Jonás y el gran pez
- Fecha de publicación: Domingo, 17 Enero 2021, 04:42 horas
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El pecado está desenfrenado en nuestra sociedad. Los titulares de los diarios, los noticieros de televisión y las cárceles abarrotadas, son testimonio vivo de esa verdad. Tal pareciera como si la violencia, odio y corrupción se hubieran desbordado en este mundo. A diario oímos hablar de abuso infantil, pornografía, asesinatos en serie, terrorismo, secuestro, anarquía y dictadores despiadados. Al leer y escuchar sobre estas tragedias y quizás hasta experimentarlas, empezamos a entender la necesidad de un castigo divino. A veces hasta deseamos que Dios castigara violentamente a todos esos perpetradores de actos de violencia. ¡No tienen perdón! Pero supóngase que en medio de tales pensamientos, el Señor le ordenara que le presente el Evangelio al peor de los delincuentes. ¿Qué haría usted?
Dios le encomendó a Jonás una tarea así. El imperio grande y perverso de Asiria, era el enemigo más temido por Israel. Los asirios asombraron al mundo con los numerosos actos de crueldad insólita que cometieron. Cuando Dios le dijo a Jonás hijo de Amitai, profeta de Israel, que fuera a Asiria y llamara a los asirios al arrepentimiento, corrió en dirección opuesta.
Evidencias históricas y arqueológicas de Jonás
A pesar del hecho que muchas personas creen que el relato de Jonás y el gran pez es puro mito, sin exactitud histórica, la verdad es que hay amplia evidencia auténtica, arqueológica y de la Escritura, que apoya su credibilidad. En el Antiguo Testamento hay referencias al ministerio de Jonás y a este evento milagroso.
Los arqueólogos han desenterrado las ruinas de la antigua ciudad de Nínive, encontrando que se trataba de una metrópoli enorme durante los tiempos bíblicos. Para su sorpresa, también descubrieron numerosas estatuas y bajos relieves de arcilla en los que se halla grabada la posición prominente de la deidad pagana en Asiria antigua, conocida como Dagón. A este dios pagano se le representaba como una criatura que era parte hombre y parte pez. Ocasionalmente Dagón era reproducido en el arte asirio, como una figura en posición erguida, con una cabeza de pez por encima del cráneo humano.
Este pez con la boca abierta, semeja la imagen de una mitra, el gorro alto y con dos puntas que usan los cardenales, obispos y arzobispos católicos como emblema de su autoridad. Los pies de hombre usualmente sobresalían por debajo de la cola de pez. Los arqueólogos han desenterrado imágenes y efigies de este dios pez, de Dagón, en la antigua ciudad de Nínive, usualmente a la entrada de lo que fuera un palacio o templo. Esta figura también aparece en muchos sellos babilónicos.
Beroso, el historiador babilonio de la antigüedad, quien escribió durante el siglo IV a. C., registró que las tradiciones antiguas revelaban el origen de la adoración asiria de este pez, hombre. De manera asombrosa, estas tradiciones prístinas indican, que un ser divino, parte hombre y parte pez, salió del mar y creó la nueva civilización en Caldea y Babilonia. En el mismo tiempo del ministerio de Jonás a Nínive, el pueblo asirio creía que su deidad les enviaba mensajes a través de un ser especial, Dagón, quien salía del mar en la forma de un pez-hombre. Esta tradición extendida ayuda a explicar por qué los paganos de Nínive estuvieron tan dispuestos a escuchar el mensaje divino que les presentara el profeta israelita Jonás, tan pronto como supieron que había sido tragado y luego vomitado por un gran pez.
La Septuaginta y en el Nuevo Testamento en griego, se escribe el nombre de Jonás como “Oannes”, con la adición de la letra “I”, deletreando así “I-o-a-n-n-e-s”. El doctor Herman V. Hilprecht, eminente experto en cultura asiria reveló, que en las inscripciones asirias la letra “J” en las palabras extranjeras, a menudo se escribe como “I”. Por consiguiente, el nombre griego de Jonás, “Joannes”, se escribiría en asirio como “Ioannes” u “Oannes”. Según Hilprecht, la forma en griego o babilonio para Jonás sería “Oannes”.
Otro descubrimiento fascinante es que las inscripciones en las ruinas de Nínive contienen varias referencias claras al nombre “Yunas” o “Jonás”. La preservación de esos nombres apoya la realidad histórica del recuento bíblico del ministerio de Jonás. Las excavaciones arqueológicas descubrieron los famosos y elaborados palacios de los antiguos reyes asirios debajo de los montículos de arena en las ruinas de Nínive que eran conocidos en las villas árabes de los alrededores como “Neby Yunas”.
¿Una ballena o un gran pez?
El texto hebreo del Antiguo Testamento usó la palabra hebrea «dag gadol» que significa «gran pez», como opuesta al vocablo específico para ballena. La palabra en el Nuevo Testamento en griego que se traduce en nuestra Biblia como “gran pez”, podría ser ballena o un gran pez. La Escritura afirma que “Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches” (Jon. 1:17). Esta Escritura revela que Dios sobrenaturalmente hizo que esta criatura del mar estuviera allí para cumplir con su plan de disciplinar a Jonás, el profeta desobediente. Como los científicos no habían identificado todavía las diferencias taxonómicas entre los grandes peces y los mamíferos conocidos hoy como ballenas, los traductores de la Biblia en inglés King James, escogieron en 1611 la palabra “ballena” para describir a la criatura más grande conocida en ese tiempo.
Es importante reconocer que el relato de una ballena o gran pez tragándose a Jonás y luego vomitándolo vivo después de varios días, es extremadamente raro, pero no imposible. Varias criaturas marinas gigantescas, incluyendo las ballenas esperma, las azules, los tiburones ballena y los grandes tiburones blancos, crecen hasta un tamaño tan enorme que en realidad pueden tragarse a un hombre entero. Además, hay varios recuentos históricos autenticados de individuos que fueron engullidos por tales criaturas marinas y sobrevivieron para contar la historia. Una de las grandes especies, el gran tiburón blanco llega a alcanzar una longitud de hasta seis metros con 40 centímetros, existe en la mayoría de océanos de agua templada.
En 1758, un marinero cayó por la borda de una embarcación en el Mediterráneo y fue tragado por un gran tiburón blanco. El capitán le ordenó a su tripulación que le disparara con un cañón a la gigantesca criatura marina, la cual se encontraba todavía en la superficie del agua. El gigantesco tiburón vomitó al marino. De manera increíble el hombre se encontraba vivo y sin haber sufrido daño alguno.
Pero el relato bíblico del profeta Jonás nos narra más que la historia de un hombre y un gran pez y lo veremos en el próximo boletín.