La Deidad de Cristo
- Fecha de publicación: Viernes, 05 Agosto 2022, 22:32 horas
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La doctrina de la Deidad de Cristo, es decir, que Cristo es Dios, es uno de los pilares fundamentales de la iglesia cristiana. Esta doctrina es claramente enseñada a través de toda la Biblia.
El propósito de este artículo es presentar primeramente lo que la Palabra de Dios enseña acerca de la Deidad de nuestro Señor Jesucristo y en segundo lugar, presentar una respuesta adecuada a aquellos que niegan esta doctrina bíblica fundamental.
Solo nos mueve, el deseo de exponer con claridad la Palabra de Dios y dejar que la Biblia hable por sí misma. Veamos pues lo que Dios nos dice en su Palabra:
La Biblia presenta a Jesucristo como el hijo de Dios. Uno de los versículos más hermosos de toda la Biblia dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).
Dios el Padre habló desde el cielo al momento del bautismo de Cristo nuestro Señor y dijo: “… Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt. 3:17).
Y otra vez desde en el monte de la transfiguración el Padre dijo: “…Este es mi Hijo amado; a él oíd” (Mr. 9:7).
Cuando la Biblia dice que Jesús es el unigénito Hijo de Dios está simplemente afirmando que Jesús es absolutamente Divino, es decir absoluta Deidad. La palabra “unigénito” traducida significa literalmente «único en su clase y diferente de toda cosa creada». Jesús es el Hijo eterno de Dios, Él nunca comenzó, es decir que Él nunca comenzó a ser Hijo, Él siempre por la eternidad pasada ha sido el Hijo de Dios. El Profesor K. S. West dijo: «Cuando un pecador cree es engendrado de Dios, ese nacimiento tiene lugar en el nuevo nacimiento, pero el nacimiento de Jesucristo como el Hijo de Dios nunca tuvo lugar, es una realidad eterna sin principio. Cuando un pecador nace de nuevo se convierte en hijo de Dios, pero el Señor Jesús nunca comenzó a convertirse en Hijo de Dios, Él siempre lo fue».
Debido a que el carácter único de su nacimiento influye en su relación eterna como Hijo con el Padre, Juan argumenta que Él debido a la eternidad de su existencia tiene que ser Dios. No es posible concebir que el Padre Eterno tenga un Hijo que no sea Eterno, esto es lo que Pedro sugiere cuando dice: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Jn. 6:68, 69).
Jesús dijo: “…De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Jn. 5:19). El mismo Señor Jesús expone que todo lo que el Padre hace también lo hace el Hijo igualmente. El Hijo no es imitador del Padre, sino más bien es duplicador de Él. El Padre y el Hijo poseen el mismo poder para dar vida, y para juzgar, ambos son dignos de que se les rinda el mismo honor. Jesús dice: “Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió” (Jn. 5:23).
La relación de Jesús con el Padre como Hijo unigénito no tuvo comienzo ni fue creada, es una relación eterna, sin principio. Jesús dijo en su oración: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Jn. 17:5).
Cuando Jesús declaró ser hijo de Dios estaba declarando su Deidad en el grado más absoluto, esto es revelado en la actitud de los judíos cuando oyeron a Cristo referirse a Dios como Padre. Por ejemplo, después de haber Jesús sanado en día sábado a un hombre que hacía 38 años estaba enfermo, los judíos procuraron matarlo y Él les dijo: “…Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Jn. 5:17). Después de haber hecho tal declaración, los judíos se enfurecieron aún más contra Jesús; Juan añade: “Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Jn. 5:18). Es decir, que al decir Jesús mi Padre es Dios, los judíos se ofendieron porque Jesús se estaba haciendo igual a Dios, tal como dice el evangelio. La palabra «igual» en el griego es el vocablo «isos» y se usa en varias ocasiones a través de la Biblia para indicar exacta igualdad. Por ejemplo, en Apocalipsis 21:16, dice: “La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura…” En Hechos 11:17 dice: “Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo…” En Filipenses 2:6 dice: “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”. Cuando Jesús llamó a Dios su propio Padre, los judíos entendieron inmediatamente que Él se estaba haciendo igual a Dios. Esta observación se hace más evidente en Juan 10:33, donde dice: “Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios”. El mismo asunto sale a luz en Juan 19:7, donde dice: “Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios”.
Ahora bien, si los judíos entendieron que Jesús al llamarse hijo de Dios estaba declarando igualdad con el Padre, dos cosas son posibles:
- Que los judíos interpretaron mal la aserción de Cristo, o,
- Que la interpretaron correctamente.
Si la primera posibilidad es cierta, es inexplicable que Jesús no aclarase el asunto y permitiese que los judíos creyesen en una mentira. Si la segunda posibilidad es verdad, entonces tenemos el argumento más poderoso para creer en la Deidad de Cristo, el hecho está en que el mismo Señor Jesús declara que Él es Dios.
De lo dicho anteriormente podemos concluir diciendo que la expresión Hijo de Dios, usada con frecuencia a Cristo, es un título que implica absoluta Deidad. Tanto Jesús como sus discípulos y los judíos que oyeron esa expresión entendieron que la expresión «hijo de Dios» es equivalente a ser Dios. En segundo lugar, la palabra “unigénito” que se usa cinco veces en referencia a Cristo en el Nuevo Testamento significa una relación única entre la Persona del Padre y la del Hijo. El Hijo es de la misma naturaleza que el Padre en su carácter de Hijo unigénito, Cristo posee el poder Divino y las cualidades inherentes en su naturaleza. Inmediatamente después que Tomás hizo su declaración o más bien confesión, llamando a Cristo “Señor mío y Dios mío”, el apóstol Juan concluye diciendo que, aunque Jesús hizo muchas otras obras Él solamente ha elegido enumerar alguna de ellas: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Jn. 20:31).