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El universo, la conciencia y la Biblia (P II)

  • Fecha de publicación: Sábado, 22 Abril 2023, 20:21 horas
(La Triple Voz de Dios)
Pr. J. A. Holowaty

2. El Evangelio de la Creación en Romanos 1:18-23: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”.

Este es uno de los testimonios más elocuentes que ofrece la creación a los hombres sobre su Creador.  La ira de Dios se manifiesta contra los hombres que no desean reconocerlo por la sola creación del universo.

Dice el apóstol, que “lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó” a todos los hombres, Job 36:24-26, luego amplía esta verdad.

La Biblia nos dice que la sola creación es suficiente para que el hombre comprenda que necesita salvación.  Que la creación manifiesta la existencia de Dios y declara que Él es la única causa de todo el universo, porque lo creó.  Proclama claramente que “las cosas invisibles de Dios” (v. 20), es decir, sus atributos: Omnipotencia, Omnipresencia, Omnisciencia e Inmutabilidad, se hacen visibles a través del universo. Agregando luego que la manifestación divina es tan clara que los incrédulos “no tienen excusa”.

Los hombres, aunque conocieron a Dios al contemplar su creación, a pesar de todo “no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido” (v. 21).  ¡Qué declaración tan seria!  Si el hombre decide que Dios no existe, aunque no pueda explicar el origen de las cosas, cae voluntariamente en tinieblas profundas por no ver la realidad.

“Profesando ser sabios, se hicieron necios” (v. 22).  Hoy más que nunca antes en la historia de la humanidad, abundan las evidencias de la creación.  Esto se debe a los potentes telescopios que permiten que los científicos puedan escudriñar mucho más el cosmos que las generaciones pasadas.  Pero, entonces...  ¿Por qué los científicos no gritan a voz en cuello la verdad?  ¿Por qué no permiten que todos a lo ancho del planeta puedan ver las huellas de la creación?  ¿Por qué siguen hablando de sus miles de millones de años de proceso evolutivo cuando saben muy bien que todo es mentira?  La respuesta es muy sencilla: ¡Por cobardía, vergüenza y temor!  Porque no tienen valor para enfrentar a la gran mayoría que niega a Dios y que para hacerlo inventan el origen de las cosas acumulando absurdos.  Por vergüenza, porque creer en Dios según el concepto de los sabios es cosa de ignorantes.  Y por temor de que si publican la verdad acerca de lo que ellos mismos han descubierto, perderán el apoyo económico para continuar con sus exploraciones espaciales.

Pero... ¿Puede una persona salvarse mediante la creación?  La respuesta es un rotundo NO.  Nunca olvidemos que para salvarnos, primero tenemos que creer que Dios existe.  Esto es posible aun sin haber escuchado jamás el Evangelio: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve... Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (He. 11:1, 6).  Aquí se nos habla de la fe salvadora y se afirma que esta fe la produce la aceptación de la existencia de Dios.  Cualquier persona que niega a Dios, jamás podrá ser salva.  Antes de recibir el don de salvación hay que creer en que Dios existe, aunque no se sepa nada más.  Esto permitirá que la persona pueda aceptar la declaración dada en el libro de Génesis sobre la creación.

El mejor ejemplo bíblico de cómo un hombre puede llegar a conocer la existencia de Dios mediante la contemplación de la creación lo encontramos en la persona de Abraham.  Como dice Nehemías 9:7, 8a: “Tú eres, oh Jehová, el Dios que escogiste a Abram, y lo sacaste de Ur de los caldeos, y le pusiste el nombre Abraham; y hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste pacto con él para darle la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo, para darla a su descendencia; y cumpliste tu palabra, porque eres justo”.  Estas palabras son parte de la oración de Esdras, quien confesó los pecados de Israel y mencionó a Abraham como alguien que fue hallado fiel.

El nombre «Abram» significa «padre exaltado» y «Abraham, padre de multitudes».  Sabemos que cuando Dios lo escogió no había nada escrito respecto a su voluntad para los hombres.  Abraham vivía en medio de un pueblo sumido por completo en el paganismo.  Y si es así, ¿cómo entonces era diferente a todos los demás que vivían en la misma región?  Sencillamente, porque si alguien comienza buscando a Dios por medio de la creación, no se verá defraudado y eso fue exactamente lo que hizo Abraham.

No es necesario escuchar la opinión de los científicos y de los astrónomos que escudriñan las estrellas y las galaxias.  Abraham vivía en una época en que nadie sabía de los avances científicos actuales.  Sin embargo, sólo con contemplar el universo dedujo que detrás de todo lo creado tenía que haber un Creador.  Dios premió su fe y lo consideró fiel.  Cuando siguió al Señor aprendió muchas cosas que la creación no podía proporcionarle.  Pero primero fue necesario que estuviera convencido de la existencia de Dios.  No sabemos si Abraham compartió con alguien su fe.  Tampoco sabemos qué nombre le daba a Dios, tal vez simplemente “El Creador”.  Sin embargo, lo importante fue lo que dijo Esdras: “Fue hallado fiel” (Neh. 9:8).

Alguien dijo que el hombre fue creado para creer.  Todo el mundo cree en algo, ya sea en la verdad o en la mentira.  En el Dios verdadero o en algún dios que la propia persona se invente.  Es claro que en este sentido todos los hombres son “religiosos o creyentes”.  Cada ser humano tiene algún tipo de creencia.  Tal vez su dios sea usted mismo.  Es posible que sea su conocimiento, el dinero, el placer y tantas formas de diversiones.  Tal vez su dios es un ídolo que tiene en su casa, una imagen, un icono.  O quizá su dios es el estómago.  Si tiene otro dios, sea cual sea, aparte del Dios verdadero, para usted también son estas palabras de Pablo.

En primer lugar, es para los hombres que “cambia[n] la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible” (v. 22), en imágenes de todo tipo.

Debido a esto Dios los entrega a una mente inmunda para que hagan todo lo que resulta en su propia destrucción.

Como cambian la verdad de Dios por la mentira, comienzan a rendirle culto a las criaturas y no al Creador.

En consecuencia, Dios no se cruza de brazos, sino que los induce a todo tipo de desviaciones y todo aquello que conduce a la ruina del ser humano. “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Ro. 1:28-32).

Continuará...

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