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La escalera de Jacob: Una semblanza del Señor Jesucristo - P2

  • Fecha de publicación: Sábado, 27 Abril 2024, 21:17 horas

El extremo superior “tocaba en el cielo”.  La escalera constituía el medio de comunicación entre dos puntos bien distantes, cuya separación fue causada por la iniquidad del hombre.  El hombre rico que estaba en el Hades, no vio ninguna escalera desde el infierno hasta el cielo, sino “una gran sima” (Lc. 16:26).

Los poetas tal vez puedan llamarle a la tierra “El vestíbulo del cielo”, pero con toda la corrupción y rechazo hacia los valores celestiales, realmente no tiene nada de antesala.  Jacob, sin embargo, pudo decir del lugar en donde tuvo su visión: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo” (Gn. 28:17).  A través de esa puerta y descendiendo la escalera, la gloria de Dios brillaba desde arriba.  Si sus pies están posados sobre la Escalera de la Gracia, entonces posicionalmente ya está sentado con Cristo en los lugares celestiales.

La escalera tenía peldaños celestiales.  Los ángeles que subían y descendían por ella, tal vez indican que el camino hacia Dios está custodiado.  Robert Dudley, primer duque de Leicester, favorito de la reina Isabel I, al verla asomada a una ventana desde un piso superior, le dijo: «Subiría hasta donde usted, pero temo caerme»

Ésta tal vez sea una razón de por qué tantos no se arriesgan a ascender al cielo.  La subida parece muy empinada y tienen temor de caer.  Olvidan que todas las huestes celestiales están listas para ayudarlos, que los ángeles son enviados para ministrar a los herederos de la salvación: “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (He. 1:14).

Es muy interesante observar el movimiento de los ángeles, Jacob no los vio descendiendo y ascendiendo, tal como podríamos pensar porque la morada de ellos está en el cielo, sino en el orden inverso, subiendo y bajando.  Los ángeles estaban alrededor de Jacob en la tierra y subían y bajaban.  Jesús les enseñó a sus discípulos acerca de los ángeles guardianes de los niños aquí en la tierra con todos sus peligros: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt.18:10).

La interpretación verdadera de la escalera está dada por el mismo Señor Jesucristo, quien en una predicción de sí mismo dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6).  “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4:12).

El Señor Jesucristo no es las tres cuartas partes del camino, sino todo el camino.  Es el cumplimiento de lo que viera Jacob en su sueño.  Ahora los ángeles ascienden y descienden, no sobre una escalera, sino sobre el Hombre, el Señor Jesucristo.  Cuando Jesús nació de María, inició la comunicación entre la tierra y el cielo.  La actividad constante de los ángeles fue evidente en su vida mientras estuvo en la tierra.

Estos mensajeros celestiales lo ministraron durante su tentación, agonía, muerte y resurrección.  El Señor Jesucristo dijo de sí mismo: “De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Jn. 1:51).  Esta profecía tendrá un cumplimiento literal: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria” (Mt. 25:31).

En cuanto a los peldaños de la escalera, ellos son la convicción de pecado, la salvación por fe, la seguridad bendita, la santificación por el Espíritu, la lectura y meditación de la Escritura y la comunión constante con el cielo.

La escalera de Jacob es entonces, una impactante semblanza del Señor Jesucristo, por medio de quien Dios descendió hasta lo más profundo de la necesidad humana y por medio de quien lleva al pecador arrepentido hacía sí mismo, para tenerlo en su presencia para siempre.

“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4:12).

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