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Boletin dominical - 24/06/13

  • Fecha de publicación: Domingo, 23 Junio 2013, 08:54 horas

El nombre de la Biblia se remonta al río Nilo en el antiguo Egipto.  Cerca de Beirut, la actual capital de Líbano, se encuentran las ruinas de Biblos, la que fuera la principal ciudad fenicia y un destacado puerto marítimo durante el siglo segundo a.C.  Su nombre, aplicado por los griegos al papiro que importaban desde la ciudad, fue lo que dio origen a la palabra Biblia.

Se estima que la Biblia fue escrita por 36 autores, en un período de mil quinientos años, en tres lenguajes: el hebreo, el arameo y el griego.  En la antigüedad la Biblia se escribía a mano, pero cuando se inventó la imprenta en 1454, fue el primer libro que se imprimió.

El reconocimiento formal del Canon está asociado con el Concilio o Sínodo de Jamnia, una ciudad situada aproximadamente a unos veinte kilómetros al sur de Judá, cerca de la actual ciudad de Yebna.  A fines del siglo primero, después de la caída de Jerusalén en el año 70 de la era cristiana, se convirtió en un centro de enseñanza judía.  De acuerdo con la historia popular, tuvo lugar un concilio en Jamnia que determinó el Canon del Antiguo Testamento.  Las fechas para este concilio oscilan entre el año 75 al 100 de la era cristiana, dependiendo de la referencia que se use.

Este concilio no estaba tratando de descubrir por primera vez cuáles libros eran inspirados y cuáles no.  Lo que hacía fue confirmar a los judíos que ya no debían mirar al templo de Jerusalén en busca de ayuda, porque el mismo había sido destruido.  Los únicos libros del Antiguo Testamento que estuvieron bajo debate en el concilio, fueron el Cantar de los Cantares y Eclesiastés.  A través del Antiguo Testamento, la Ley siempre fue reconocida como la Palabra de Dios, desde el momento en que Moisés la escribió.  Los profetas fueron vistos como piezas vocales de la Palabra de Dios.

Aunque no hay muchos detalles respecto a las fechas exactas en que se escribieron los libros del Nuevo Testamento, la mayoría de los estudiosos creen que fue entre los años 45 al 95 de la era cristiana.

El reconocimiento oficial de los libros del Nuevo Testamento no tuvieron lugar por varios siglos, debido a la lentitud en el transporte.  Lo cual quiere decir que se necesitó tiempo para que algunas iglesias recibieran copias de todos los libros, especialmente los más cortos, tales como 2 Juan, 3 Juan y Judas.

Antes del año 313 de nuestra era, la iglesia enfrentó una persecución cruenta que no dio cabida para una aceptación oficial universal.  Después del año 325, cuando la fe cristiana dejó de estar fuera de la ley, los cristianos celebraron un concilio para determinar los libros canónicos.

Fue el propio Dios quien decidió cuáles libros estarían incluidos en el Canon Sagrado.  El papel de la iglesia primitiva fue entender lo que Él había revelado.  A la iglesia no preocupaba mucho cuál era el Canon del Nuevo Testamento, hasta que surgieron herejías que la obligaron a determinar cuáles libros eran inspirados y cuáles no.  El reconocimiento final de estos textos, provino primeramente de Atanasio en el año 367 y en los Concilios de Hippo en el año 393 y Cartagos en el 397, reconociéndose no sólo los libros, sino su orden actual.

En un principio, la Biblia no estaba dividida en la forma como se encuentra hoy en capítulos y versículos.  El propósito de la división fue facilitar las referencias.  En la Biblia Hebrea, el total de libros tradicionales en el Antiguo Testamento son 24, pero estos 24 libros corresponden exactamente con los 39 libros que tiene nuestra Biblia actual.  La diferencia se debe a la forma de contarlos.  Nosotros contamos doce libros por los doce profetas menores, mientras que Samuel, Reyes, Crónicas, y Esdras-Nehemías, los descomponemos en dos libros cada uno, aunque también había otras formas de agrupar los libros.  En una de ellas, comprobada por Josefo, el historiador judío, el total se reducía a 22; en la otra conocida por Jerónimo, uno de los líderes de la iglesia, se elevaba a 27.

El primer intento por dividir la Biblia, fue emprendido por los judíos de la antigüedad, durante el tiempo que siguió al cautiverio en Babilonia.  Ellos marcaron los rollos en divisiones y subdivisiones.  Sin embargo, este sistema fue completamente diferente al que se usa hoy.

El primer sistema moderno de división fue emprendido por Hugo de Saint Cher, quien estaba compilando una concordancia para la versión latina Vulgata, la que fuera impresa con modificaciones en Bolonia en 1479.  Estas secciones se convirtieron básicamente en los capítulos que conocemos hoy.  Sin embargo, todavía no estaba dividida en versículos.

Más tarde en 1445, un judío Mordecai Nathan, dividió el Antiguo Testamento hebreo en capítulos.  A él y a un erudito de nombre Athias, se les atribuye la división del Antiguo Testamento en versículos.

En 1551, el Nuevo Testamento fue dividido de manera similar en versículos.

¿QUÉ SE TUVO EN CUENTA PARA DECIDIR LOS CANÓNICOS DEL NUEVO TESTAMENTO?

     Existe una gran diferencia entre la elección canónica del Antiguo y Nuevo Testamentos, respectivamente.

Sabemos que el Antiguo fue confiado a los sacerdotes y Levitas, aunque escritos por Moisés: “Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas” (Dt. 17:18).  Era tan seria la cuestión de la inspiración del libro de Dios (la Biblia), que el rey debía contar con una copia, pero tomada del original, evitando así cualquier error.

Este procedimiento evitaba cualquier malentendido en cuanto a libros canónicos y no canónicos, es decir, la separación entre los inspirados por el Espíritu Santo de los no inspirados.

En cuanto al Nuevo Testamento, aunque los escritores también eran inspirados por Dios: “Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 P. 1:20, 21).  No obstante, al seleccionar los que debían formar parte de la Biblia que tenemos hoy, los hombres que se hicieron responsables de esta tarea debían tener en cuenta varias cosas.  Entre otras, debían asegurarse de que no haya contradicción, tanto entre ambos TESTAMENTOS como entre los Evangelios y el resto de los escritos en el Nuevo.  Es fácil verificar por qué los libros de Macabeos I y II, Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc y lo agregado al libro de Daniel, no son canónicos, ya que ni bien comience usted a leer estos libros, descubrirá la falta de armonía con respecto a los canónicos.
Usted encontrará cosas como... orar por los muertos, ofrendar por los muertos, una serie de supersticiones para alejar a los demonios cuando éstos impidan que el joven se case con la doncella que ha escogido, etc.  Si quiere verificar esto, lea la versión católica romana Nácar y Colunga.

Pastor J. A. Holowaty

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