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Jonás y el gran pez (II)

  • Fecha de publicación: Domingo, 24 Enero 2021, 03:55 horas
El libro de Jonás nos cuenta la historia de la fuga del profeta y cómo Dios lo detuvo y lo hizo regresar.  Nadie merecía menos el favor divino que el pueblo de Nínive, la capital asiria.  Jonás lo sabía, pero sabía también que Dios los perdonaría y bendeciría si se apartaban del pecado y lo adoraban.  Jonás conocía asimismo el poder del mensaje de Dios.  Sabía que aunque predicara débilmente, el Espíritu Santo podía obrar para que aceptaran sus palabras y escaparan del castigo divino.  Pero como Jonás aborrecía a los asirios, quería venganza, no misericordia.  Por eso huyó.

Dios le había dado al profeta una tarea: predicar en la gran ciudad asiria de Nínive.  Jonás odiaba a Nínive, y reaccionó con ira e indiferencia.  El profeta tenía que aprender que el Creador ama a todos y a través de él, le dejó de manifiesto a Israel su deber misionero.  No debemos limitarnos predicando sólo a nuestra propia gente.  Dios quiere que su pueblo proclame su amor por todo el mundo en palabras y hechos.  Quiere que seamos misioneros dondequiera que estemos y dondequiera que nos envíe.
Cuando el renuente profeta fue a Nínive, tuvo una gran aceptación. El pueblo se arrepintió y se volvió a Dios.  Fue una reprimenda tremenda para Israel, que se creía mejor y sin embargo, cerraba los oídos al mensaje de Jehová.  Dios perdona a los que se apartan del pecado, no premia ni el engaño ni la simulación.  No basta con compartir los privilegios del cristianismo: tenemos que pedir perdón a Dios y dejar el pecado.  No querer arrepentirse equivale a amar el pecado.  El mensaje divino de amor y perdón no era sólo para los judíos, porque Dios ama a todo el mundo.  Los asirios no lo merecían, pero Dios los perdonó cuando se arrepintieron.  En su misericordia, tampoco rechazó a Jonás por no ir a donde le mandaba, sino que tuvo para con él mucho amor, paciencia y misericordia.  Dios nos ama, aun cuando le fallamos, pero también ama a los demás, a los que no pertenecen a nuestro grupo, trasfondo cultural, raza o denominación.  Nos es más fácil amar a los demás cuando amamos a Dios.

Jonás una semblanza profética de Jesús

El libro de Jonás nos ofrece una semblanza profética de toda la historia de la salvación.  Anticipa proféticamente los tratos de Dios con el hombre, desde la primera venida de Jesús hasta su retorno.  También ofrece una visión de la restauración nacional y espiritual de Israel.  Por ejemplo, los escribas y los fariseos demandaban una señal de Jesús, su respuesta incluyó una referencia específica a Jonás (Mt. 12:41).

Cada vez que la Biblia dice: “He aquí” o “De cierto”, el Espíritu Santo desea enfatizar una verdad espiritual.  Cuando Jesús señalando hacia sí mismo, dijo: “He aquí más que Jonás en este lugar”, no sólo estaba confirmando la autenticidad histórica de Jonás, sino que también ratificaba lo superior de su propia personalidad.  Aunque Jonás era un simple hombre, débil, terco y desobediente, a pesar de todo era una semblanza de Él mismo.  El Señor no se comparó con ningún otro profeta, con la única excepción de Jonás.  Al referirse al libro de Jonás, demostró que verdaderamente es profético.

Este libro comienza con la Palabra de Dios para los judíos, justo como una historia espiritual, la forma cómo el Señor trata con las naciones del mundo.  Israel es el canal de revelación divina, la fuente de los profetas y el poste indicador para Jesús.  El pueblo judío es el fundamento de la encarnación de Cristo.  Vamos a examinar las cosas por las cuales debemos estar agradecidos con Israel:
1. El conocimiento del Dios vivo y verdadero, porque Dios se revela a sí mismo en Israel.
2. La Ley, como una ayuda de Dios para los vivientes, como la base de la ética con el doble mandamiento del amor.
3. Las Sagradas Escrituras como un todo: El Antiguo y Nuevo Testamentos, como la Palabra de Dios.
4. La salvación para todos a través del Salvador, el Señor Jesucristo, un judío, quien retornará a Sion, para Israel y para el mundo entero (Jn. 4:22b; Ro. 11:25, 26).  Dios también usó a Jonás, un judío, para llevar su mensaje de juicio y salvación a los gentiles en Nínive.

La historia de Jonás

El Señor, en Jonás 1:1-3, le dio el mandato de predicar juicio a la ciudad de Nínive.  Pero en lugar de advertir a Nínive, huyó.  Esta historia fue validada por el mismo Señor Jesucristo (Mt. 12:40).  En otras palabras, la historia de Jonás era tan cierta como el mismo entierro y resurrección de Cristo.

Pero... ¿por qué huyó Jonás?  ¿Por qué se negó a obedecer la Palabra claramente revelada por Dios?  Sabemos que era piadoso, hombre de oración.  Después de todo, el Señor le habla claramente a quienes mantienen una relación estrecha con Él.  No elige a sus siervos en forma descuidada y evidentemente vio algo en Jonás.  Sabemos que Jonás era profeta en Israel y que fue contemporáneo de otros profetas.  Así que es claro que este hombre fue escogido por Dios.  Pero a pesar de todo, huyó del llamado divino.  ¿Por qué?  ¿Qué causó una desobediencia tan obvia?

El destino de mucha gente dependía de su obediencia.  Pero... ¿Cómo pudo un hombre escogido por Dios desoír su llamado y caer en desobediencia? (Jon. 1:3).  Jonás recibió una revelación poderosa de la gracia y misericordia de Dios.  La misma revelación que Moisés recibió cuando Dios le reveló su gloria en el monte.  Él afirmó que esta revelación fue la razón que le hizo huir (Jon. 4:2).

El razonamiento de Jonás describe sólo una revelación parcial de la naturaleza de Dios.  Jonás estaba acusando a Jehová de ser suave con el pecado.  Claro, es cierto que Dios es bondadoso, misericordioso, compasivo, deseoso de perdonar, listo para derramar su gracia abundante.  Cuán afortunados somos por esta revelación maravillosa de su naturaleza porque sin esto no tendríamos la esperanza de vida eterna.

Sin embargo, la Biblia también habla de la naturaleza santa y justa de Dios en Romanos 1:18.  Jonás tenía que conocer este lado de Dios, entonces... ¿cómo podría descuidarlo?  Es posible que no tuviera un entendimiento pleno de lo que significa el temor de Dios, ya que si pensamos en el Señor solamente como misericordioso, será fácil desobedecer su Palabra.  Creeremos que considera sus advertencias a la ligera y que en realidad no quiere decir lo que dice.  Creo que ésta fue la raíz de la desobediencia de Jonás.  Cada verdadero siervo tiene que experimentar un temor reverente por el Creador, no un miedo inducido por el hombre que literalmente lo obligue a obedecer, sino un temor santo, tal como está revelado en la Palabra de Dios: “Teme a Jehová, y apártate del mal... Persevera en el temor de Jehová todo el tiempo” (Pr. 3:7, 23:17).  Debemos anhelar y buscar ese temor reverente, el cual es motivado por el Espíritu Santo que mora en nosotros (Pr. 2:4, 5).  El temor reverente a Dios da vida (Pr. 14:26, 27).

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