Cuando el Cordero abra el rollo
- Fecha de publicación: Sábado, 18 Mayo 2024, 20:00 horas
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Un día, todos los seres creados en el cielo observarán cómo el Cordero de Dios se dispone a abrir el rollo sellado con siete sellos. Cuando lo haga estará actuando como el Juez Divino, quien toma en sus manos una acusación sellada. Ningún hombre sabe lo que está escrito en él. Pero ciertamente debe incluir una lista de cargos acumulados a lo largo de los milenios por una humanidad depravada. A la apertura de los sellos, el Cordero corregirá los equívocos de seis milenios y establecerá paz y justicia.
Pero... ¿por qué Jesús aparecerá en el cielo como un Cordero? En su papel como juez del mundo, se vería más apropiado si actuara como un león. Verdaderamente ésta es su apariencia, incluso se le reconoce por ese título: “Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Ap. 5:5).
Sin embargo, cuando recibe el rollo luce como un Cordero, no como León: “Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra” (Ap. 5:6).
El León de la tribu de Judá es una de las figuras bíblicas más antiguas, se remonta al tiempo de las bendiciones proféticas que otorgara Jacob a sus hijos. Cuando dijo: “Cachorro de león, Judá...” (Gn. 49:9a). Pero, entonces... ¿por qué el León se convierte en Cordero? La Biblia provee una respuesta para esta pregunta, permitiéndonos que podamos ver mejor no sólo el significado verdadero del sacrificio del Señor Jesucristo, sino la naturaleza misma de Dios.
El Cordero no se trata de una simple figura simbólica sin vida alguna, sino que es un ser que ama, siente dolor, anhela tener una relación y se expresa a sí mismo en lenguaje emotivo. ¿Pero, qué estará pensando cuando se acerca para tomar el fatídico rollo? De manera sorprendente, sus metas y motivos no están ocultos, sino que de hecho se ha asegurado que la humanidad conozca los pensamientos de su corazón en detalle. Un poco después analizaremos algunos de ellos, sin embargo, primero vamos a examinar la figura histórica del Cordero.
El símbolo del cordero de sacrificio se remonta al mismo principio de la humanidad, en el recuento del sacrificio aceptable. Todo indica que después de la caída de Adán, el Señor le instruyó respecto a lo que significaba un sacrificio aceptable por el pecado. Sabemos esto porque su hijo Abel presentó un sacrificio apropiado, preparado en una forma específica, mientras que Caín no. Es así como lo describe el siguiente pasaje de la Escritura: “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante” (Gn. 4:1-5).
El resto de la historia es bien conocido: Caín lleno de celos y furia asesinó a su hermano Abel. Este evento bien podría ser descrito como la primera guerra de la historia, siendo Abel la primera víctima. Desde ese tiempo hasta el presente, la humanidad se ha mantenido en una guerra constante por supremacía, o aceptación en la esfera del poder. La guerra fue lo primero que instituyó el hombre.
Casi olvidado en el conflicto entre Caín y Abel está el cordero. Su papel como el sacrificio expiatorio es central a la supervivencia de la humanidad. Es un arquetipo profético que encontramos a través de toda la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis.
La Escritura revela progresivamente al sumiso cordero como el camino de la victoria sobre el pecado y el mal. De hecho, el cordero representa exactamente lo opuesto a apropiarse del poder y posesiones por la fuerza. Es el emblema del sacrificio desinteresado.
El cordero emerge una y otra vez como la clave para el plan de redención de Dios, en momentos cruciales de la historia bíblica. «El cordero de sacrificio» se ha convertido prácticamente en una expresión universal. Pero bíblicamente, el cordero aparece en momentos históricos significativos, para certificar la relación entre Dios y el hombre.
Por ejemplo, volvemos a verlo nuevamente mientras se realiza el pacto entre Abraham y el Señor Jehová en el monte Moriah: “Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos” (Gn. 22:7, 8).
Todo esto ocurrió en el monte Moriah, cuyo nombre significa «la aparición de Jehová». Es así como la Biblia lo reconoce, como el monte en donde se le apareció Jehová a Abraham, y en el cual volvió a aparecerse nuevamente en los días de David y Salomón, y en donde posteriormente se construyó el templo.
El sacrificio que proveyó Dios no era simplemente un cordero, sino un carnero: “Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto” (Gn. 22:13, 14).
Abraham tomó el carnero y lo colocó sobre el altar, el cual debió parecerle un sacrificio mayor y más completo que un simple cordero. De hecho, era la semblanza del máximo sacrificio que habría de tener lugar. Desde esta escena sobre el monte Moriah, avanzamos 500 años, hasta el 1450 a. de C., el período del Éxodo.
Este maravilloso evento está centrado en la sangre del cordero que se aplicó en los postes y dinteles de cada hogar israelita. Esta identificación crucial libró a Israel de la visita del ángel de la muerte, llamado “el heridor” en Éxodo 12:23, quien al ver la sangre sobre los postes y dinteles de las puertas, pasó de largo sin entrar en sus casas mientras causaba muerte en los hogares egipcios.
Continuará...