No comience con la religión
- Fecha de publicación: Sábado, 14 Enero 2023, 21:06 horas
- Visitado 386 veces /
- Tamaño de la fuente disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente /
- Imprimir /
Debemos comenzar la vida cristiana por la Regeneración, porque si quedamos en la Religión, probablemente nunca lleguemos a la regeneración. Pero... ¿Sabe usted cuál es el verdadero significado de estos dos términos?
• La Religión es algo que uno mismo hace, no Dios, a menos que ésta venga precedida por la regeneración.
• La Regeneración es algo que Dios hace en el pecador, siempre y cuando no le estorbe la religión.
• La Religión tiene que ver exclusivamente con las obras de uno mismo, así trátese de una persona salva o no. Si hace buenas obras para tratar de agradar a Dios, puede que llegue a ser muy religiosa, admirada por mucha gente, sobre todo si se ocupa en recoger a los niños abandonados, visita a los ancianos, alimenta (hasta donde puede) a los hambrientos y se priva de toda comodidad. ¡Ah, esta clase de religiosos generalmente aparecen con frecuencia en los diarios y revistas, sus fotografías y lo que hacen! Pero... ¿Es esto lo que los hace salvos? Si son religiosos, pero no regenerados, su paradero final será la condenación eterna.
• La Religión es el esfuerzo del pecador de hacer “algo” por los necesitados. El peligro está en la pretensión de este religioso de creerse digno del perdón divino y de la vida eterna.
• La Regeneración es un acto divino, desde la «A» hasta la «Z». En otras palabras, el pecador es totalmente perdonado y salvo por la eternidad en el momento de entregarse a Cristo mediante la fe y el arrepentimiento. Se arrepiente de sus pecados, se los confiesa a Dios en el nombre de Cristo y recibe al único Salvador disponible para todos los pecadores, a Cristo Jesús. Lo hace por fe. Nada siente, excepto la pesada carga de sus pecados, la cual desaparece una vez que se rinde a su Salvador.
El apóstol Pablo fue muy claro cuando escribió a los efesios. Él aclara cómo es que el pecador llega a ser salvo, sin la intervención de religión alguna y cómo luego tiene la oportunidad de practicar la verdadera religión. Pero Pablo tiene gran cuidado de dejar bien en claro que la salvación es completa sin religión. En otras palabras, la salvación es obra divina. La salvación es don de Dios, es decir, un regalo que está al alcance de cuantos lo deseen y quieran recibirlo. La salvación no se vende, ni por dinero, ayunos, caras largas, oraciones, rezos ni muchas buenas obras. La salvación se recibe por la fe, es decir, creyendo en Jesucristo como el Salvador de uno. Cuando el pecador oye el evangelio y luego, arrepentido de sus pecados se los confiesa al Salvador, en ese momento, al depositar su fe en Cristo, es declarado salvo por el mismo Salvador. No importa si no se “siente salvo”. La Biblia no dice que uno tiene que sentirse salvo para serlo. ¡Por supuesto que todo salvo quiere, además de saberlo, sentirlo también! Pero usted puede “sentirse salvo” y todavía estar camino a la condenación en el infierno. Los sentimientos pueden engañarnos, pero la Palabra de Dios, lo que declara Dios, esto sí es siempre seguro. Ahora vea algunos textos de la misma Biblia:
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24).
Aunque pasaríamos mucho tiempo tratando este tema, el espacio no nos permite. En Juan 5:24, el Señor nos ofrece los cuatro pasos que llevan al pecador a la salvación eterna, que son:
1. “El que oye mi palabra”: Usted nunca será salvo a menos que sepa quién es el Salvador, pues fuera de Cristo no hay otro. Cuando usted oye el verdadero evangelio de Cristo, oye lo que él llamó “mi palabra”.
2. “Y cree al que me envió”: Lo que nos está diciendo es que él es Hijo de Dios, no de José, aunque María, la esposa de José lo dio a luz, pero él fue engendrado por el Espíritu Santo. Él nos dice que Dios lo envió. Es necesario que el pecador sepa que Dios no nos ofrece a otro Salvador, porque él (Jesús) es el único.
