Para nuestros jóvenes
- Fecha de publicación: Sábado, 20 Septiembre 2025, 21:23 horas
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Como cristianos y padres de familia, nuestra principal responsabilidad es estar seguros de que nuestros hijos son educados de la forma más piadosa. Dios nos los ha dado y confiado, y demandará un registro de lo que hicimos con ellos, de tal manera que no debemos permitir que personas no creyentes les enseñen filosofías impías.
Tan pronto como Jehová creó al hombre, “... Les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Gn. 1:28).
Para hacer esto, necesitamos aprender acerca de Su Palabra y de Su creación. Al hacerlo conoceremos más de Su majestad y creceremos en nuestra habilidad para alabarlo y darle toda la gloria. Así estaremos más capacitados para educar a nuestros jóvenes, lo cual es una responsabilidad dada por Él a nosotros.
Cuando se habla de los instructores y maestros en la Iglesia, la mayoría de la gente piensa en hombres mayores, a los que se les llama “ancianos” en la Biblia. Esa es la imagen que viene de inmediato a nuestra mente, sin embargo, en los recuentos registrados en la Palabra de Dios tenemos una representación algo diferente. Allí encontramos la historia de varios jóvenes por medio de los cuales Dios ministró a su pueblo.
Incluso, con demasiada frecuencia tenemos la tendencia de dispensar muchas cosas cuando se trata de esperar un compromiso de parte de ellos. Pero el rey Salomón no tenía esta opinión, sino que creía que podíamos enseñarlos y entrenarlos en la Palabra de Dios para que aprendieran sabiduría, prudencia, conocimiento y discreción, por eso registró en el libro de Proverbios 1:4: “Para dar sagacidad a los simples, y a los jóvenes inteligencia y cordura”.
Estas son marcas características de madurez espiritual y de caminar con Dios. El punto de Salomón no es subestimar a los jóvenes, porque son incapaces de poseer gran sabiduría y comprensión, sino que debemos empujarlos y conducirlos en esa dirección. No es bíblico que los jóvenes sean relegados como rebeldes, molestos y desinteresados en las cosas de Dios. Tampoco es aceptable entretenerlos convirtiendo la Iglesia en un lugar en el que simplemente se les mantiene lejos de problemas por un corto tiempo. Salomón estableció una norma más alta, y nosotros debemos hacer lo mismo. Nuestros jóvenes serán los líderes de nuestra próxima generación, y es maravilloso poder enseñarles por medio de la Palabra de Dios, prudencia y discreción desde el principio.
La Biblia está colmada de ejemplos de adolescentes, a quienes Dios usó de manera increíble, y la Iglesia hoy, como nunca antes, necesita de jóvenes fieles que respondan a su llamado al ministerio. Nuestro Padre Celestial no llama a los calificados, sino que califica a todo aquel que después de recibirle como Señor y Salvador de su vida, dispone su corazón a servirle humildemente, en la forma como Él desee usarlo.
En la Biblia encontramos ejemplos de hombres y mujeres jóvenes que se destacaron en su servicio a Dios aún desde su adolescencia. Son numerosos y hablar de cada uno de ellos nos tomaría muchísimo tiempo, sin embargo, nos limitaremos a mencionar a algunos para que sean un ejemplo a todos esos jóvenes que desean servir al Señor.
Josué
Josué fue un siervo de Moisés desde su juventud y sabemos asimismo que llegó a ser un gran líder: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo” (Éx. 33:11).
Dios lo seleccionó como sucesor de Moisés y éste lo reconoció como tal: “Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él; y lo pondrás delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la congregación; y le darás el cargo en presencia de ellos” (Nm. 27:18, 19). Además, Josué fue el encargado de repartirles el territorio a las doce tribus de Israel juntamente con Eleazar: “Estos son los nombres de los varones que os repartirán la tierra: El sacerdote Eleazar, y Josué hijo de Nun” (Nm. 34:17).
Samuel
Samuel era hijo de Elcana, levita y de Ana, quien era estéril y había pedido fervientemente a Dios un hijo. A su tierna edad fue llevado al tabernáculo en Silo y presentado al sacerdote Elí, quien lo crió. Samuel debe haber tenido entre 12 a 13 años cuando Dios lo llamó al ministerio. La Biblia dice que: “El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia. Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver, Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuese apagada, Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí” (1 S. 3:1-4).
Dios no hablaba con frecuencia a su pueblo, sino en raras ocasiones. De hecho, a pesar de que Samuel estaba encargado de ayudar en el templo, el Señor tuvo que llamarlo tres veces antes de que reconociera Su voz. Líder de Israel durante el crítico periodo de la transición entre los jueces y la monarquía, fue el primer reformador religioso después de Moisés. La Biblia le llama el último de los jueces y el primero de los profetas. A pesar de su juventud, Dios lo usó como un profeta y un líder poderoso para su pueblo.
David
David no era más que un adolescente cuando desafió al gigante Goliat y representó a Jehová ante toda una nación pagana, y ante el asustado rey Saúl y el ejército de su nación: “Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud” (1 S. 17:32, 33).
De hecho, esa era la actitud con respecto a los jóvenes en ese tiempo: “de que no eran capaces”. Saúl ignoró a David; Samuel, un hombre justo no esperaba que Dios lo eligiera para ser rey, y Goliat lo ridiculizó. En 1 Samuel 17:42 leemos: “Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer”. No obstante, nosotros sabemos lo que ocurrió, cómo Dios premió la fe y el valor de este joven, cómo estuvo firme en su nombre y le dio muerte a Goliat.
¡Qué lección tan poderosa y vívida en cuanto a la importancia y el valor de servir a Dios en nuestra juventud! Si David no se hubiera levantado contra Goliat, todo habría sido muy diferente en la historia de Israel. Pero él, a pesar de ser sólo un adolescente asumió el desafío, porque amaba al Señor y creía que tenía un propósito para él. No podía entender por qué el resto de los hombres adultos de la nación estaban encogidos por el miedo.