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Las tres limitaciones que Dios impone al hombre (VI)

  • Fecha de publicación: Domingo, 18 Febrero 2024, 07:59 horas

Antes de finalizar debemos plantear algunas interrogantes para que pueda hacerse un examen a fondo:
• ¿Oculta algún pecado siendo cristiano?
• ¿Pretende manejar por su cuenta el dinero que corresponde al Señor?
• ¿Salen de sus labios palabras obscenas, que sirven de obstáculo a los demás?
• ¿Es usted un adúltero o fornicario y no se ha arrepentido ni abandonado su pecado?  Lea Proverbios 28:13, 14.

¿Cómo anda con sus compromisos con la Iglesia?  Si ha aceptado algún cargo, Dios espera que cumpla con su deber.  Piense también en su vida de santidad, la Biblia dice que la santidad personal no es requisito opcional, sino obligatorio (He. 12:14).

Probablemente el problema radica en definir correctamente el pecado:
• El hombre lo llama accidente; Dios lo llama abominación.
• El hombre llama al pecado imprudencia; Dios lo llama ceguera.
• El hombre lo llama defecto; Dios lo llama enfermedad.
• El hombre lo llama casualidad; Dios lo llama opción.
• El hombre lo llama error, Dios lo llama malicia.
• El hombre lo llama fascinación, Dios lo llama fatalidad.
• El hombre lo llama flaqueza; Dios lo llama iniquidad.
• El hombre lo llama lujo; Dios lo llama lepra.
• El hombre lo llama libertad; Dios lo llama esclavitud.
• El hombre lo llama trivialidad; Dios lo llama tragedia.
• El hombre lo llama debilidad; Dios lo llama terquedad.
Y pensar que Dios desea librar de sus pecados al más vil pecador (Ro. 4:6-8).

Si usted quiere estar entre los bienaventurados, entre los dichosos y disfrutar del perdón divino reciba a Cristo porque él es el único Salvador, sólo él tiene potestad en la tierra para perdonar pecado y si usted ya es hijo de Dios, qué le parece su diario vivir, qué de sus relaciones con sus familiares, compañeros de trabajo, discípulos, hermanos.  Si Jesús llegara a su hogar a pasar uno o dos días, si llegase inesperadamente, me pregunto... ¿qué haría usted?

Sé que le daría la mejor de las habitaciones, a tal huésped de honor ¿no le parece?, y que todos los alimentos que le serviría serían lo mejor de lo mejor y que constantemente le estaría diciendo cuán feliz se encontraba de tenerle allí, que atenderle en su hogar era un gozo más allá de toda comparación, que cuando le viera llegar saldría a recibirle a la puerta con los brazos abiertos en señal de bienvenida a su visitante celestial.  O, tal vez se cambiaría sus vestidos antes de permitirle que entrara o escondería algunas revistas y pondría su Biblia en un lugar visible para que el visitante pueda verla, apagaría el receptor de radio esperando que Él no hubiese escuchado la música rock que acababa de escuchar y deseando no haber expresado en voz alta una última palabra de impaciencia, escondería su celular y pondría a la vista algunos libros de himnos, permitiría que Jesús entrase sin demora o correría de un lado a otro haciendo arreglos.  Y me pregunto, si el Salvador permaneciera con usted por uno o dos días, ¿continuaría haciendo las mismas cosas que hace siempre, continuaría diciendo las cosas que siempre dice, continuaría su vida como hasta ahora día tras día, serían sus conversaciones familiares las mismas que sostiene actualmente, encontraría difícil expresar una oración de acción de gracias antes de cada comida, cantaría las canciones que siempre canta y leería los libros que siempre lee, reaccionaría siempre como ahora, permitiría que Él supiera las cosas con las cuales alimenta su mente y su espíritu, llevaría a Jesús con usted a todos los lugares donde había planeado ir o tal vez cambiaría sus planes por sólo un día o dos, estaría feliz de que Él conociera a sus amigos más íntimos o esperaría que ellos se mantuvieran alejados hasta que concluyera la visita, estaría feliz de que Él permaneciera con usted para siempre o suspiraría con gran alivio cuando finalmente se marchara?  Sería interesante saber las cosas que haría si Jesús llegase en persona para pasar algún tiempo con usted.  Nada importa más que la obediencia al Señor y, Samuel dijo esto es Saúl (1 S. 15:22).

Dios impone sus limitaciones a los hombres porque éstos son desobedientes, hay quienes sabiendo del pecado imperdonable son capaces de abrir sus labios y blasfemar al Espíritu Santo, otros teniendo tanta y tantas oportunidades para oír el evangelio permanecen indiferentes como diciéndole a Dios: «espera un poco hasta que yo lo sienta», pero Samuel le dijo a Saúl que su deber era obedecer sienta o no lo sienta, porque esto de sentir nunca llega.  Otros siendo salvos cobijan su pecado favorito pensando que como ya son salvos no corren ningún peligro.  No, la desobediencia siempre implica peligro, si no para el alma será el cuerpo.

Un predicador escribió lo siguiente sobre el hábito de exceder la velocidad fijada en las carreteras de Estado Unidos:
• A cuarenta y cinco millas por hora canta «Dios cuidará de ti».
• A cincuenta y cinco millas por hora canta «Guíame oh, Señor Omnipotente».
• A sesenta y cinco millas por hora canta «Cerca oh Dios de ti».
• A setenta y cinco millas por hora canta «Cerca aún más cerca de ti».
• A ochenta y cinco millas por hora canta «Este mundo no es mi hogar».
• A noventa y cinco millas por hora canta «Señor, yo vengo al hogar».
• Y a más de cien millas por hora canta «Recuerdos preciosos».

¿Cuál es la canción que usted canta mientras transita por este mundo?  Su paso es breve y pronto tendrá que enfrentarse con el Señor, sí, a semejanza del conductor obediente, obedezca al Señor.  Su canción puede ser siempre «Dios cuidará de mí», pero si le desobedece, muy probablemente pronto se encuentre en el lugar de tormento, donde crujirá los dientes de angustia y de dolor por haber desaprovechado su precioso tiempo y haber despreciado con su desobediencia todas las oportunidades que Dios le dio.

Si no es salvo aún, reciba hoy a Cristo Jesús, si acostumbraba postergar esta decisión, recuerde: HOY PODRÍA SER SU ÚLTIMA, REALMENTE ÚLTIMA OPORTUNIDAD.  Si ya es redimido, pero sabe que algún pecado le domina; hoy es el momento para confesarle ese pecado en particular abandonándolo y recibiendo el perdón divino, el Señor quiere no solamente perdonarle, sino limpiarle, restaurarle para siempre (1 Juan 1:6-9).

Si usted escuchó la Palabra de Dios una y otra vez, en un momento dado Dios puede segar su vida porque usted habrá realmente despreciado la última oportunidad que Dios ha señalado en Su calendario para que sea salvo, no es usted la persona que decide cuándo.  Es el Señor quien también le dice cuándo.  Él dice hoy.  El cuándo de hoy es HOY y es AHORA: “si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (He. 3:15), es muy peligroso endurecer el corazón, por eso usted oye hoy la voz de Dios, hoy el Señor le llama, hoy puede arrepentirse y hoy puede acogerse al perdón que Él le ofrece y Él le ofrece completo perdón de sus pecados, completa restauración, vida eterna.  Dígale hoy mismo: «Señor, arrepentido vengo a ti, te acepto por Salvador», simplemente ríndale a él su alma.  Que Dios, le bendiga copiosamente.

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