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¿Qué haremos en el cielo? - PII

  • Fecha de publicación: Sábado, 18 Marzo 2023, 20:52 horas

   Sigamos destacando algunos aspectos del cielo para que podamos entender mejor lo que Dios tiene preparado para todos aquellos que mueren siendo cristianos, siendo salvos, por haber aceptado por la fe el don de la salvación.

   Cuán grandioso significado tiene la declaración en Apocalipsis 21:23, que “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Ap. 21:23).  Esto concuerda con la profecía en Isaías 60:19: “El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria”.

   Vale la pena meditar en estos comentarios del doctor Lehman Strauss sobre la gloria del Cordero: «En esa ciudad que Cristo ha preparado para los suyos no habrá luz creada, simplemente porque Cristo mismo, quien es la luz no creada, estará allí: ‘Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida’ (Jn. 8:1). Las luces creadas por los hombres son tinieblas cuando se comparan con nuestro Bendito Salvador.  La luz que difunde por la eternidad es la luz clara, sin nubes, sin sombras, gloriosa de su propia Santa presencia.  Dada la plenitud de esa luz no habrá noche».

La Nueva Jerusalén

   Tal vez la descripción bíblica más elaborada de la ciudad celestial la encontramos en el capítulo 21 de Apocalipsis. La mayoría de comentaristas creen que la Nueva Jerusalén tendrá una figura de cubo.  Cuando Dios instruyó a Moisés para que le dijera al pueblo de Israel que construyeran un santuario para así morar entre ellos, el diseño que le dio para el Lugar Santísimo fue una figura de cubo de diez codos de ancho, diez de largo y diez de alto.  Este mismo diseño se repitió en el templo de Salomón, pero las medidas eran el doble que las del tabernáculo.  El templo de Zorobabel que fuera remodelado por Herodes y el templo milenial descrito por Ezequiel, tienen un Lugar Santísimo con figura de cubo.  Debido a esto, se ha sugerido que la ciudad Santa es el Lugar Santísimo del futuro, porque Dios morará en ella.

El tamaño de la Nueva Jerusalén

   Cuando Juan vio la Nueva Jerusalén, dijo “La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura... doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales” (Ap. 21:16).  De acuerdo con La Paráfrasis Bíblica, la ciudad tiene 2.300 kilómetros por lado.  Esto quiere decir que su área es de cinco millones, 290 mil kilómetros cuadrados y si esto lo multiplicamos por su altura, tendremos que su volumen es de doce mil 167 millones de kilómetros cúbicos.  Éste sería el tamaño aproximado de la Nueva Jerusalén.

   Apocalipsis 21:12 nos dice que la Nueva Jerusalén tiene “un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel”.  También nos dice otra Escritura, que “el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero” (Apocalipsis 21:14).

   Tal vez los ángeles que están ante cada una de las doce puertas, no sólo están como guardianes sino como “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (He. 1:14).  Tal vez los nombres de los doce apóstoles se encuentran escritos, porque “la salvación viene de los judíos” (Jn. 4:22).  Quizá los nombres de los apóstoles aparezcan en los cimientos para recordarnos que la Iglesia ha sido construida sobre estos hombres.  “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef. 2:20).

   El “río limpio de agua de vida” ha intrigado a los intérpretes de la Biblia desde el primer siglo.  Leemos en Apocalipsis 22:1: “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero”.  Tal vez una de las mejores explicaciones, es que este río limpio de agua de vida, aunque es bien posible que se trate de un río real y material, simbolice también la abundancia de vida espiritual que caracterizará a esos que estén viviendo en la Ciudad Eterna.  Su corriente parece representar el flujo perpetuo de bendiciones espirituales a todos los redimidos de todas las edades, quienes entonces están gozándose en el brillo completo de la Ciudad Eterna.  ¡Qué bendición espiritual será estar allí!  Sin embargo, hay por lo menos diez cosas que no habrá en la Nueva Jerusalén:
1. No habrá mar “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más” (Ap. 21:1).  Ahora, en la Biblia usualmente el mar se refiere a “las naciones”, y entonces no habrá más contienda entre las naciones de la tierra.  Las guerras acabarán porque el gobierno de este mundo estará en las manos del Cordero, quien gobernará con vara de hierro.

2. En la Nueva Jerusalén “ya no habrá muerte” (Ap. 21:4).

3. No habrá lágrimas: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos...” (Ap. 21:4).

4. “No habrá...  más clamor” (Ap. 21:4).

5. “No habrá...  más dolor” (Ap. 21:4).

6. En la Nueva Jerusalén no habrá templo: “Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero” (Ap. 21:22).

7. “La ciudad no tiene necesidad de sol...” (Ap. 21:23).

8. “Ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Ap. 21:23).

9. “No entrará en ella ninguna cosa inmunda...” (Ap. 21:27a).

10. “... O que hace abominación y mentira...” (Ap. 21:27a) .

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