La Buena Conducta no es el medio de Salvación
- Fecha de publicación: Sábado, 14 Agosto 2021, 19:00 horas
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¿Es usted una persona muy religiosa? ¿Se conduce muy bien con su familia, es fiel a su cónyuge, paga todos sus impuestos, paga sus cuentas al día, nunca dice palabras groseras, es un ciudadano ejemplar y respetado, ayuda a los pobres, suele orar siempre, a veces ayuna cuando tiene una gran preocupación o grave problema y no se pierde un solo domingo sin asistir al servicio en el templo? Es probable que también tiene por norma repartir parte de lo que tiene a los pobres y suele ayudar a los niños desamparados y a muchos ancianos necesitados. Todo esto y mucho más son las cosas que, en cierto modo, adornan su carácter y su persona intachable. Muchos en realidad le admiran por su manera tan prolija de vivir y su consagración desinteresada en bien de sus semejantes. Por otra parte, cuando alguien le pregunta por qué es como es y cómo puede lograrlo, usted exhibe sus credenciales de religioso que realmente cumple con lo que ésta le prescribe. Su ministro o sacerdote está orgulloso de su ejemplar conducta. Su familia se siente bien a su lado. Sus conocidos y vecinos no dejan de admirarlo.
Pero, ¿sabía que uno puede ser todo esto y aún estar camino al infierno? ¿Sabía usted que uno puede hacer y ser todo esto y todavía ser un pecador NO perdonado? Pero, ¡no le entiendo!, me dirá usted. Efectivamente, el ser salvo y perdonado por Dios no tiene tanto que ver con lo bueno y generoso que es uno, sino más bien tiene que ver con alguien que satisfizo la justicia de Dios y murió por usted y por sus pecados. Su buena conducta sí, tiene su lugar, pero no como medio de salvación, sino como resultado de su salvación. Hasta la fecha nadie fue salvo por bueno ni por las obras que haya hecho, ni lo mucho que haya ayudado a los necesitados. La Biblia nos dice que somos salvos por gracia, “no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:9). Hasta la fecha nadie fue salvo por sus obras, sino que todos los millones y millones que fueron salvos, lo lograron por confiar en Jesucristo, el único Salvador de los pecadores.
La Biblia registra el caso de un oficial del ejército romano en los días del apóstol Pedro. Este oficial tenía bajo su mando cien soldados. Pero por lo visto él se había adherido a la religión judía. Él realmente deseaba agradar a Dios, por lo cual era muy religioso. Note lo que la Biblia dice de él: “Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio. Él, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas” (Hch. 10:1-6).
Cornelio era un hombre único. Sería muy difícil encontrar hoy a un hombre en todo el mundo, de la calidad de éste. Pero, ¡Cornelio no era salvo! La última parte de esta entrevista con el mensajero de Dios lo dice muy bien, cuando se le indica que hay algo que “le es necesario hacer”. Todo aquello de su conducta, de su generosidad, su temor de Dios, oraciones, ayunos, preocupación por los demás, su nobleza... todo esto estaba muy bien, pero eso no le salvaría. Por eso, a pesar de cuán encumbrado era este hombre hasta conmover el cielo, de modo que un mensajero de parte de Dios en forma de ángel vino expresamente a él para decirle que sus oraciones y sus limosnas habían llegado a la presencia de Dios, Cornelio necesitaba oír el Evangelio y necesitaba recibir a Jesucristo como su Salvador personal. Si no lo hacía, habría muerto como un gran hombre, que se pasó la vida practicando el bien, pero se habría ido al mismo infierno con todas sus insuperables buenas obras.
Tal vez usted diga que esto es exagerar y que en realidad la parte donde dice que había algo que él necesitaba, no era su salvación... Bueno, veamos. Pedro luego informa a la Iglesia de Jerusalén hablando a los hermanos de este mismo asunto. Después de hablar por unos instantes, él dice: “Entonces la voz me respondió por segunda vez: Lo que Dios limpió no lo llames tú común(...) Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Fueron también estos seis hermanos, y entramos en casa de un varón quien nos contó cómo había visto un ángel, que se puso en pie y le dijo: Envía hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa” (Hch. 11:9, 12-14).
Pedro relata cómo Dios le hizo ver, por un lado a Cornelio que todavía necesitaba ser salvo y por el otro lado, a Pedro mismo, para que no tuviera temor y acompañara a los enviados por Cornelio. Notable que cuando Pedro relata esto y comparte con la Iglesia de Jerusalén, claramente dice que lo que Dios le había dicho a Cornelio era que él debía saber cómo llegar a ser salvo: “El te hablará palabras por las cuales serás salvo tú y toda tu casa (familia)”.
Como ve, usted puede lograr la admiración y aprobación por lo bueno que es como religioso, sin embargo, puesto que nadie se salva por las obras, todavía, para ser salvo (no solo religioso) usted realmente debe conocer a Jesucristo, ya sea por la lectura de la Biblia o porque alguien le hable. Nadie podrá salvarse fuera de Cristo Jesús. Él es EL CAMINO, él es LA VERDAD y él es LA VIDA. Jesús termina diciendo... “nadie viene al padre, sino por mí” (Jn. 14:6).
Tienen potestad de ser hijos de Dios los que le recibieron, no los que acumularon muchas buenas obras. Primero reciba a Cristo como su salvador personal, y luego... BIENVENIDAS LAS BUENAS OBRAS como resultado de haber sido salvo sin obras, pero por Su gracia.