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Cuando el Cordero abra el rollo - P2

  • Fecha de publicación: Sábado, 25 Mayo 2024, 16:57 horas
Pero en esa noche, la de la primera Pascua, el cordero se convirtió en algo más que en un simple sacrificio.  Vino a ser el símbolo de relación, la experiencia común de los israelitas, y permanece así hasta este día.  La carne del cordero fue asada y comida de inmediato en la noche del día 14 del primer mes: “Habló Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo: Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año. Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia. Mas si la familia fuere tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de las personas; conforme al comer de cada hombre, haréis la cuenta sobre el cordero. El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras. Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes. Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer. Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán” (Ex. 12:1-8).

Desde el principio, la celebración del Cordero Pascual fue una institución familiar, a fin de reunir a Israel alrededor de la promesa de libertad en el Reino Mesiánico.  Hasta este día, esta tradición se repite anualmente, pero en la mesa solo se coloca la pierna del cordero.  Sin embargo, después que los romanos derribaran el templo, el sacrificio del cordero se interrumpió abruptamente.

Juan ve el Cordero

Claro está, la razón para esto es bien conocida.  El Cordero se ofreció a sí mismo en la última Pascua, cuando fue arrestado en medio de sus discípulos, juzgado y condenado.  Este acto instituyó la Cena del Señor, en la cual el Cordero se convirtió en el líder de la tradición antigua.  Pero también debe recordarse que Jesús se apareció al principio de su ministerio público como el Cordero sin mancha, de la misma forma como terminó como el Cordero de sacrificio por el pecado.

Su papel fue anunciado públicamente por Juan el Bautista: “Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Éste es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado. Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:26-29).

Actuando en el espíritu de Elías, Juan anunció la aparición del tan esperado Mesías.  Su declaración pública debía haber invocado muchas promesas y referencias históricas.  Pero no fue así.  Él simplemente lo presentó como el Cordero. 

Sacerdotes y levitas habían cruzado el Jordán para hacerle preguntas.  Él negó ser el gran profeta prometido por Moisés.  También negó ser el Mesías o Elías.  Pero Juan verdaderamente era un profeta, quien ahora profetizaba la venida del Mesías, aunque no anunció a Jesús como Rey o profeta, tampoco mencionó su linaje real de la tribu de Judá, remontándose hasta la casa de David.  En lugar de eso, simplemente le llamó “el Cordero de Dios”.

Los líderes de Israel no podían asociar mentalmente al Cordero Pascual con el Mesías.  Aunque el símbolo del Antiguo Testamento del Cordero es una semblanza de la obra consumada de Jesús, los profetas nunca se habían referido al Mesías venidero como un cordero. 

La sangre del Cordero como una idea mesiánica sólo se presenta claramente en el Nuevo Testamento. Ciertamente, Isaías se refirió a Él en esta forma, pero nunca lo asoció con el Cordero de Pascua o con la expiación: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Is. 53:7).

De tal manera, que la presentación de Juan del Cordero trae una nueva dimensión a la misión del Mesías.  Él llega como la personificación del sacrificio expiatorio, como el remedio para el pecado que plaga a la humanidad.  Desde el principio, la Biblia lo reconoce en este papel.  Ahora Juan lo anuncia públicamente, aunque claro está, no entiende lo que está diciendo.

La profecía de Juan en el río Jordán continúa, le añade una nota adicional acerca de la identidad del Mesías.  Juan nació seis meses antes de Jesús, un hecho probablemente conocido por las autoridades de Jerusalén, y ciertamente por un buen número de fieles judíos.  Sin embargo, declaró que Jesús vino antes de él, que era el Cordero, que fue confirmado por el Espíritu Santo de Dios, y era el Hijo de Dios: “Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo. Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua. También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios” (Jn. 1:30-34).

Los primeros discípulos de Jesús fueron atraídos por la declaración repetida de Juan de que Éste era el Cordero de Dios.  Sintieron la atracción espiritual por una gran idea nueva que no podían comprender: “El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús” (Jn. 1:35-40).

¿Qué pensarían estos dos discípulos cuando escucharon las palabras de Juan?  ¿Era Jesús realmente el Mesías?  Sin embargo, Juan no lo llamó así, no dijo: «¡He aquí el Mesías!»  Sino que de hecho ocultó la verdad.  En lugar del oficio de Mesías enfatizó su papel de Mesías en la redención.  Juan profetizó la misión del Señor Jesucristo, y la forma cómo la llevaría a cabo como el Cordero de sacrificio.
                                Continuará...

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