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¿Cuál es el pecado más grande?

  • Fecha de publicación: Sábado, 16 Septiembre 2023, 19:26 horas

Si tuviéramos que buscar al peor y el más antiguo de todos los pecados. El “más grande” pecado de todos los demás, usted no va a creer si no conoce la Biblia, la palabra de Dios, entonces diría: «Bueno, es el homicidio, es la blasfemia contra Dios, son tal vez los asaltos o el adulterio y vaya a saber cuántas cosas más». No, nada de eso es el mayor de todos los pecados, tiene un nombre que a la mayoría les parece que ni siquiera debe ser para clasificar entre los pecados mortales, se llama “DESOBEDIENCIA”.

Entonces: «¿el desobediente comete el peor pecado?» Así es, usted aquí sí que acertó. Cuando Dios colocó a los primeros habitantes de la tierra, la primera pareja Adán y Eva en el huerto, les dio instrucciones muy claras; les dijo que ellos podían disponer de todo lo que era del huerto, nadie sabe cuántos árboles había allí, pero algunos expertos en el idioma hebreo en el que fue escrito el libro de Génesis también, dicen que la impresión que uno tiene al leer es que eran innumerables los árboles frutales que había allí y había todo tipo de frutos; pero había dos árboles especiales: Uno era el árbol de la ciencia del bien y del mal y el otro el árbol de la vida.

Dios colocó allí en ese maravilloso lugar, en ese jardín a nuestros primeros padres: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Gn. 2:15-18).

Pero note usted qué mandó Dios al hombre, diciendo: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás”. No hay ningún problema para entender este texto, era solo cuestión de que Adán y Eva “obedecieran”, cuando Dios le dijo esto a Adán, Eva todavía ni siquiera existía, fue después que Dios hizo una especie de cirugía, quitó una costilla de Adán y de ella hizo a Eva, pero: ¿entonces él tiene una costilla menos? No, tiene todas, Dios repuso todo en su lugar, él hizo a Adán, del polvo de la tierra y luego a Eva: “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (Gn. 2:21-23).

Dirá usted: «Yo soy más sofisticada que mi esposo», tiene razón. Usted tiene mejor materia prima, es decir, es una costilla y él es del polvo de la tierra. Bueno, qué problema había para entender eso que una profunda teología “No”, era muy fácil para entender, pero ocurrió que, aunque Dios no les advirtió de eso solamente, les dijo cómo deben conducirse.

Satanás apareció en el huerto un día cuando Eva estaba allí, sola sin Adán. En ese momento, él (Satanás), le formuló una pregunta: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? ¿Se da cuenta cómo mintió? Dios dijo: “coman de todo menos de uno”. Y Satanás resalta “de todo les prohibió comer”. Eva sabía muy bien cuál era el mandato de Dios, Adán fue muy claro con ella y le dijo: “Dios dijo no tocar ese árbol de la ciencia del bien y del mal”. La mujer respondió a la serpiente, es decir, a Satanás: “Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis” (Gn. 3:2, 3). ¿Cuánto sabía ella acerca de la muerte? No sabemos, lo que sí sabemos, es el significado etimológico del término muerte que es «separación», ella nunca había experimentado la vida separada de Dios, pero eso ocurriría.

¿Cree usted que Satanás se dio por vencido? No, él dijo: «“No moriréis”, ustedes no van a morir». Entonces comenzó a explicar por qué Dios había dicho lo que dijo y que en realidad no dijo la verdad: “Sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gn 3:5). Ella pensó: «¿Qué problema hay para saber el doble, sólo la mitad sabemos por qué sabemos solo el bien y no el mal?» Ellos no sabían qué era el mal, porque no existía el pecado entonces. Eva pensó: «¡Qué bueno es este individuo que vino aquí para hablarme!», entonces allí comenzó el interés en la “codicia”, en realidad el sólo hecho de detenerse y escucharlo ya estaba mal, es por eso que debemos evitar, que ni por curiosidad hay que ir a esas reuniones y no importa que se hagan en un templo, donde lanzan al suelo a las personas, donde hacen toda clase de supuestos milagros o promesas de riquezas materiales y físicas, porque son espíritus siniestros que operan allí y no hay que jugar con eso.

