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Cuando el Cordero abra el rollo - P3

  • Fecha de publicación: Sábado, 01 Junio 2024, 22:08 horas

Los dos discípulos mencionados, son identificados en el contexto de la declaración de Juan.  Es muy interesante advertir que ellos no tuvieron dificultad en asociar el concepto del Cordero con ese del Mesías: “Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Éste halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo)” (Jn. 1:40, 41).

A no dudar, ellos no entendieron plenamente la conexión.  De hecho, la Escritura nos dice que cuando Jesús más tarde les dijo que debía dejarlos y morir, se rehusaron a aceptar la idea: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (Mt. 16:21, 22).

El Señor reprendió severamente a Pedro por resistir la verdad simple, que el Cordero debía morir para completar el sacrificio por el pecado.  Pero debe recordarse que para esos que estaban vivos en ese tiempo, la misión de Jesús era un completo enigma.

Algo notable

Al revisar la historia bíblica del Cordero, encontramos un hecho sorprendente.  El Antiguo Testamento a menudo se refiere al cordero del sacrificio, pero en el Nuevo, sólo se le menciona por nombre cuatro veces, aparte del libro de Apocalipsis.  Este título aparece dos veces en el Evangelio de Juan (Jn. 1:29, 36).  En estos dos casos la palabra “Cordero” se encuentra con letra mayúscula.  Después de eso, la vemos dos veces más, en Hechos 8:32, en donde Felipe cita del capítulo 53 de Isaías, y dice: “El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca”.

Una vez más la encontramos en 1 Pedro 1:18 y 19, cuando Pedro cita Éxodo 12:5, refiriéndose al requerimiento por pureza en el Cordero Pascual: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”.

En ambos casos se deja claro, que la salvación sólo se obtiene mediante el sacrificio del Cordero Pascual.  Basados en la importancia de este símbolo, uno esperaría hallar una y otra vez referencias a Jesús como el Cordero de sacrificio.  ¡Pero no las encontramos para nada en las epístolas de Pablo, Santiago, Juan o Judas!

Además, la carta a los Hebreos dedicada a explicar a los judíos que todavía observaban la adoración en el templo, la superioridad del sacrificio redentor de Cristo, ¡no menciona para nada al Cordero!  Al referirse a Jesús, la epístola a los Hebreos típicamente alude a su sacrificio en declaraciones como la siguiente: “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (He. 9:11, 12).  Es obvio que explicaciones como éstas deberían haber hecho que los judíos de inmediato lo hubieran asociado con el Cordero de Pascua, pero su sacrificio no es explicado en esta forma.

Por consiguiente, ¡los tres primeros evangelios nunca mencionan al Cordero por ese nombre!  Mateo, el Evangelio que anuncia al Rey de Israel, está redactado alrededor del tema de la presentación y rechazo del rey.  Marcos expone a Jesús como el siervo.  Su estilo de verdadera urgencia, presenta al siervo que va a realizar su obra con energía y devoción total, pero le rechazan y sufre por esos a quienes ha servido.

Lucas por su parte, documenta a Jesús en su papel como el Hijo del Hombre... humano en todas las formas, no obstante divinamente encarnado.

Lucas enfatiza su compasión y perfección como ser humano.  Lo presenta como el hombre que cargó sobre sí los dolores de la humanidad.  Jesús entró en el hogar del pequeño, pero acaudalado Zaqueo, como un hombre cualquiera.  Al colocarse al mismo nivel de este pecador recaudador de impuestos, cambió la forma cómo este hombre vivía su vida: “Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.  Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc. 19:8-10).

Como Rey, Siervo e Hijo del Hombre, Jesús actuó en un nivel terrenal.  Aunque importantes, estos papeles no consignan las verdades espirituales y metafísicas que vemos en el Evangelio de Juan, el cual revela la Deidad de Jesús.  Esto tiene perfecto sentido, ya que el Cordero es un sacrificio espiritual, que trasciende los límites de la tierra, y se extiende todo el camino hasta el cielo. 

El Cordero y el Cosmos

Juan lo presenta como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29).  Esta frase, enfatiza el hecho que el sacrificio del Cordero se extiende todo el camino hasta el cielo.  La palabra “mundo” se origina del griego cosmos, que significa “el orden y arreglo del sistema mundial”.  Para los griegos esta expresión incluía todo lo que podía ser observado o inferido por observación.  El mismo concepto en la mente del hombre sería más probablemente “universo”.

Pero para el estudiante de la Biblia, el concepto del Nuevo Testamento del cosmos incluye esas cosas no vistas.  Tal como lo pone el apóstol Pablo en Efesios 6:11, 12: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:11, 12).

Estos cuatro niveles de autoridad en contra de los cristianos, todos operan más allá del rango de la visión humana.  No obstante afectan radicalmente las vidas de las personas y por consiguiente deben estar incluidos en la definición de cosmos. 

Las dimensiones de este universo son mucho mayores que lo que admiten la gran mayoría, porque los aspectos invisibles del sistema mundial son muy importantes incluso mucho más que los visibles.
                                Continuará...

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