Cuando el Cordero abra el rollo - P4
- Fecha de publicación: Sábado, 08 Junio 2024, 18:32 horas
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Los “principados” que menciona el apóstol Pablo en Efesios 6:11, 12 son llamados archons en griego. Son criaturas sobrenaturales consideradas generalmente como ángeles, que bien pueden ser fieles o caídos. Pero en la epístola de Pablo, la referencia es al primer nivel de las potencias diabólicas, incluyendo a Satanás y a sus poderes delegados. Son transdimensionales, y operan fuera del reino natural de los seres humanos, sin embargo, influencian profundamente los círculos en las finanzas mundiales, la política y la religión.
Las “potestades” a que se refiere Pablo se les llama exousia en el Nuevo Testamento en griego. Son autoridades delegadas que operan por debajo del primer nivel de poder que se acaba de describir. Pese a todo todavía pueden actuar por propia iniciativa, a pesar de estar sujetos a sus superiores. En otra parte Pablo los describe como poderes de nivel angélico. Como el primer grupo, son capaces de afectar tanto el mundo que no vemos como nuestro mundo físico.
El tercer nivel “los gobernadores de las tinieblas de este siglo” es llamado kosmokrators, en el lenguaje original del Nuevo Testamento. En la literatura de los antiguos griegos, estos son altos niveles de gobernantes, del orden de un emperador o de un líder mundial. Ellos, de la misma manera, también operan fuera de la influencia de la percepción humana.
En el tan conocido pasaje del libro de Daniel, el visitante celestial que llegó ante él, estaba retrasado, justamente por tener un conflicto con uno de tales gobernantes: “Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia” (Dn. 10:12, 13).
Si como muchos creen fue el mismo Señor el que llegó hasta donde Daniel, se vio forzado a tomar una ruta indirecta reconociendo que existen fronteras en el mundo de alguna clase.
Todo parece indicar que el Señor permite muchas de tales zonas de gobierno en el cosmos.
Pero debemos también notar que la frase “huestes espirituales de maldad”, que en el texto original traduce literalmente “huestes espirituales de este mundo”, usa una palabra diferente para “mundo”. Aquí es una traducción del griego aion, denotando una edad o un periodo, que corresponde probablemente al periodo del gobierno gentil que comenzó con Nabucodonosor, y llegará a su fin bajo el reinado del Anticristo.
Finalmente, Pablo describe a los más bajos y más propagados de los poderes transdimensionales, las huestes espirituales “en las regiones celestes”.
Aunque la traducción en español no lo dice, la lectura literal del texto original griego establece una clara diferencia entre los poderes espirituales en el mundo y los otros en las regiones celestes, en los cielos.
Ellos vienen y van realizando hechos perversos y malévolos siguiendo las órdenes de los poderes diabólicos superiores en las regiones celestes. Su labor principal es corromper el progreso del Evangelio, y destruir la unidad y gracia salvadora del cuerpo de Cristo.
El sometimiento del Cordero a la causa de la redención, su disposición a sacrificarse fue el mecanismo que señaló el fin del sistema de Satanás y sus demonios. Desde el momento en que tuvo lugar su sacrificio, sus días quedaron contados.
Para nosotros que vivimos en conformidad con la escala de tiempo del planeta tierra, el tiempo desde entonces hasta ahora parece realmente muy largo. Desde la perspectiva del Cordero, no hay duda que la escala de percepción es completamente diferente. La causa y efecto sólo puede verse verdaderamente desde Su trono.
Nosotros podemos comprender mejor la idea de este punto de vista si recordamos el momento de la tentación de Jesús. Justo antes de iniciar su ministerio público y después de haber sido bautizado por Juan el Bautista: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mt. 4:1-9).
Aquí, Satanás le ofreció al Cordero, el cosmos y toda su gloria. Para que Jesús hubiera podido ver cada reino y la gloria de cada uno, tuvo que haber visto presente, pasado y futuro en un solo momento. Además, no hay ningún lugar dentro de esta dimensión que nos permita ver todo el mundo, tal como se describe en el pasaje bíblico citado.
Si Satanás y sus ángeles tienen esta clase de poder, es fácil ver que no pueden ser fácilmente derrotados. Fue necesario que el Señor preparara una ofensiva imponente, con una sola muestra de su poder que se extendió más allá del universo entero.
En efecto, la sangre del Cordero sacrificado hizo que las mismas armas de Satanás se volvieran en su contra. Él en un tiempo tuvo dominio sobre todas las criaturas celestiales, alardeaba de su belleza y sabiduría como el fruto primario de su existencia, pero rechazó la santidad al igual que adorar a Dios como su Creador y Rey. Fue la santidad, la dedicación a la voluntad de Dios personificada en la sangre del Cordero, lo que ocasionó su caída.
El sistema mundial está condenado a la ruina completa tan pronto que la obra del Cordero sea finalmente santificada en la formalidad de un protocolo celestial que fue predeterminado para un momento señalado de la historia.
Continuará...