Andando en el camino de Dios
- Fecha de publicación: Sábado, 10 Abril 2021, 14:29 horas
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“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Ef. 5:1, 2).
Al leer el capítulo 5 de Efesios, nos percatamos de lo mucho que se repite el concepto de andar o caminar, en relación con la manera cómo debemos vivir o comportarnos durante nuestra vida. Examinando las Escrituras podemos saber la forma cómo nuestro andar se relaciona con Dios.
Lo primero que advertimos es que Adán y Eva caminaron con Él. Esta primera pareja llevaba una vida idílica en un bello huerto. Pero lo mejor de todo era la cercanía que disfrutaban con su Creador, quien descendía al jardín y caminaba con ellos, tal como dice Génesis 3:8a: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día...” Tal parece que al Señor también le gustaba pasear y compartir durante el día.
La palabra “andar” en la Biblia se usa literal y también figurativamente. Cuando se emplea metafóricamente, se refiere a la conducta y manera de vivir, o a la observación de las leyes y costumbres. La Escritura nos habla acerca de numerosas personas que caminaron con Dios, tal como Enoc, Noé, Abraham e Isaac. Por la Escritura podemos saber que al Señor le agradaban esos fieles héroes de la fe.
En repetidas ocasiones, animó a su pueblo para que anduviera en sus caminos, tal como cuando les dijo por medio de Moisés: “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?” (Dt.10:12, 13).
Este pasaje es considerado por los judíos como la esencia de la Ley. Es la misma terminología que usa el apóstol Pablo en su carta a los Efesios: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef. 2:10).
En hebreo, la manera más común de decir “andar o caminar” es «halah», y significa: «Hacer un camino para sí, progresar; hacer uso de las oportunidades. Vivir, regular la vida personal, conducirse, ocuparse en algo de la vida».
Tanto el pasaje en el capítulo 5 de Efesios, como este que acabamos de citar, impresionan profundamente. En tres ocasiones, Pablo les dice a los efesios que deben andar o vivir de cierta manera particular. Enfatiza el amor, la luz y la sabiduría, y en cada mención hace contraste entre lo positivo y lo negativo. La exhortación en esos textos es muy práctica. Se trata de acción, y no simple teoría. El creyente que siga este consejo, evidenciará su fe de manera práctica.
Veamos cómo Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, nos dice cómo debemos andar en amor: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos” (Ef. 5:1-7).
Los creyentes hemos sido llamados a imitar a Dios, así como los niños imitan a sus amados padres. Como el Creador es amor, es imperativo que andemos en Él. El teólogo Matthew Henry, dice en su comentario: «Eso honra la religión práctica, porque es la imitación de Dios. Debemos ser santos como Dios es Santo, misericordiosos como Él es misericordioso, perfecto como Él es perfecto. Pero no existe otro atributo más recomendado para que imitemos, que Su bondad. Seamos pues, imitadores de Dios, especialmente de Su amor».
El teólogo y también comentarista Francis Foulkes, asimismo dijo: «La palabra andar indica la constancia en que se debe manifestar el amor. El progreso diario del cristiano en el camino de la vida debe estar caracterizado por el amor».
A lo largo de los años hemos oído muchas veces decir, que el cristianismo es una religión de amor y gracia, mientras que el judaísmo es ley y juicio. Sin embargo, cuando estudiamos la Biblia cuidadosamente, nos damos cuenta que tal afirmación no es tan clara. Es cierto que los cristianos somos llamados a andar en amor y gracia, pero también tenemos nuestras prohibiciones y castigos si no caminamos en conformidad con lo que dice la Palabra de Dios, tal como nos indica el pasaje del capítulo 5 de Efesios.
Por otra parte, el amor a Dios y a nuestros semejantes es un tema central en el judaísmo. El Shemá, la proclamación y oración más conocida, dice: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Dt. 6:4, 5). Los rabinos les enseñan a los judíos que amen a su prójimo y que lo demuestren por medio de las buenas obras. Cuando los rabinos hablan acerca de la bondad, citan a Levítico 19:18b que dice: “… amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”.
En una ocasión, un intérprete de la ley se le acercó a Jesús y le dijo: “... Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc. 10:25b-27). El experto en la ley estaba citando Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18, y Jesús agregó: “Bien has respondido; haz esto, y vivirás” (Lc. 10:28).
En otra ocasión, un escriba le preguntó al Señor Jesucristo cuál era el principal mandamiento, y “Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Mr. 12:29-31).
El cristianismo no surgió de la nada. El Señor Jesucristo, los apóstoles, los discípulos y la mayoría de los autores del Nuevo Testamento eran judíos, sus enseñanzas así lo reflejan.
Con la ayuda de Dios nada detendrá nuestro camino hacia el éxito. Fuimos llamados en Jesucristo a ser ganadores. La condición de fracaso quedó en el pasado. ¡Podemos salir adelante. Hoy es el día para comenzar de nuevo. Ánimo, tenemos asegurada la victoria!
Demos gracias a Dios y tratemos de imitar a nuestro misionero, el hermano Milciades Maíz, quien a pesar de la pandemia, viajó a Colombia, un país plagado por la fuerza subversiva y el narcotráfico, controlado por el catolicismo, quien siguiendo el ejemplo del Señor y sus apóstoles, predicó con valor en plazas y lugares públicos, y hasta tuvo la osadía de visitar el Palacio Presidencial, en donde por razones obvias no fue recibido por el Presidente.
No nos avergoncemos del Evangelio, tengamos presente las palabras de Pablo a Timoteo: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Ti. 4:1-4).