Debemos orar por Israel - II
- Fecha de publicación: Sábado, 18 Noviembre 2023, 21:07 horas
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El hecho de que el antisemitismo haya existido desde hace tantos siglos, es evidencia de que no es producto de una cultura especialmente violenta, una religión específica o un grupo social marginado. Cada país o grupo social que ha perseguido a los judíos ha encontrado una justificación. Sin embargo, sus orígenes se encuentran más allá de la comprensión de los historiadores, los sociólogos o los educadores.
Los planes de Satanás siempre han sido destruir al pueblo judío y lo ha tratado de hacer valiéndose de todos los medios, utilizando cualquier agente que esté dispuesto ya sea una sociedad, un movimiento político, una religión o una causa y pone el máximo empeño por alcanzar esa meta. El antisemitismo, anti-judaísmo, antisionismo o simplemente la “judeofobia” son las manifestaciones visibles del mal. Los nombres pueden variar, pero las intenciones son tan funestas como siempre.
En el nivel superior, el antisemitismo es muy evidente. Puede ser medido y observado. Es la maldad que se manifiesta en la carne, la mente, o la política de un país, grupo religioso o Estado.
Los decretos en contra de los judíos y los pogromos pueden ser trazados desde los inicios de la historia, mucho antes de la era cristiana. Pero el expediente más largo de antisemitismo lo tiene el catolicismo que ha sido la religión más dominante en muchas naciones por casi dos milenios.
Uno de los primeros incidentes registrados de actividad antijudía ocurrió en el año 474 a. C. Cuando tuvo lugar el complot de Amán por destruir a los judíos bajo el gobierno persa del rey Jerjes, lo cual se recuerda hoy día durante la fiesta de Purim: “Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir. Si place al rey, decrete que sean destruidos; y yo pesaré diez mil talentos de plata a los que manejan la hacienda, para que sean traídos a los tesoros del rey” (Est. 3:8, 9).
Este caso revela dos de las razones más comunes por atacar al pueblo judío, tal como han sido percibidas por las religiones de su entorno: que son por incumplir supuestamente las leyes políticas locales de la nación “hospedadora”, y por conducta religiosa impropia, ya que los judíos siempre se han destacado por ser diferentes a la cultura y la vida cotidiana dondequiera que Dios los ha enviado:
• En Egipto, el Faraón dijo: «Ellos no caben en este lugar; son demasiados. Controlaremos el nacimiento de los varones, y los castigaremos con trabajo forzado».
• En Persia, Amán agregó: «Ellos no son de aquí, no son súbditos fieles. Los tenemos que matar».
• Los católicos declararon: «Los judíos le dieron muerte a Cristo y rehúsan ser bautizados. Deben convertirse o irse».
• En Alemania nazi, los alemanes afirmaron: «Son infrahumanos como raza, y no merecen vivir en un mundo donde domina la mejor raza de todas: la aria».
• Mientras que los musulmanes dicen: «Los judíos no tienen derecho a la tierra en Palestina, son una afrenta para el islam. Deben someterse o morir».
Satanás no tiene preferencias cuando trata de utilizar a alguien, tampoco tiene escrúpulos respecto al método que emplea, ni cómo implementa su plan para destruir al pueblo por medio del cual Dios nos trajo la salvación. Nunca ha sido exigente cuando alguien se dispone a ser su instrumento, porque finalmente se deshace de él cuando deja de serle útil.
La palabra antisemitismo ha sido revisada una y otra vez desde que comenzó a utilizarse a finales del siglo XIX. Puede decirse que es un término “moderno”, ya que comenzó a escucharse por primera vez durante la década de 1870. Antes de eso, solamente existía la expresión antijudaísmo.
A finales del siglo XIX surgieron unos cambios en Europa que afectaron profundamente al cristianismo, incluso a todo el mundo europeo occidental. Surgió el secularismo en diversas formas como una nueva religión. Muy ligado al secularismo estaba el “Darwinismo”, el que proponía que el europeo era creador y dueño de su destino. La ciencia se convirtió en el nuevo “mesías”.
Los europeos cansados de la guerra y de un cristianismo hueco, abrazaron con esperanza lo que les ofrecía la filosofía y la ciencia, la que les proveyó respuestas intelectuales para los misterios del universo, y trajo consigo la electricidad y la penicilina. Hasta los “teólogos” comenzaron a decir que Dios había “muerto”. Esta era la perspectiva europea occidental para finales del siglo XIX y principios del XX.
Con este nuevo conocimiento, los teólogos liberales rápidamente adaptaron sus pensamientos, y surgió una teología fría y cínica del nuevo conocimiento, una teología en la que se colocó a Dios en un tubo de ensayo, en la que ya no existían los misterios, ni se requería la fe, porque simplemente Dios era innecesario.
Pero... ¿Qué lugar ocupaba el judío en ese tipo de Europa?
Al judío ya no se le percibía como el residuo de un mundo antiguo y una edad cada vez más irrelevante. Sin embargo, a pesar de todos los beneficios y adelantos del nuevo mundo, el odio en contra de ellos permaneció vivo y latente dentro de la psiquis colectiva de muchos católicos romanos y protestantes europeos, lo cual también afectó poderosamente la sociedad y la política de Estados Unidos, incluyendo su política exterior.
Históricamente, ese odio fue nutrido a través de los siglos por el prejuicio católico antijudío. Pero en ese nuevo orden mundial, la Iglesia también comenzó a ser criticada.
Muchos judíos europeos esperaban que la decadencia del cristianismo, juntamente con una nueva era de secularismo, ciencia y conocimiento, trajera consigo el fin del anti-judaísmo. Después de todo, muchos israelíes se encontraban entre los principales intelectuales y científicos del momento.
El antisemitismo era parte de un mundo cristiano que estaba desapareciendo, y no tenía lugar ni cabida en el mundo moderno.
Ellos razonaban, que en esencia, para una mente científica, ya no tenían sentido ni atractivo las acusaciones antiguas de que los “judíos eran los asesinos de Cristo”. Tenían la esperanza de que podrían vivir como unos ciudadanos respetables, así fuese en Francia o Alemania, con iguales derechos y protección del gobierno, ya no como personas inferiores en una Europa cristiana. Tal parecía que tenían razón al creer que les había llegado un nuevo día.
Sin embargo, la triste verdad fue que a pesar del secularismo y de la decadencia del cristianismo, la hostilidad hacia los judíos no decayó, sino que por el contrario aumentó. Los católicos tradicionales seguían con la idea de que los judíos siempre podían “convertirse”.
Continuará...