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He aquí algunas consideraciones antes de descuidar a sus hijos

  • Fecha de publicación: Sábado, 13 Agosto 2022, 20:47 horas

1. Son los padres los responsables de sus hijos: “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos” (Dt. 4:9).

“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6:6, 7).

2. Los padres no serán condenados por sus hijos ni los hijos por sus padres: “Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su pecado” (Dt. 24:16).

Llegará el día de la separación final y eterna entre padres e hijos, entonces ¡será demasiado tarde corregir sus errores actuales!  Sea negligencia, descuido e ignorancia de los padres.  Es deber, oportunidad, obligación y privilegio de los padres criar a sus hijos en el temor del Señor.

3. Es demasiado grave el pecado de los padres que descuidan a sus hijos: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar” (Mr. 9:42).

Los padres deben disciplinar a sus hijos con amor y firmeza al mismo tiempo.

Los hijos deben aprender de sus padres qué sí y qué no, por qué y cómo.

Cuando los hijos mienten, se portan mal o usan palabras inadecuadas, los padres deben corregirlos y deben exigir un arrepentimiento de parte de ellos.

Si los padres no están dispuestos a disciplinar a sus hijos por algo malo que hagan, no deben amenazarlos ni prometerles tal disciplina o castigo.

Si el hijo se arrepiente ante los padres, éstos  NO  deben castigarlos, tal como procede el Señor con nosotros.  Los hijos aprenderán lo que significa el perdón de Dios, porque hasta cierta edad el papá les es la imagen de Dios.

No hay mejor manera para disciplinar a sus hijos que darles responsabilidades y exigirles su cumplimiento...

• Si es arreglar su cama,
• Si es colocar sus zapatos en determinado lugar,
• Si es barrer el patio,
• Si es saludar a un visitante,
• Si es leer la Biblia a cierta hora,
• Si es la hora del desayuno o cena,
• Tomarse la ducha, y colocar la ropa sucia en cierto lugar, etc.

Nuestros hijos pueden ser para nosotros los padres, bendición o maldición.  Alegría o tristeza, orgullo o vergüenza, compañía o estorbo.  Somos nosotros los padres quienes forjamos a un delincuente más, un alcohólico, un cliente de la cárcel (alojamiento sin costo), un degenerado y atrapado en los vicios, las bajas pasiones y la promiscuidad, o bien; pueden ser padres de un hombre de bien.  Un ciudadano respetado por su contribución a sus semejantes, ya sea en la medicina, en la agronomía, en alguna industria, como educador, estadista o un hombre de Dios, como Pastor y maestro de la Palabra de Dios, preparando a otros para el servicio del Señor.

Los padres deben tratar de ser doblemente padres para sus hijos.  Padres físicos y padres espirituales.  No hay más que estas dos alternativas:

O somos doblemente padres o habremos engendrado a un miembro más para la familia del infierno y el lago de fuego: “El que engendra al insensato, para su tristeza lo engendra; y el padre del necio no se alegrará” (Pr. 17:21).

¿Cómo  lograr  esto?

Deuteronomio 6:6 lo dice todo: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón”.

¿Sabe lo que esto significa?

• En primer lugar, los padres deben ser totalmente saturados de la Palabra de Dios, si desean transmitirla con éxito a sus hijos.

• Los padres deben ser conocidos por sus hijos como lectores de la Biblia.

• Los padres deben ser quienes más hablen a sus hijos de lo que Dios dice.

• Los padres deben santificar el “día del Señor”.  Es decir, apartarlo para concurrir a la Iglesia regularmente.

• Los padres deben “vivir” la Palabra de Dios, en sus relaciones diarias, tanto en sí como para con sus propios hijos.

Lo mismo debe verse en su conducta para con los vecinos, etc.

El salmista dice: “Él estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres que la notificasen a sus hijos; para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos, a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos” (Sal. 78:5-7).

Nadie  tiene  excusa

• Si usted cree que no está capacitado para enseñar la Biblia a sus hijos, entonces tampoco está capacitado para procrear y para cambiar pañales.

• Los padres tienen una maravillosa oportunidad para aprender a hablar a otros del perdón de Dios y la vida eterna.

• Los pequeños escucharán con atención y entenderán, porque los padres pueden acompañar la enseñanza con la vida práctica.

• Si usted no sabe cómo explicarle al chiquito el amor de Dios, muéstrele afecto, atención, cuidado y sobre todo, compañía.

• Si lo deja al cuidado de Satán, él se encargará de enseñarle la violencia, los berrinches, los gritos, pataleos, y ni bien hable algo, ya usará palabras groseras.

¡Qué bueno que tengamos tiempo aún para corregir lo que requiera corrección!

Fruto de un arrepentimiento

Un niño hurtó algunas manzanas de un huerto.  Poco después se entregó a Cristo y experimentó su amor y su gracia salvadora.  Reconoció entonces que debería ver a la dueña del huerto, confesándole su falta y pagar el precio de la fruta robada.  Su madre, que era viuda, le animó a hacerlo así y le ofreció acompañarle.  Con temor y temblor el pequeño le explicó el objeto de su visita y extendió la mano con las monedas que le ofrecía para reparar el daño.  La dueña del huerto se enterneció ante aquella expresión de arrepentimiento y les aseguró que su mayor anhelo era gozar del cambio espiritual que el niño había experimentado.  Aquí intervino la madre del pequeño y recomendó que los tres se arrodillasen y buscasen la presencia de Dios y allí mismo la anciana entregó su corazón al Señor.

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