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No se turbe vuestro corazón

  • Fecha de publicación: Sábado, 19 Noviembre 2022, 19:20 horas

La tristeza, la angustia, las preocupaciones, la desesperación, la inseguridad, el temor, el continuo cansancio y la pérdida de toda esperanza, cuadro que cientos de miles y tal vez millones, viven hoy.

Cuando se llega a este punto, no existe ninguna razón de vivir.  La muerte, si no viene, es reclamada vía suicidio.

A medida que pasan los años hay cada vez mayor número de suicidios, incluso de niños, jovencitos y jóvenes en la flor de su vida.

El capítulo 14 de Juan nos ofrece todo cuanto necesitamos, si tan sólo detuviéramos el paso y diéramos importancia a lo que el Señor tiene para todos nosotros.

Esta columna va dirigida a aquellos que no tienen problemas para creer en Cristo.  Muchos de los cuales ya saben acerca de Él, de Su perdón y de la vida eterna, pero no necesariamente lo recibieron. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Jn. 14:1).

Lo que el Señor nos dice es... “No se preocupen ni sufran”.  Si estamos viviendo con el Señor, o estamos dispuestos a reconocerlo como Salvador, entonces NO debemos preocuparnos ni sufrir innecesariamente.

Por qué no debemos sufrir

• ¿Cuál es la base del NO sufrir?

• ¿Cuál es el antídoto para el sufrimiento y el consuelo para quienes sufren?

La respuesta a estas interrogantes la encontramos en Juan 14:2ª:

“EN LA CASA DE MI PADRE MUCHAS MORADAS HAY”.

Esta es la primera cápsula de consuelo que el Señor nos ofrece.  Son las muchas moradas en la casa del Padre.

¿De qué está hablando Él cuando dice que hay “muchas moradas”?

Habla seguramente del infinito, de las galaxias, de los cielos, de los lugares que van mucho más allá de todo cuanto podamos imaginar.

El Señor dice que esto es tan exacto que Él, personalmente se ocupará para ir y preparar un lugar para los suyos...

Esos... “suyos” son todos los redimidos, todos los salvos, todos aquellos que creyeron en Él, en Cristo Jesús y no tienen duda de sus promesas maravillosas, porque saben que el Señor los ve al mismo tiempo que está preparando lugar.

Él dice también... “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy vosotros también estéis” (Juan 14:3).

Lo primero que llama la atención es cuando Él dice... “para que donde yo estoy”, porque mientras Él hablaba con ellos, también llenaba el cielo.  Él nunca dejó de ser Omnipresente.

Este atributo divino de la omnipresencia Él lo conservó siempre.  Tomemos algunos ejemplos bíblicos donde Él claramente nos hace ver que, mientras estaba en la tierra, siendo parte del tiempo y el espacio, no dejó de ser Dios Omnipresente y Omnisciente.  He aquí algunos textos:

“Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Jn. 1:48, 49).

“Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre” (Jn. 2:23-25).

“Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él. Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él” (Jn 11:11-16).

En el caso de Juan 1:48, Jesús sorprende a Natanael cuando le dice que lo vio debajo de la higuera, antes que Felipe lo llamara.

Jesús no le dijo que Él lo vio debajo de un árbol, sino que le dijo claramente cuál era el árbol.  Era una planta de higuera.  Esto sorprendió profundamente a Natanael, porque él se dio cuenta que el Señor nunca lo había visto antes...

Pensemos  en  Él  y  nosotros

Sabemos que muchos hermanos en todas partes están atravesando por muchos dolores y en esta parte pongamos como ejemplo algunas circunstancias que pasa una hermana:

• ¿Le parece que el Señor no ve sus lágrimas cuando usted llora por causa de la terquedad y rebeldía de su hijo?  ¿No crees que Él ve sus lágrimas cuando, entre trabajo y trabajo en su casa, solloza pensando en su hija?

Algún día Él le dirá:

«Yo vi tus lágrimas, yo estuve a tu lado, yo sentí tu dolor...».

«Yo protegí a tu hija rebelde, yo le puse barreras en respuesta a tus lágrimas en oración por ella».

«Te vi tendiendo las camas, lavando y planchando la ropa, preparando los alimentos... Sí, hija, mía, yo te vi...».

«Yo te digo hoy: Cuando doblas tus rodillas para clamar a mí, yo ya sé todo cuanto tienes que decirme y la respuesta ya va.  Pero tú no siempre te diste cuenta de que mi respuesta era la paz con la cual llené tu corazón...».

«¿Sabes hija mía?  La súplica es tuya, pero la respuesta es mía.  Si no recibes, exactamente lo que pides, piensa por un momento y descubrirás que yo cumplo con mi promesa, cuando digo... “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Jn. 14:27).

El Señor le dijo a Natanael... “Cuando estabas debajo de la higuera te vi”.

Seguramente que esa planta le proporcionaba un poco de sombra...

Natanael deseaba y necesitaba un descanso...

Natanael buscaba un momento de soledad, y reflexión, pero el Señor lo miraba y sabía que momentos más tarde él sería traído por Felipe.

Estimado hermano (a)

¿Está debajo de alguna carga de carácter doloroso porque sufre alguna enfermedad que le preocupa?

¿Recuerda a alguien que, preocupándose, haya resuelto algún problema?

¡Nunca olvide que mucho antes que usted sienta el impacto de alguna carga en su vida, el Señor, no solamente la conoce, sino que ya viene a su encuentro con la solución!

Lo que ocurre es que la solución divina no siempre es exactamente lo que usted pide...

Tal vez su pequeña hijita o hijito no se recupere.  Usted pedía insistentemente su recuperación, pero el Señor, sabiendo lo que le esperaría a esa criatura, prefirió llevársela y a cambio darle paz, plena paz, completa paz.

Lea con atención lo que dice la Palabra de Dios:

“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:6, 7).

Alguien dijo que los problemas nuestros se reducen a dos clases.  Los que se pueden resolver y los que no se pueden resolver.  Los que se pueden resolver, hay que resolverlos.  Y los que no se pueden, hay que dejarlos...  Podemos agregar: Hay que dejarlos al Señor.

¿Es su problema del tipo que se puede resolver?  ¡Entonces resuélvalo!  ¿Es del tipo que no se puede resolver?  ¡Déjelo porque el Señor le está mirando y ya lo ha resuelto!
Continuará...

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