Promesas Divinas para el hombre
- Fecha de publicación: Sábado, 10 Junio 2023, 18:04 horas
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¿Cuántas promesas hay en la Biblia para aquellos que confiamos en el Señor?
De acuerdo con Herbert Lockyer, en su libro “Todas las promesas de la Biblia”, tenemos 31.173 promesas para los creyentes individualmente, la Iglesia e Israel, respectivamente.
En el Antiguo Testamento hay 23.214 promesas y en el Nuevo Testamento hay 7.959. En total son 31.173 promesas.
¿Podrá Él cumplir con todas sus promesas? ¿Qué garantía tenemos de que lo hará? No es necesario argumentar mucho para darnos cuenta de Su poder para cumplirlas. Tomemos como ejemplo Su promesa a Abraham, cuando le dijo que su descendencia sería incontable. Tanto Abraham como su esposa Sara, ya habían perdido toda esperanza de llegar a ser padres. ¿Cómo un viejito de 100 años podría ser padre? Y la encantadora “Sarita”, de 90 años, ¿llegaría a ser madre? Seguramente que ambos sabían algo de «la ley natural», pensando: «Seguramente el Señor no nos habrá dicho que nosotros los dos seríamos padres de la descendencia que nos prometió». Aunque ellos dudaron de la promesa divina, porque prueba de ellos es el nacimiento de Ismael, Dios cumplió lo que les había prometido. Para Él no hay nada imposible ni difícil. Él tiene básicamente dos clases de promesas: las condicionales y las incondicionales. Por ejemplo, a los israelitas les prometió el territorio de Canaán a perpetuidad de manera incondicional. Pero otras promesas, como la prosperidad y que ellos no serían la “cola”, sino la “cabeza”, que no pedirían prestado, sino que prestarían, etc., todo esto estaba condicionado a la obediencia o desobediencia de ellos.
Pasando los años, notamos por la lectura de la Biblia que todo cuanto Dios les había dicho se iba cumpliendo. Ellos heredaron la tierra por la cual nada hicieron, porque esa era la promesa divina. También es verdad que cuando cayeron en la idolatría sufrieron, incluso hasta perder su autonomía. Dios nunca les falló. Sus promesas son siempre seguras, porque él es inmutable y veraz: “No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió” (Jos. 21:45).
¿Qué en cuanto a las promesas que Él nos ha dado en su Palabra, tanto para la Iglesia como para cada familia cristiana, lo mismo que para cada uno de nosotros los que formamos parte de Su Iglesia? Pensemos en la promesa del Espíritu Santo. Esta promesa viene del Antiguo Testamento, pero se cumple ya en el Nuevo Testamento (Hch. 2:1-13). Siglos antes del nacimiento de nuestro Señor, el profeta Joel anunció esta promesa: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Jl. 2:28, 29). El mismo Señor luego volvió a prometer a sus discípulos el arribo del Espíritu Santo: “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hch. 1:4, 5). ¡Las promesas Divinas siempre seguras, nunca fallan! Pablo, escribiendo a los efesios habla del “Espíritu Santo de la promesa”. El que cada uno de nosotros, los cristianos, seamos asistidos por el Espíritu Santo, es otra muestra de cuán fiel es Dios en el cumplimiento de sus promesas.
¿Qué en cuanto a las promesas que aún no se han cumplido? ¿Cuáles por ejemplo? Él prometió acompañar a los suyos hasta el fin: “… y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20b). Él no nos dice que debemos sentir su presencia, sino que debemos creerle. Nunca debemos dudar de cuanto Él nos promete. No estamos solos, aunque no sintamos que Él nos acompaña. También promete interceder por nosotros, cuando dice: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Jn 14:16, 17).
Esta es una promesa cumplida, no únicamente porque el Espíritu descendió en el día fijado por Él, sino que ese descenso, el cumplimiento de su promesa, es “para que esté con vosotros para siempre”. Somos nosotros los que torcemos sus promesas cuando pensamos que debemos seguir pidiéndole una promesa cumplida, tal vez porque no tenemos una cierta experiencia que imaginábamos necesitarla. Si usted es salvo, puede estar seguro que tiene el Espíritu Santo, aunque nunca haya experimentado “visiones, sacudones, lenguas, carcajadas sagradas” ni nada de eso. Lo que vale en todo esto no son mis experiencias, sino la promesa divina que siempre es segura. Él promete acompañarnos cuando estamos enfermos, triste, solos, en peligros, cuando no sabemos qué hacer porque no disponemos de recursos para alimentar a nuestra familia, etc.
Un relato breve, de la ayuda y misericordia de Dios: Una pareja, miembros de una iglesia, hace algunos años se vieron en serios problemas porque no encontraban la manera de resolver un “callejón sin salida”. Debían enviar a sus hijos a la escuela, pero la situación se les complicó más allá de lo imaginable. Después de pensar y pensar, intentar y averiguar, a uno de los esposos se le ocurrió una simple idea: «¿Por qué no hablamos sobre este problema con el Pastor?» «¡Flor de problema!», pensó el Pastor cuando le contaron. Pero al momento se le vino una idea y les dijo que dejaran esa inquietud con él y que podría hacer algunas averiguaciones. Aunque le parezca extraño, en cuestión de minutos, con algunas llamadas telefónicas se resolvió el abultado problema que tenían tan preocupados a esos padres y sus hijos.
El Señor promete que si clamamos a él obtendremos su ayuda: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jer. 33:3). Alguien dijo que este texto es el “número telefónico de Dios”.