3. “Tiene vida eterna”: ¿Cuándo el pecador obtiene la vida eterna? Usted ya sabe. Cuando oye el evangelio de Cristo y arrepentido cree en él, en ese momento obtiene la vida eterna. Esta vida eterna es eso mismo ¡eterna! No se sujeta a lo que luego ocurre con el que creyó en él, porque el Señor no nos ofrece la vida eterna a posteriori. Él no nos dice que uno obtiene un “vale” para el cielo, dependiendo de su conducta, porque fue él quien tuvo una conducta perfecta y Dios no acepta menos que perfección, por lo cual, al regalarle completo perdón y la vida eterna, en el momento de creer en él; el regalo de Dios, que es la salvación eterna, es del pecador para siempre.
4. “No vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”: La condenación de los incrédulos sí vendrá, pero el que recibió por la fe a Jesucristo no tiene que preocuparse por esto. El que recibió a Jesucristo ha sido ya justificado por el mismo Juez (nuestro Señor), quien luego juzgará a los que no creyeron y los condenará en el infierno de fuego. Pero... ¿Cuándo el salvo pasó de muerte a vida? El texto nos dice que cuando oyó el evangelio y creyó en Cristo.
Si vamos de aquí a 2 Corintios 5:18, encontramos que “...todo esto (es decir nuestra salvación) proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo...” ¿Cómo? Cuando el Señor colgado de esa cruz entregaba su vida, nos estaba reconciliando con Dios por medio de su muerte, el Justo por los injustos. ¿Por qué, pues, no se salvan todos si ya han sido reconciliados? Porque cada uno personalmente debe aceptar esta reconciliación. ¡Cuán maravilloso es esto!
Es por esto que en el versículo 17 Pablo dice que quien está en Cristo, “nueva, criatura es”. Probablemente no parezca muy nueva en su conducta, pero delante de Dios sí lo es. Se trata de un pecador perdonado. Antes era un pecador condenado, pero ahora, todo es nuevo. Antes iba camino a la condenación eterna, ahora sus pasos van rumbo a la patria celestial, a la vida eterna.
Lo que Pablo dice a los Efesios 2:8-10, tiene que ver básicamente con dos cosas. En primer lugar, el medio de nuestra salvación, porque dice “por gracias sois salvos, por medio de la fe”. Agrega luego “no por obras”. En otras palabras nadie puede jactarse por ser salvo, tal como dice el apóstol, “para que nadie se gloríe”. Luego agrega: “porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras...” (v. 10a). ¿Notó un detalle? Después de declararnos completa y eternamente salvos, nos dice que estamos acondicionados por el mismo Salvador. Adecuados, preparados, en condiciones, para hacer buenas obras. Todo cuanto vimos antes, es Salvación o Regeneración. Lo que estoy viendo ahora, es Religión. Pero... ¿Y qué ocurre si yo acepto la regeneración, recibiendo a Cristo como mi Salvador, pero no estoy dispuesto a practicar la religión? ¿Soy salvo de todos modos? Sí, usted es salvo por lo que Cristo ha hecho en su vida cuando usted se acercó a él con todos sus pecados. Pero si usted, siendo como dice el texto, fue hecho para buenas obras y no las hace, será un salvo miserable. ¿Notó que hay tantos hombres y mujeres quienes fueron salvos y siguen siendo miserables? Todos ellos lo son por una sola razón: fueron regenerados, pero no quieren vivir como tales. Pero eso sí, nunca dude de su salvación. ¿Notó la diferencia entre la Religión y la Regeneración? Si opta por ser religioso, pero no regenerado, usted será condenado eternamente. Si opta por la regeneración, pero sin religión, usted será una criatura de la familia del Señor, pero derrotado y miserable, además, no obtendrá galardón alguno cuando comparezca ante el Señor. Si opta por la regeneración y la verdadera religión, entonces... ¡Suba abordo que ya somos unos cuantos que optamos por la Carta Magna para el Cristo!
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Ef. 2:8-10).