembros de la familia de la iglesia.

El hermano o hermana que puede (o cree que puede) distinguir a los que carecen de amor, es porque nunca supo entender qué es el amor en el contexto bíblico.  No se trata únicamente de un saludo “dientes a la vista”, o de un apretón de manos que parece tan tierno y sincero, o incluso un montón de ayuda material.

Note lo que dice en 1 Corintios 13:1-3: Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.  Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.  Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”. Pablo comienza aclarando lo que no es amor.

Los hermanos que sienten frialdad en medio de cuantos procuran por todos los medios permanecer fieles al Señor, deben recordar que Judas Iscariote no tuvo ningún problema para decirle a Jesús: “…¡Salve, Maestro! Y le besó (Mt. 26:49).

Si usted se acerca a nuestra iglesia, tal vez un domingo por la mañana, no espere hasta que alguien lo salude, hágalo usted y notará que con una sincera sonrisa su saludo le será respondido.  No espere que alguien le esté buscando a fin de saludarle.  No debemos confundir a los lisonjeros (aduladores) con los que de verdad aman.  Las risotadas, los besos y abrazos, no siempre son el resultado del amor, tal como ya vimos en el caso de Judas Iscariote, puede ser traición.

J.A.Holowaty, Pastor

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