Bueno, Eva se detuvo primero, habló con quien no debía hablar, segundo; le hizo caso, porque ya el paso siguiente lo encontramos en Génesis 3:6: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”.

Ahora, algunos dicen que era una planta de manzano, pero eso es solamente un cuento. En ningún lugar de la Biblia se menciona el nombre de ese árbol y su fruto, tal vez era un tipo de fruto que ya no existe, pero bien podría ser un manzano, podría ser un peral, podría ser tal vez un racimo de uva, no sabemos. Entonces, ¿qué pasó?, ella codició y comió y le fueron abiertos los ojos a ambos. Desde luego de ahí en adelante ellos conocieron que habían pecado, porque nunca antes ellos se escondían de Dios. Lo primero que ocurrió es que ellos se encontraron desnudos porque su inocencia, su vida tan pura, tan limpia había sido manchada y perdieron esa inocencia como un niño pequeño, que no se inhibe por nada porque no tiene esa actitud de maldad en su corazón; con razón que Jesús dijo que debemos volvernos en este aspecto como niños. Bueno, cuando ellos desobedecieron, de allí en adelante las cosas cambiaron.

Ni bien ellos pecaron ocurrió algo que Dios había tenido ya en su lista de cosas, porque a él no lo tomaron por sorpresa, a Eva sí, Dios había preparado el “rescate”. Siga leyendo en el capítulo 3 de Génesis, versículo 21: “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió”.

Esto es muy notable, porque si había pieles tuvo Dios que derramar sangre. Con razón que Jesús miles de años después dijo: “Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar” (Jn. 10:18).

Entonces ¿cómo solucionó Dios el problema de la desnudez de Adán y Eva? No hablamos solo de la desnudez “física” no tiene tanta importancia, sino de la desnudez “espiritual”. Ellos perdieron su ropaje de inocencia, de pureza, de santidad con la cual siempre se presentaban ante Dios, pero ahora habían manchado ese ropaje y Dios no quiere tener nada que ver con eso. Inmediatamente hubo derramamiento de sangre de un inocente cordero que nada tenía que ver con la culpa de Adán y Eva, el cordero no había pecado, pero Dios lo había preparado. Miles de años después Dios preparó a su amado hijo, su unigénito para que derramara su sangre, un inocente que nada tenía que ver con el pecado del hombre, pero Dios lo tenía preparado, como tenía preparado entonces la solución para el problema de Adán y Eva. Muy llamativo es que cuando ellos pecaron y se escondieron no fueron ellos a buscar a Dios para resolver el problema: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto” (Gn. 3:8).

Dios es Espíritu, ellos no lo vieron físicamente, el Espíritu de Dios se movía en el huerto. ¿Qué hicieron el hombre y la mujer? Se escondieron de la presencia de Jehová entre los árboles del huerto, pero fue Dios quien llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás Tú?” ¡Qué buena pregunta! El Señor Jesucristo nos pregunta a todos hoy: «¿dónde estás tú?»

El pecado de todos los demás pecados es la desobediencia a Dios, haga lo que haga tienen el mismo derivado, tienen el mismo origen y el origen es el pecado de la desobediencia.

Dios ya no enviará más a su unigénito para morir por nuestros pecados. Ya lo hizo. Así que ahora una vez más la raza humana se encontrará con su creador, pero ya para rendirle cuenta de lo que haya hecho con aquel inocente que derramó su sangre por sus pecados.

Esta es la razón por qué insistimos siempre que es necesario “Recibir a Cristo por Salvador Personal”.

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12).

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