Cristo ofrece una independencia
- Fecha de publicación: Sábado, 17 Junio 2023, 20:10 horas
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Casi en todos nuestros países solemos celebrar nuestra INDEPENDENCIA. La idea es que antes éramos dependientes, pero ahora somos independientes. En algunos países de nuestro continente, el pueblo se independizó de España, en otros, de los ingleses, de los franceses e incluso, en algunos casos, los historiadores nos dicen que nos hemos independizado de más de una potencia extranjera.
Sin embargo, todos nuestros países, tan independientes como son, arrastran mucho de su dependencia. El idioma es una señal de que el país perteneció a España. El portugués, en el caso de Brasil, perteneció a Portugal. El inglés, en el caso de USA, perteneció a la corona inglesa. ¿Qué trajeron los conquistadores a nuestras Américas? Bueno, en el caso de los países hispano parlantes, llegaron con la cruz y la espada. Así tenemos hoy a todo un continente sumido en completa bancarrota espiritual y moral, saturado de tradiciones de hombres y supersticiones religiosas. En el caso de USA, más bien llegaron con la Biblia e implementos agrícolas. Quienes vinieron no lo hicieron para despojar a los nativos de su oro a fin de convertirlos en esclavos de una “religión importada”, sino que éstos vinieron huyendo de la opresión religiosa en Europa, continente donde se imponía el catolicismo romano.
Pero esta no es la única independencia que conocemos, las hay varias. El hombre en sus pecados vive independiente de Dios desde que la Serpiente independizó a Adán y Eva. Esta no es una independencia favorable, porque lo que ocurrió, es que nuestros primeros padres, lejos de disfrutar de libertad, fueron encadenados por el pecado y sometidos a la tiranía de Satanás.
Después tenemos la independencia de los hijos, nuestros hijos se sienten muy libres cuando llegan a la mayoría de edad. Si los padres son cristianos y los formaron en los caminos del Señor, esta independencia es valiosa y necesaria, ya que tendrán que ir aprendiendo a formar su propio mundo, su propio hogar. Ocurre todo lo contrario si los padres imponen un sistema disciplinario dictatorial, inflexible y muchas veces abusivo.
Existe también lo que llamamos: La independencia económica. Es cuando una persona no depende de ninguna otra, porque tiene su trabajo, gana su salario y sobrevive sin necesidad de ayuda de terceros. En sí esto está muy bien, pero cada potencial independiente debe medir bien las consecuencias, porque es probable que, si se trata de un hijo o una hija, no sepan administrar bien el modesto sueldo que ganan. En tal caso, sería más prudente aportar para el hogar y permitir que los padres lo administren.
Pero la mayor de todas las independencias, es cuando el Señor nos deja en libertad, al librarnos del temor y de la condenación eterna. En este sentido espiritual, una persona puede vivir en un país independiente y soberano. Puede disfrutar de la independencia material y física. Puede aprovechar todos los privilegios que su vida independiente le concede. Pero todavía está en sus pecados y su tan acariciada independencia es sólo una ilusión. ¡Cuántos hombres y mujeres dependen de tal o cual droga, del alcohol, del tabaco y de actos inmorales que no vale la pena enumerarlos aquí! Tenemos una gran cantidad de clínicas, terapias y consejeros para ayudar a todos estos que no logran su independencia, pero de nada sirve.
Algunos acuden a los Alcohólicos Anónimos para librarse de esta dependencia del alcohol. Otros, simplemente se pasan la vida negando que son esclavos de la botella. Hay quienes tienen otros “centros de desintoxicación”. Para los que realizan sus prácticas inmorales, hay una larga lista de psicólogos y consejeros, todos ellos con mucho conocimiento, mucha teoría.
El problema es que no logran independizar a estos esclavos voluntarios. ¿El problema? Curan los síntomas y no atacan el mal mismo.
En todos los casos de estos oprimidos, se trata de dependientes voluntarios. Y a menos que usen la misma voluntad para librarse de semejante tiranía, no hay quien les ayude.
Trate usted de corregir a un drogadicto o a un alcohólico. Cuando ya piense que ¡por fin se libró!, lo verá nuevamente en su “oficio”. Fue Jesús quien dijo: “... Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:31b, 32). “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Jn. 8:36).
Tan importante es esta libertad, que no debemos permitir que ningún tipo de enseñanza distorsionada que nos traigan algunos... “reverendos” nos esclavicen, como ocurrió con los gálatas cuando llegaron los judaizantes, haciendo añicos la gracia divina. Pablo les escribió: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gá. 5:1).
“Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció” (2 P. 2:19).
¿Qué o quién le ha vencido, mi estimado/a? No hay otra independencia tan real, libertad, tan verdadera, como la que Cristo ofrece cuando libra de la dependencia de Satán y del pecado.