“La ciudad de gloria”, P II
- Fecha de publicación: Sábado, 09 Marzo 2024, 19:25 horas
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¡Qué esperanza tan maravillosa!, ¿verdad? Es tan hermosa, que hasta cuesta creerlo. Creo que Juan lo sabía y por eso nos dio palabras de seguridad para ayudar a disipar nuestras posibles dudas. “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin...” (Ap. 21:5, 6a).
Él coloca entre paréntesis todo el tiempo, en la frase: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin”. Todo proviene de Él. Estas son palabras verdaderas que nos ayudan a creer. Recuerde que en la cruz nuestro Señor pronunció estas palabras: “Consumado es”. Después de la tristeza, la oscuridad, el dolor, el sufrimiento, la angustia y su separación del Padre, Él clamó: ¡“Consumado es”! Estableciendo así la base de la redención. El sacrificio había concluido. Se había puesto el fundamento, la redención estaba completa. Nada quedó inconcluso.
En cuarto lugar, el pasaje se refiere al propósito de la Nueva Jerusalén, y es que será el hogar de los redimidos: “... Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (Ap. 21:6b, 7).
¡Qué palabras más maravillosas! Esta ciudad será el hogar de los redimidos, y lo único que se requiere es que tengamos sed, que nada en la tierra nos satisfaga. La riqueza, la fama, y los placeres, no satisfacen la profunda sed del alma. Es por esta razón, que los ricos, los opulentos, y las personas famosas, están en busca de algo más, porque no están satisfechos. Pero aquí está la promesa para aplacar esa sed. Las personas que quieren más, que anhelan a Dios, se les promete que beberán del agua de la vida. A estos que heredarán todo lo que Dios ha creado también se les llama “vencedores”.
Pedro nos dice en su primera carta que están esperando “...una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos...” (1 P. 1:4). Esos que son así son cambiados por la gracia de Dios, serán para siempre sus hijos e hijas. Ahora, por contraste, la Escritura dice así, sobre esos otros que no son admitidos: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Ap. 21:8).
Y sigue diciendo Juan: “Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal. Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas. Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero” (Ap. 21:9-14).
Tal vez en este momento usted se pregunte: «¿Es esto literal o simbólico?» En el libro de Apocalipsis, encontramos la mezcla de lo literal y lo simbólico. Habrá una ciudad visible, de una belleza radiante y gloria increíble, suspendida en medio de la atmósfera de la tierra sobre la Jerusalén terrenal, lo cual también es un cuadro de las actividades y relaciones entre la comunidad de los santos, quienes se caracterizarán por su estabilidad, simetría, luz, vida y ministerio. Eso es lo que se describe aquí. Lo literal es bien evidente y lo simbólico tal vez necesite un poco de interpretación.
El muro de la ciudad habla de separación e intimidad. Si usted quiere tener una fiesta privada en su jardín, se asegurará que el mismo tenga muros. Esto habla de compañerismo íntimo y separación.
Toda la Escritura, expresa ese deseo de Dios de tener un pueblo para sí mismo. En un sentido, todo en el universo es suyo, asimismo los animales y las criaturas. De igual manera los miles de millones de ángeles. Los santos son su posesión peculiar, y eso se debe a que le corresponden. Él podrá compartir con ellos las cosas más profundas que haya en su corazón, y ellos le satisfarán y complacerán.
Las puertas describen los medios de acceso y salida de la ciudad. Hay un versículo maravilloso en Juan 10:9, en el cual el Señor dice: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”. Esto parece ser una semblanza del amplio ministerio de los creyentes a lo largo de la eternidad. El nuevo universo sin duda será más grande que el actual, ¡y eso que actualmente nos asombramos de su tamaño!
Billones de galaxias mucho más grandes que nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, se extenderán en los cielos hasta donde no podemos siquiera imaginar. Eso significa que habrá nuevos planetas para poblar, nuevos principios para descubrir, nuevos gozos para experimentar. Cada momento de la eternidad será una nueva aventura por descubrir.
Estas puertas son llamadas en conformidad con las doce tribus de Israel, como un recordatorio perpetuo y de acuerdo con las palabras del Señor Jesucristo, de que “... la salvación viene de los judíos” (Jn. 4:22b), de que el acceso a la ciudad es a través de Israel. Creo que esto es una descripción gráfica de las verdades que han llegado hasta nosotros por medio de los profetas judíos del Antiguo Testamento y las prácticas piadosas de su nación. Muchos de estos pasajes de la Escritura, que hoy nos parecen confusos, serán una realidad que nunca experimentamos antes. Nos conducirán a nuevas aventuras que nunca soñamos.
Los cimientos hablan de lo que está debajo que le da estabilidad y permanencia. Son nombrados por los doce apóstoles. Y aunque Judas fue reemplazado por Matías, tal como leemos en el primer capítulo de Hechos, los estudiosos están convencidos que ese décimo segundo apóstol es Pablo.
Estos cimientos hablan de la verdad y práctica del Nuevo Testamento. Cosas que hoy apenas podemos captar, las comprenderemos y experimentaremos entonces, en forma maravillosa, especialmente esas tres que permanecen para siempre: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Co. 13:13). Faltan palabras para describir y expresar plenamente la belleza que se describe aquí, pero espero que usando su imaginación pueda captarlo.
A continuación, se nos dan las medidas de la ciudad: “El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel” (Ap. 21:15-17).
Continuará...