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La parábola del sembrador - P. II

  • Fecha de publicación: Sábado, 08 Octubre 2022, 18:49 horas

“Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga” (Mt. 13:8, 9).

4. El que escucha con buen ánimo dispuesto a entender la verdad: “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno” (Mt. 13:23).

Como en este caso la semilla cayó en buena tierra, sus raíces crecieron y profundizaron y pudo dar buen fruto.  La Palabra llenó la mente, el corazón, los sentidos y la voluntad.  La semilla sólo da fruto, en proporción a lo que se le permite poseer: “Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia” (Lc. 8:15).

Ciento, sesenta y treinta por uno
Suponiendo que el sembrador siembra trigo, las espigas no son del mismo tamaño, razón por la cual, no todas llevan igual cantidad de semillas.  Cada semilla, una vez sembrada, produce cierta cantidad de semillas en su espiga.  Cada cristiano que lleva frutos, produce cierta cantidad de frutos en su nueva vida:

  • Hay cristianos que son múltiples en sus servicios.
  • Tienen el don de la música y buena voz.
  • Tienen el don del discernimiento y pueden ser buenos maestros.
  • Tienen el don de evangelización, de modo que pueden predicar desde el púlpito y pueden lograr muy buenos resultados.
  • Lo que tienen estos hermanos es que, además de los dones, realmente son responsables y se puede depender de ellos.

¿Estamos hablando de la salvación o de la consagración?

Algunos comentaristas dicen que el Señor nos dice aquí que de cada cuatro que como que... reciben al Señor, solamente uno de verdad lo hace, los otros tres son casos perdidos.

De cada 100 hermanos en una congregación, solamente 25 son regenerados, los restantes 75, no lo son.

A su vez estos 25 son los hermanos que cargan con todo cuanto se necesita hacer:

  • Ellos son los que ofrendan, incluso con sacrificio.
  • Ellos son los que cumplen fielmente con los compromisos que contraen.
  • Ellos son los que comparten el Evangelio con otros.
  • Ellos son los que se ofrecen para cuantas cosas se necesitan.  No son los voluntarios volátiles, son voluntarios que valen.

¿Qué se espera del potencial salvo?

Tanto el Señor como nosotros mismos, cuando presentamos el Evangelio a alguien, a algún pecador no salvo aún, esperamos, no solamente para que reciba la Palabra (la semilla del Evangelio) y sea salvo.
Esperamos que ese pecador cambie de rumbo en su conducta también.

¿A cuál de estos cuatro grupos pertenece usted?

1. ¿Es usted uno de esos cristianos que comenzó con gran entusiasmo y ahora como que todo ese entusiasmo se le fue, tal como cuando pinchamos una pelota bien inflada?  Tal vez “las aves del cielo (espacio)” se comieron ese... entusiasmo.

2. ¿No será usted uno de esos... “hermanos pedregales”?  Un cristiano que nunca profundizó el conocimiento de la Palabra ni el andar en la nueva vida.

3. ¿No será que las ocupaciones y preocupaciones de la vida le envolvieron de manera tal, que usted se ve muy comprometido con cosas que nada tienen que ver con la vida espiritual y no le está sirviendo al Señor, porque lo material y temporal lo ha alejado de cualquier intento por servir al Salvador?

4. ¿Por qué no comenzar a ser uno de esos que sí, producen frutos para la gloria del Salvador?  No importa si no puede ser una espiga con 100 semillas.  Tal vez alcance 60 ó 30.  Lo importante es que se trata de alguien como un árbol que da frutos.

En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Jn. 15:8).

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros” (Gá. 5:22-26).

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